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La cultura también vota

Cesar Moya Villasante

Caminaba yo por una calle en mi adolescencia, allá por los 50, cuando un guardia urbano me paró para decirme que no silbara porque estaba prohibido en Viernes Santo. De esa situación de hace tantos años, hoy vemos lo que pasa en un colegio mayor de Madrid, en el que el insulto, la procacidad o la barbarie machista se acoge por la derecha con insultos a la izquierda sin venir a cuento, todo por no decir que esa acción era repugnante. Días antes, a una política de izquierdas se le insultó por referencias a educación sexual manipuladas. Aquello parece que sí era malvado. Es una explicación caricaturesca de dónde venimos y a dónde vamos.

Hace poco, otra anécdota personal —con perdón—. Un antiguo compañero de trabajo me dijo en una comida de amiguetes que sentía lo que me ocurría. Yo no sabia a qué se refería y le pregunté. La respuesta me dejó parado. Me dijo que me tenía por buena persona, pero que tenía un defecto importante: que era de izquierdas. Parece una estupidez, y de hecho lo es, pero explica en qué mundo vive una derecha convencida de su verdad, inspirada, por cierto, en la mentira, el bulo, la burrada y el insulto con la ayuda de medios en los que solo se escucha eso. Por citar a uno cualquiera: Jiménez Losantos, al que escuché un tiempo después del 11M y sentí verdadero miedo de pensar que aquello tuviera eco. Pues lo tenía y lo tiene. Y el problema es que en el nuevo sistema de vida basado en una pantalla, ya sea la del móvil o la de la tele, eso es lo que funciona. Un sistema en el que desde hace muchos años, un programa vespertino de Telecinco en el que todos se insultan unos a otros, influye en un modelo de convivencia absurdo y creado para tontos.

Escribía en una red social conocida algunos comentarios, creo que mesurados, criticando lo que vemos a diario, que la derecha se opone a cualquier avance social. He dejado de hacerlo porque, aunque recibía algunos "me gusta" de conocidos, siempre había “piraos” que exponían con grosería falsedades de la izquierda, sin reconocer ningún fallo ni nombrar lo que yo escribía. Además eran cosas tan antiguas como algunas que pasaron hace cien años dando carácter de que ahora España es un reducto exclusivo de “sociatas”, “indepes”, “catalufos” o comunistas, que no entrecomillo porque es una expresión que, según ellos, ya basta para insultar. He dejado de escribir porque considero que la grosería y la mentira no son mi afición y no me gusta entrar al trapo. Pero también pienso que es la manera que tiene el fascismo para acallarnos a los que no pensamos como ellos. Y porque esos “piraos” tenían más "me gusta" que mis comentarios.

Todo esto viene a cuento, y perdón por referirme a anécdotas personales, porque creo que en este capítulo de “Librepensadores” leo a personas con una capacidad intelectual superior a la mía, que expresan con gran nivel lo que está ocurriendo en el mundo y en nuestro país. Un hundimiento de la izquierda en manos de una derecha fascistoide, que está soportada por el 98% de los medios de comunicación. Lo último de Ferreras no ha sido para mí una sorpresa, porque hay casos similares que no se critican, pero es el comportamiento normal de cualquier canal o emisora hoy en día. Pero hay otra parte que vive en el silencio, como yo he decidido con pena por no recibir más barbaridades y es necesario reaccionar desde el intelecto, desde la palabra, para arrastrar a gentes calladas a reaccionar ante este espectáculo grosero de “ayusadas” que arrastra a tantas personas de forma inexplicable. Tengo pena de mi periódico de toda la vida, El País, que, aunque da algún respingo de libertad con la gran periodista Pepa Bueno, siente la presión aún de Cebrián, otro antiguo rojo, hoy pasado al españolismo casposo, como tantos viejos del PSOE a los que no hace falta nombrar. El amigo Escolar sabe bastante de lo que escribo.

Todas las ideologías se han mercantilizado. Todo es material y por eso vivimos el engaño de una democracia en la que viven aquellos que la quieren esquilmar

Echo de menos esa acción de un cuadro de gentes como algunos autores de esta sección a los que admiro, que podrían hacer una cierta labor de comunicación en algún lugar visible. Radio o tele, por ejemplo RTVE, que debe acoger todas las ideas para vender la explicación de esa política de calle, no de políticos, en los que existe tanta gente engañada. La inteligencia, la moderación y la empatía para decir las cosas, por parte de periodistas de categoría como aquí mismo, o personas capaces de ello, como muchos Librepensadores, deberían formar un pequeño grupo que contara de buenas maneras lo que hizo la derecha y lo que está haciendo esta izquierda. Al menos ha sido la primera que ha roto algún tabú franquista, para que esa Memoria ahora aprobada, no se vea ninguneada por una derecha a la que no le interesa ver en los medios lo que pasó en la posguerra. No en la guerra, en la que todo son excesos, pero sí en ese tramo del 39 al 75 en el que esa derecha que también existía entonces soportó con gusto ver fusilamientos sin juicos y muchas burradas más cebándose en el vencido, algo que no se veía ni en los duelos de los westerns famosos de aquellos tiempos en los que el vencedor solía perdonar la vida del vencido. Incluso se podría entrevistar a personas líderes del PP-VOX para que nos contaran sin populismo cómo afrontarán algunos problemas, como, por ejemplo, el independentismo, la presión de idiomas distintos, o la desigualdad social en aumento acelerado con cifras ya muy peligrosas. Una persona inteligente sin hipotecas sabría evitar la clásica respuesta populista que a nada conduce porque es mentira después por irreal.

En mi último libro de jubilado, Diccionario para jóvenes, (actualizado al siglo XXI) expreso un resumen del cambio que hemos vivido en este siglo ya: Todas las ideologías se han mercantilizado. Todo es material y por eso vivimos el engaño de una democracia en la que viven aquellos que la quieren esquilmar, como VOX que aloja dentro a tantos negociantes, a tantos extremistas religiosos y a los trumpistas actuales. Lo que pasa es que a mí no me lee nadie porque no soy Belén Esteban. Soy un español medio pero que ya no puede expresarse en algún lugar libre porque me tapan la boca las bestias que tenemos en este país, y digámoslo claro, desde Madrid principalmente con una líder que a mí me da vergüenza escuchar. Y contra esto es lo que yo reclamo, que gente intelectual, inteligente y con datos de verdad, imponga la otra verdad, la de lo que se hace y la de lo que se hizo. Porque dentro de la política no hay más que jirones de unos a otros para, a base de codazos, situarse. Por eso le doy importancia a gente intelectual, gente culta y que sabe la historia de España muy bien, para que rechace esas barbaridades que ahora escuchamos y que muchos aplauden. Demasiados si no los paramos de alguna manera. Sé que esta sugerencia es difícil o algo utópica para que algún político de los citados responda algo coherente, porque la sociedad en que vivimos parece no escuchar a la inteligencia, pero intentarlo valdría la pena. Los medios actuales nunca podrán llegar a esto porque se lo impide el sistema de presión existente, pero gente independiente sí puede hacerlo y yo no lo veo en ninguna parte. Por eso el título de este artículo. La gente culta también vota y no se les escucha.

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Cesar Moya Villasante es socio de infoLibre

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