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Felipe González no chochea

Verónica Barcina

A los 81 años, Felipe González no chochea. Para nada. Se mantiene fiel a la misión para la que fue elegido en el Congreso de Toulouse en 1970. En el de Suresnes de 1974, dio el golpe de timón definitivo en el PSOE con España oliendo a muerto desde que, el 9 de julio, Franco fue hospitalizado. González aprovechó la larga agonía del dictador (*) para engrasar la maquinaria del partido, usurpado a Rodolfo Llopis y al socialismo, con los millones de marcos que llegaban de Alemania. 

Mientras otros partidos y asociaciones, desde la Junta Democrática de España, exigían Democracia jugándose la vida y la libertad, González aguardaba apostado, maquinando cómo cumplir las órdenes de Willy Brandt: no dejar el espacio de la futura izquierda a un PCE muy activo contra el franquismo, a diferencia del pasivo PSOE. La misión de Felipe consistió en facilitar la Transición del capitalismo franquista a un capitalismo europeo manteniendo en sus puestos a muchos responsables del horror franquista, apuntalando la monarquía y amnistiando a golpistas asesinos. Felipe no chochea ahora, no.

González no chochea, ni Guerra, ni Borbolla, ni Redondo, ni Page, ni Barbón, ni Vara, ni Lambán, ni Robles... La misión de Felipe y de su tropa es hallar el punto de apoyo en algún diputado socialista para desalojar a Sánchez y despejar el camino a Feijóo

En 1982, siete años después de la muerte de Franco y cinco de las primeras elecciones posfranquistas, Felipe obtuvo una mayoría absoluta de 202 diputados. Los marcos alemanes dieron su fruto. Felipe y su socio Alfonso, el hermano de Juan Guerra, se vinieron arriba al ver el rotundo éxito de las chaquetas de pana entre los "descamisaos" , y el mundo asistió a una demostración de transformismo político digna de El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. "Por el cambio" fue el eslogan de campaña; “para que nada cambie”, cabría añadir. Felipe no chochea, siempre fue así.

En apenas dos legislaturas, Felipe puso los cimientos de la España moderna que hoy padecemos: privatización de lo público, desmantelamiento industrial, precariedad laboral, desactivación de los sindicatos, puertas giratorias, corrupción, control de los medios de comunicación, fastos faraónicos, pan y circo, populismo... hasta utilizó criminalmente a las Fuerzas de Seguridad del Estado. Todo el mundo contento: IBEX, Dow Jones, Nasdaq, Nikkei, Wall Street, Fráncfort... Felipe no chochea, repite hoy lo que dijo ayer.

A este trilero vino a sustituirlo otro peor, José María Aznar, que, además de gobernar para las élites financieras y empresariales, exigió a los suyos abrir de par en par las puertas del armario en el que hibernaba gran parte del franquismo desde la muerte del dictador. El personaje que organizó en El Escorial la mayor quedada de corruptos y mafiosos del país incorporó la novedad del bulo y las noticias falsas como arma política. José Mari y Felipe forman una pareja inigualable en la que es muy difícil encontrar diferencias de calado. Felipe no chochea, es un personaje de derechas radicalizado.

González no chochea, ni Guerra, ni Borbolla, ni Corcuera, ni Bono, ni Leguina, ni Ibarra, ni Redondo, ni Page, ni Barbón, ni Vara, ni Lambán, ni Robles... La misión de Felipe y de su tropa es hallar el punto de apoyo en algún diputado socialista para desalojar a Sánchez y despejar el camino a Feijóo. Lo intentaron en la anterior investidura, “¡Con Rivera NO!”, poco después de defenestrar a Pedro de la Secretaría General. González y Guerra ven que Zapatero y Sánchez son algo socialistas y no como ellos, que ocuparon el centro derecha liberal obligando al aznarismo a virar hacia el neoliberalismo de extrema derecha. Felipe no, es el PSOE lo que chochea. Desde hace un siglo.

(*) Juan Goytisolo describió la muerte del dictador: "Era torturado cruelmente por una especie de justicia médica compensatoria de la injusticia histórico-moral que le permitía morir de vejez, en la cama". Efectivamente, el parte que certificó su defunción decía: "Enfermedad de Parkinson. Cardiopatía isquémica con infarto de miocardio anteroseptal y de cara diafragmática. Úlceras digestivas agudas recidivantes, con hemorragias masivas reiteradas. Peritonitis bacteriana. Fracaso renal agudo. Tromboflebitis íleofemoral izquierda. Bronconeumonía bilateral aspirativa. Choque endotóxico. Paro cardiaco".

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Verónica Barcina es socia de infoLibre.

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