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'Harakiri' de Rivera

Pablo Quirós Cendrero

A los politólogos nos gusta reconocer el esfuerzo de algunos políticos a la hora de crear nuevas formaciones y que estas crezcan y se mantengan en la arena política española, máxime cuando, tras varias décadas de convivir dos grandes partidos de manera mayoritaria, parecía algo casi inalcanzable más que de manera residual para terceras opciones. Es el caso de Ciudadanos y de su cabeza visible, Albert Rivera. El análisis dicta que se trata de un gran triunfo ya que podríamos hablar del CDS en su tiempo, o del proyecto PRD, gran despilfarro económico sin siquiera alcanzar representación. De igual forma, hemos tenido los últimos años otra formación, UPyD, que también lo intentó sin conseguirlo.

Como apuntamos, no es nada fácil abordar un sistema establecido sibilinamente para un bipartidismo imperfecto en nuestro país. Las circunscripciones electorales lo hacen aún más complicado si asomas la cabeza por algún lado y no existe homogeneidad de apoyo en la mayoría del territorio. Los porcentajes menores de entre el 12% y el 15% hacen que el resultado sea casi insignificante. Es por ello que el caso de Rivera tiene un mérito grande y no siempre se le reconoce. Más allá de cómo inició su andadura política y de su adaptación posterior a lo establecido en el panorama político español, es de reseñar que desde la irrupción de este personaje las circunstancias han cambiado sustancialmente e igualmente lo ha hecho la formación a la que representa como líder nacional.

Recordando sus inicios en Cataluña como partido de centro izquierda (socialista no catalanista), y a su líder desnudo en las fotografías de la primera campaña electoral, hemos de constatar que han ido reconvirtiéndose hacia la derecha de una forma curiosa. Sus propios votantes los situaban como un partido de centro derecha mientras se definían de cara al futuro. Pero podemos decir que ha ido haciéndose hueco a base de codazos y de algún tumbo que otro, para situarse entre PP y PSOE. A finales de 2015 ya podíamos confirmar estos datos mediante el CIS y, además, el análisis de diferentes figuras de calado como Vicenç Navarro los situaba ya en la zona ideológica de derechas, aunque tratándose en toda regla de un catch-all party (partido atrapalotodo), no tenía grandes visos de populismo en ese momento.

En los últimos cuarenta meses, la situación ha cambiado de forma ostensible y la ubicación en el espectro político español se ha ido afianzando de la misma forma: a base de codazos y ganando seguidores en todas las contiendas electorales que han habido hasta ahora. Pero desde aquel Salvados de Jordi Évole de octubre de 2015 entre Iglesias y Rivera hasta nuestro tiempo, el populismo, las fake news y un poco del todo vale, ha hecho mella en la formación naranja mientras cosechaba resultados frente a sus rivales. El enfrentamiento con PP y PSOE cuando pactaba con ambos, el tildar a Podemos como extrema izquierda para parecer de ese centro que no existe y desplazar al Partido Popular a la derecha persiguiéndolo a ratos, ha hecho dar demasiados tumbos en busca de una línea que tenga algún sentido más que el de enfrentar a España con Cataluña y señalar la corrupción bipartidista.

Tocado Rivera tras la moción de censura ganada por Sánchez, lo del fin justifica los medios ha hecho por un lado que el PSOE pierda el Gobierno de la Junta de Andalucía, pero se ha cargado por otro la posibilidad de refrendarlo con Ciudadanos al frente del mismo, cuando el sorpasso al PP estaba casi hechosorpasso . Parecen no darse cuenta de que los electores que han optado por su formación anteriormente han votado a otros partidos políticos y, por lo tanto, no tienen una conciencia política en blanco a rellenar por ideas naranjas, sino que son las ideas de esos votantes las que buscan refugio en un partido que dice estar a la izquierda del PP y a la derecha del PSOE.

La pretensión de estar por encima de los votantes acaba pasando factura y la aparición de una formación de ultraderecha en nuestro país ha dado un golpe claro a Ciudadanos, que no parece querer darse cuenta. El hacer la goma cual ciclista, en este caso hacia la derecha, en función de los postulados de unión nacional y de recentralización que rayan la inutilidad y contradicen la Constitución de la que tanto hacen gala. Despiden a electores que les han depositado su confianza para que forzaran a gobiernos de PSOE y de PP a no tomar posiciones extrañas a la moderación, en un efecto contrario a los que lo han hecho con Podemos en referencia al PSOE, para que fuese más de izquierdas.

Ciudadanos ha ido creciendo poco a poco, pero de una forma que se iba sustanciando hasta la aparición de Vox. Ahora las encuestas empiezan a ponerle nombre y apellidos a los votantes que se separan de la formación, volviendo a lugares anteriores o definiéndose por grupos con mayor consistencia en la ideología de derechas que el partido naranja. Si bien la volatilidad del voto se ha acentuado de forma extrema en los últimos tiempos, y calculamos que ronda un 35%, el electorado que decide su voto cada vez más al final, salvo errores manifiestos de otros partidos, que seguro los habrá, no nos parece que cambiarle la última letra al nombre (Ciudadanox), no deje de restarle votantes a Rivera. Y avisar de que no se va a pactar con tal o cual sí es lo que más claramente decide el sufragio para otros.

Posiblemente el sorpasso se dé en algunas circunscripciones, ya que el PP va en caída libre, pero la oportunidad de Albert Rivera parece desvanecerse en el ambiente de pólvora e incienso que nos depara la inminente campaña primaveral.

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Pablo Quirós Cendrero es socio de infoLibre

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