Los que justifican la guerra

Pedro Jiménez Hervás

¿Qué es hoy ser pacifista? ¿Desear alargar un conflicto hasta la victoria final de uno de los dos bandos? ¿Apoyar al país que consideramos más débil e inocente?  

En la guerra Ucrania-Rusia son muchos los creadores de opinión comprometidos con un solo bando, el de Ucrania… El país que abraza la democracia y Europa… el frágil territorio que ha sido asaltado por la implacable Rusia… Imperialista y autócrata, comunista y tirana... Soviética y corrupta… 

A estos articulistas no les interesa conocer los posibles antecedentes del conflicto. Las verdaderas razones del horror… De hecho, no consideran que la guerra sea un engaño. Para ellos, y ellas, la cosa es muy sencilla. Rusia ha invadido Ucrania por no seguir sus pasos. Así que Europa está obligada a ayudar a Ucrania con dinero y armas. Punto. Eso sí, cada uno desde su propia casa. Preservemos cierto espíritu de neutralidad.

A estos opinadores de prensa y televisión poco importa que la OTAN incumpliera su palabra y se acercara a Rusia con sus misiles. Ahora le ha tocado a Ucrania. Pero Ucrania tampoco está sola. Detrás de Ucrania se esconde Gran Bretaña, con sus intereses. Y Estados Unidos, con los suyos. ¿O qué país ha sido el que ha volado los oleoductos Nord Stream?  ¿Por qué no se atienden las investigaciones del periodista Seymour Hersh? ¿Cuánto dinero ha ganado Norteamérica desde entonces con su gas, ese mismo que antes vendía Rusia a menor precio?

El lenguaje guerrero de los medios de comunicación parece normalizado. Propio de los que quieren sacar tajada. Seguimos sin aprender nada

El relato de que Europa sigue instrucciones de EEUU no interesa. En la mente de estos mismos talentos de escritura fácil persiste la idea de que apostar por Ucrania sirve para desgastar a Rusia. Y, de paso, preservamos nuestro estilo de vida.  

Mientras, tenemos que escuchar al líder del país atacado reclamar armas y más armas. Dinero y más dinero. Como si esa exigencia teledirigida no supusiera más sangre y engaño para la población, que de nuevo vuelve a ser utilizada como carne de cañón. 

¿Cuántas iniciativas de paz hemos presenciado desde que se desató este conflicto? Ninguna. Si, de verdad, queremos castigar a un país, ¿por qué no hablamos de boicots artísticos, deportivos, suspensión de relaciones comerciales, interrupción de exportaciones, paralización de circuitos turísticos? Mejor jalear los bombardeos, el exterminio de prisioneros, las masacres indiscriminadas, la asistencia técnica, el enterramiento de soldados vivos y el uso de la población civil en el frente…

La propaganda emborrona el auténtico drama de la vida diaria y de la guerra. De nuevo la guerra se comprende y justifica. Para la casi totalidad de las televisiones, radios y periódicos, las hostilidades son una consecuencia inevitable de algo, o de alguien. Y se jalea a uno de los dos bandos. Como si se tratara de un duelo que se observa desde la comodidad de la distancia kilométrica. El lenguaje guerrero de los medios de comunicación parece normalizado. Propio de los que quieren sacar tajada. Seguimos sin aprender nada.

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Pedro Jiménez Hervás es socio de infoLibre.

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