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El momento del teatro

Librepensadores nueva.

José Amella Mauri

Son las propias características del teatro las que le dan su gran oportunidad.

Es un espectáculo en vivo difícilmente sustituible por emisiones televisivas. Justo lo contrario que el cine, que año tras año goza de mejores medios para ser disfrutado en los domicilios.

Tanto el cine como el teatro comparten que su disfrute fuera del domicilio fomenta la socialización e incrementa el placer del mismo.

El carácter único de cada representación teatral no se resalta suficientemente en la promoción del teatro. Es un espectáculo en vivo y, como todos los espectáculos en vivo, es único en cada representación. No es un competidor del cine, si lo fuera bastaría con retransmisiones de las obras de teatro. Una película puede verse en casa y en cualquier momento será la misma película, aunque nosotros no seamos los mismos. La misma obra de teatro vista en dos sesiones sería distinta, aunque nosotros fuéramos los mismos. Diferencia sustancial entre cine y teatro.

Por otra parte, habría que quitarle el barniz de ser un espectáculo sólo consumible por un público selecto. A este barniz contribuyen:

  1. La escasa atención que se le proporciona durante la educación escolar básica. La literatura, la pintura y la escultura, por este orden, se sitúan uno o varios pedestales por encima de las obras de teatro. Fomentar su enseñanza contribuiría a fomentar el uso y disfrute de la obra teatral, y quitarle un barniz que solamente su discriminación escolar le ha proporcionado.
  2. También ayuda (¡cómo no!) el precio de las entradas. No cuesta lo mismo la entrada de un cine que la entrada a un teatro. La discriminación monetaria actúa en detrimento de la posibilidad de acceso al teatro de una parte numerosa de la ciudadanía y, a la vez, le concede un estatus diferenciador: solamente las personas de un determinado nivel de renta pueden acceder. De ahí se colige, equivocadamente, lo de un mayor nivel cultural. La ley de la oferta y demanda, con muchísimas matizaciones respecto de la mano invisible que domina el mercado, es la que determina los precios de los bienes, no la calidad de los bienes. Aquí nos encontramos con un problema arduo, de difícil solución, pero no imposible, pues todo en la vida tiene su resolución. Los sujetos activos en una obra teatral son los espectadores, los actores, los dramaturgos, los responsables del escenario, los promotores y los propietarios de las salas. Entre todos ellos les corresponde encontrar una solución para que el precio de las entradas no sea un obstáculo discriminatorio. Si acuden a la Administración como única solución, el resultado está cantado.

 

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José Amella Mauri es socio de infoLibre

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