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La integridad de las hienas

José Amella

En la novela Libertad de Jonathan Franzen uno de los personajes dice:

—La integridad es un valor neutro. Las hienas también tienen integridad.

Ese personaje resta importancia a la palabra integridad si se la da al hecho de ser una hiena. Del contexto del personaje se deduce que considera la palabra integridad carente de un significado inmutable dada su adaptabilidad a diferentes y hasta opuestas situaciones personales y políticas a lo largo de la historia. Por eso en el espejo del lector, el autor habla de las hienas: el carroñero por antonomasia. Dice de ellas que tienen su integridad y de ahí deduce el valor neutro de la integridad, si nos limitamos a entender por ese vocablo a la integridad como la coherencia entre ideario y comportamiento, entre palabras y actos, entre código genético y actos. Con esa limitada significación se puede atribuir a las hienas integridad, pues al sustraer todo atributo de los polos que ligan esa coherencia, vaciamos su contenido y decimos que una persona es valorable por ser coherente, sin pensar en las consecuencias de esa coherencia, las cuales no dependen de ella sino del ideario que defiende y de las medidas que comporta, quiénes las costearán y a quiénes beneficiarán. Es decir, la valoramos por ser coherente en lugar de por dónde conducen la implementación de sus palabras, cuando su único mérito ha residido en que ha hecho o intentado hacer lo que dijo. En otras palabras, no ha mentido. Lo cual es preferible al mentiroso, pero pueden ser equivalentes las consecuencias del uno como del otro, si no se reflexiona sobre lo que dice el coherente y el mentiroso.

La maleabilidad de términos como integridad es posible porque se los despoja de las cualidades que les dan carta de naturaleza. Así, la integridad se transforma en mera coherencia, y sucede que:

Los asesinos profesionales también tienen su integridad cuando cumplen escrupulosamente lo pactado con el que les ordena matar a cambio de un salario. La ley de la selva es la única ley que rige cuando la vida está sujeta a códigos profesionales sin otros requisitos que los compromisos de las partes contratantes. Si se comportan como hienas es precisamente porque su coherencia adolece de empatía por la víctima y, además, por encima de ella aluden a su contrato personal.

Los miembros de las tribus urbanas que, apelando a sus códigos de honor, se enfrentan a muerte entre sí, también tienen su integridad. Su integridad no les exculpa de ser o comportarse como unas hienas pues por encima de la empatía por los otros colocan en un altar su código de honor y aducen que su seguridad individual y la de la tribu precisa del estricto cumplimiento de sus tribales códigos de honor. De nuevo inmersos bajo el dominio de la ley de la selva.

Los miembros de la Gestapo que masacraban a judíos, gitanos, disidentes políticos y a cualquiera que pusiera en cuestión su ideario y actos, también tenían su integridad. Su integridad no les exculpa de ser o comportarse como unas hienas. Esto es así ya que el cumplimiento de las órdenes, bien por miedo, bien por ideario o bien por salario, hacían caso omiso del llanto y crujir de dientes de los otros, sin tomar conciencia plena de que esa superioridad descansaba no en el cumplimiento de sus juramentos nazis, sino exclusivamente en el uso indiscriminado de la fuerza; es decir la expresión fidedigna de la ley de la selva.

Los militares que se levantaron contra el legítimo gobierno republicano también tenían su integridad. Su integridad no les exculpa de ser o comportarse como unas hienas. Hacían del dolor y miseria de los otros el precio a pagar por oponerse a una idea de una "España Una, Católica y Tradicionalista". El desprecio ante los vencidos y el autoelogio de los perjuros transformaba los reclamos de la conciencia ante la injusticia en trinos enmudecidos por la violencia de las armas. La ley de la selva había ganado una batalla.   

Las policías patrióticas también tienen su integridad. Su integridad no les exculpa de ser o comportarse como unas hienas. Esto es así ya que el cumplimiento de las órdenes bien por miedo, bien por ideario, bien por salario, hacían del incumplimiento de la ley una premisa necesaria como si de una ley se tratase para volver y mantener el orden que los perjuros habían establecido. Si había que inventarse pruebas, se elaboraban, si había que calumniar se calumniaba, si había que pagar a periodistas con los fondos reservados tenían ese uso legitimado por un ideario sustentado en prebendas funcionariales. Algunos miembros de las fuerzas de seguridad del estado trasformados en sicarios de los añorantes, también por miedo, ideario, salario, valedores del retorno a las virtudes de la ley de la selva.

La integridad no exculpa de ser o comportarse como unas hienas

Los jueces que dictaban sentencias de acuerdo con los dictados del régimen nazi, también tenían su integridad. Su integridad no les exculpa de ser o comportarse como unas hienas. Valga lo dicho para los miembros de la Gestapo, aunque con el agravante de que las togas no son uniformes militares, sino signos de una balanza igual para todos sin distinción ni discriminación alguna. No hacerlo así es dictar sentencia a favor de la ley de la selva.

Los jueces de los juicios sumarísimos posteriores a la guerra civil también tenían su integridad. Su integridad no les exculpa de ser o comportarse como unas hienas. Valgo lo dicho en el párrafo anterior.

Los políticos herederos del franquismo también tienen su integridad. Su integridad no les exculpa de ser o comportarse como unas hienas. De otro modo no obviarían lo acontecido en la historia de España, no utilizarían a policías patrióticas, de poner condiciones al cumplimiento de la Constitución y de alimentar el odio a través del insulto, la calumnia y la invención de tramas y conspiraciones que solamente encubren su intento de imponer de nuevo su la ley de la selva, de su ley y de su selva.

Los jueces que aplican la ley conforme a su ideario personal y no conforme al contenido de la ley también tienen su integridad. Su integridad no les exculpa de ser o comportarse como unas hienas. Valga lo dicho para los miembros de la Gestapo, aunque con el agravante de que las togas no son uniformes militares ni partidistas, sino signos de una balanza igual para todos sin distinción ni discriminación alguna. No hacerlo así es dictar sentencia a favor de la ley de la selva.

Los ciudadanos que discriminan por creencias religiosas, de género, estatus social, estatus económico, estatus cultural, abolengo o nacionalidad, también tienen su integridad. Su integridad no les exculpa de ser o comportarse como unas hienas, aunque con el atenuante de que desde las hienas a sueldo les abruman con falsas informaciones, con medias mentiras y con verdades menores para facilitar la ingestión y digestión de las tropelías que se cometen desde los púlpitos mediáticos, empresariales, eclesiales y políticos. Pero no todos los púlpitos mediáticos son iguales ni los empresariales ni los eclesiales ni los políticos.

Solamente la reflexión sobre todos los púlpitos puede hacer que palabras tan hermosas como integridad no sean el cebo que nos convierta en carnaza de las hienas. 

 

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José Amella es socio de infoLibre

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