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Crónica de una insurrección anunciada

Marcelo Noboa Fiallo

Mientras escuchaba las noticias procedentes de Estados Unidos, la corresponsal de TVE en Washington añadía la coletilla que repetían otros analistas y corresponsales: "Esto no se lo esperaba nadie". No deja de ser asombrosa tal manifestación, al hilo de todo lo que ha ocurrido en los Estados Unidos en los últimos cinco años y de las manifestaciones de Trump en los últimos meses, retransmitidas y comentadas por los mismo que hoy se asombran por lo que está pasando en el Capitolio: "No voy a dejar la Casa Blanca", "no voy a reconocer ningún triunfo de Biden" y a continuación arengar a los suyos, vía Twitter. Blanco y en botella. Lo que ocurre es que se pensaba que solo eran bravatas de un tipo peculiar, que finalmente terminaría cediendo. Olvidando que al "tipo peculiar" le han votado 75 millones de estadounidenses, once millones más que en 2016, el "peculiar tipo" se considera refrendado porque durante cuatro  años ha mentido más de 22.000 veces (documentado por Washington Post, menos mal que existen las hemerotecas). Ha machacado a las minorías, he envalentonado a los supremacistas, ha fulminado a todo aquel de su equipo que pusiera un pero o una coma en sus decisiones, no ha reconocido nunca que los Estados Unidos se enfrentaban a una pandemia y la mascarilla era sinónimo de débiles o demócratas… Ergo, comunistas. ¿Alguien ha visto una mascarilla entre los cientos de trumpistas en el interior, encaramados o fuera del Capitolio?

Pero lo más asombroso del "esto no se lo esperaba nadie" es que el "peculiar tipo" está cumpliendo fielmente su peculiar hoja de ruta al margen del partido político que le aupó a la Casa Blanca y que ahora no saben cómo sacarlo de ahí. La periodista Milagros Pérez Oliva, se preguntaba hace unos días: "¿Cuántas mentiras puede soportar un sistema político? ¿Y el mediático?". Fue después de la decisión histórica que los principales medios de comunicación de los Estados Unidos le interrumpieran su comparecencia, ante la paranoica insistencia de que le estaban robando su victoria. Los periodistas decentes no podían seguir ejerciendo de comparsas, de altavoces de un mentiroso compulsivo.

Por fin una parte de la América con sentido común, empezó a decir "basta" —aunque me temo que demasiado tarde— por el espectáculo bochornoso que está sufriendo la otra mitad de estadounidenses que no le votaron, y el resto del mundo que contempla con el mismo asombro con el que contemplaron en su día el derribo de las Torres Gemelas. Twitter y Facebook se sumaron al boicot necesario y tantas veces demandado, le cerraron la cuenta. "!Parad el robo!", vociferaba Trump desde el tantas veces cacareado "templo" de la democracia: La Casa Blanca. 320.00 seguidores alcanzó en 24 horas y crecía a razón de 10 por segundo, incitando a la violencia.

Volvemos a la afirmación de la corresponsal de TVE: "Esto no se lo esperaba nadie". Lo que pasa es que, cuando finalmente el lobo llega, nos acordamos de Santa Barba cuando truena. En estas últimas semanas ha sido un goteo constante las deserciones de republicanos que le retiraban su apoyo. 60 pronunciamientos judiciales daban al traste con la paranoia del robo. Demasiado tarde empezaron a entender que la posverdad llevaba demasiado tiempo instalada en la Casa Blanca y que estaba destruyendo la democracia.

George Bush hijo —ese comunista de toda la vida, ¿verdad?—: "Esto solo lo he visto en repúblicas bananeras". Demasiado tarde, my friend, porque estamos hablando de un país que tiene más de 300 millones de armas en sus casas, algunas de ellas ya entraron ayer en el Capitolio. Estamos hablando de un país de gatillo fácil, al que algunos medios de comunicación les sobran. Todo un espectáculo deprimente ver como arrancaba a los periodistas sus instrumentos de trabajo —las cámaras— y las pisoteaban en la calle hasta destrozarlas, igual que los nazis hacían con los libros (no les echaron gasolina para quemarlas porque no la habían llevado).

En 1814 tropas británicas asaltaron el Capitolio en su lucha por las colonias canadienses en la guerra anglo-estadounidense. En el 2001, fue uno de los objetivos del terrorismo yihadista, y en el 2021 ha sido violado por una turba trumpista alentada y promovida desde la Casa Blanca. ¿Alguien da más?

La imagen de un descerebrado trumpista reclinado en el despacho de la Presidenta de la Cámara de Diputados, Nancy Pelosi, celebrando el asalto a la democracia, estará dando la vuelta al mundo en estos momentos, como uno de los símbolos de la barbarie y de la degradación a la que ha llegado los Estados Unidos con Trump. Horas antes, durante la manifestación de apoyo a su líder, se le preguntaba a una de sus seguidoras sobre lo que estaba ocurriendo: "Esta será la última manifestación pacífica, luego correrá la sangre". Horas más tarde, cuando ya el Capitolio estaba en manos de los bárbaros, uno de ellos vociferaba: "¿Dónde cojones estáis?". Buscaban a los diputados traidores que iban a certificar el triunfo de Biden. Me recordaban a Tejero entrando en el Congreso de los Diputados, en aquel patético episodio del 23/F al grito de: "¡Quieto todo el mundo!". Entonces éramos una democracia débil, naciente, todavía tutelada, después de 40 años de dictadura. No gozábamos de los más de dos siglos de democracia estadounidense que hoy se va por la alcantarilla de la Historia.

Democracia modelo o república bananera

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Ya solo queda una incógnita por despejar: ¿Cómo le sacaran al descerebrado de la Casa Blanca? Si descartamos la grúa, se admiten apuestas.

P. D. Faltaba el toque el toque de la "Escopeta Nacional". Un diputado de Vox: "Señores, ni golpe de Estado en Estados Unidos como los progres entre lágrimas lloran ahora mismo ni nada que se parezca. Se está luchando por una parte del valiente pueblo americano por preservar la democracia y que se demuestre un fraude electoral cantado" (¡Toma ya!).

Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.

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