Continuemos en 2022 lo comenzado en 2021

Mario Diego Rodríguez —

De un año para otro poco ha cambiado. Una nueva ola pandémica ha hecho su aparición, la sexta, y empezamos el año como hemos terminado el precedente: con un auge de la expansión de la variante COVID Ómicron, con la atención primaria en un estado similar al que se encontraba cuando irrumpió la primera y un sistema hospitalario que comienza de nuevo a establecer prioridades, posponiendo intervenciones programadas. Veinte meses después del inicio de la primera ola, la sanidad no solo no ha sido reforzada, sino que se encuentra con 60.000 sanitarios menos.

Tampoco ha cambiado mucho para la clase trabajadora. Si es verdad que el paro ha bajado y que los afiliados a la Seguridad Social han aumentado, también es verdad que esto se debe esencialmente al sector servicios, el sector más castigado por la pandemia. Teniendo en cuenta que en realidad es una recuperación después de una caída sin precedentes debido a dicha pandemia, la situación no está para tirar cohetes. En gran parte, esos nuevos contratados lo son parcial y temporalmente, lo que significa precariedad.

2022 comienza con un poco más de tres millones de parados y 102.000 trabajadores en ERTE, con un poder adquisitivo disminuido y un empeoramiento de las condiciones laborales. La cantidad de trabajadores con contratos de media jornada aumenta; el incremento del trabajo parcial condena a mucha gente asalariada a vivir con salarios por debajo del índice de la pobreza; una situación agravada por la inflación.

En este comienzo de año, después de haberse multiplicado por ocho en 2021, el precio de la luz sigue por las nubes, por otra parte, el de los carburantes, también apunta al alza. El de la gasolina se incrementó de 0,2% y el del gasóleo de 0,22%. No obstante, no es el único factor que contribuye a la subida del IPC; aunque en menor medida, los productos de la cesta de la compra también empiezan a contribuir seriamente, en particular los productos frescos.

La actitud ofensiva de la patronal de estos últimos meses durante las diferentes negociaciones tripartitas gobierno, sindicatos, patronal, y la actitud de los dos primeros, deja entrever lo que 2022 significará para la clase trabajadora si no toma cartas para condicionar su futuro.

 “Tenemos pendientes las causas del despido, el procedimiento de los ERE o el propio coste del despido. Estas son cuestiones que vamos a tener que abordar con el Ejecutivo; seguramente, de manera inmediata va a ser muy difícil, pero nosotros vamos a insistir, porque en realidad nos hemos quedado a medio camino […]”, palabras de Pepe Álvarez en una entrevista. Estos propósitos lo dicen todo. Si a esto añadimos que el margen de lo que la burguesía capitalista está dispuesta a conceder —en el juego de “sentémonos y negociemos” entre actores sociales, como dicen en los medios— es inversamente proporcional a la reducción de sus beneficios netos, aunque estos sigan siendo enormes, entonces ya sabemos lo que nos queda por hacer en este año 2022.

Empecemos por cuestionar esa paz social tan querida por la patronal, el Gobierno y sus ilusos seguidores. En la segunda mitad del año que hemos dejado atrás, hubo una oleada de huelgas en diferentes puntos del territorio que sumaron miles y miles de trabajadores, entre las cuales la más importante ha sido la del metal de Cádiz. Es ese camino que debemos de tomar para poder contar centenas y centenas de miles.

Mario Diego Rodríguez es socio de infoLibre

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