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La muerte en Gaza de la niña palestina Hind Rajab

Juan José Torres Núñez

Con la foto de esta niña palestina de seis años en mis manos, vestida con su traje de graduación reciente, y el vídeo que he visto en el canal de televisión de Al Jazeera, me pregunto por qué los criminales sionistas-nazis quieren la extinción del pueblo palestino. Ya llevan más de 13.000 niños asesinados, sin contar los que aún siguen debajo de los escombros, y ahora preparan su asalto a Rafah, en el sur de Gaza, donde les obligaron a desplazarse para que una vez que tuvieran a todos acorralados, pudieran seguir con su carnicería y acabar con los más de 600. 000 niños que quedan allí durmiendo en tiendas de campaña, hambrientos, con frío y con enfermedades. 

Sentado en mi escritorio, con la foto en una mano y la pluma en la otra, siento la necesidad de responder a la petición que hace Julia Abusharr en su artículo “Reflexiones de horror, recuerdo y nuestra negativa a perdonar”. Esta estudiante universitaria egipcia-palestina, que vive en Estados Unidos, pide que ante la injusticia de estos crímenes impunes, los testigos “debemos asegurarnos de que todos lo sepan”, utilizando  los medios a nuestro alcance. 

Yo soy un testigo de esta muerte cobarde y he visto el coche Kia negro destrozado con las ventanillas rotas por la metralla, convertido en un amasijo de chatarra. Según informa detalladamente Jeffrey St. Clair en su artículo “Un grito en la oscuridad: ’Por favor, ven, ven y llévame’”, el coche “fue encontrado cerca de la ambulancia que se había enviado para rescatar a Hind, también destrozada por los proyectiles de los tanques israelíes y los disparos”. Estamos obligados a fijarnos bien en estos soldados, los mejores armados por Estados Unidos, disparando y matando a una niña palestina metida en un Kia negro, con mucho miedo. ¿Se han entrenado estos criminales sionistas-nazis para matar niñas y niños?

La ambulancia encontró el coche porque Hind, según el relato de St. Clair, se escondió con su prima Layan Hamadeh, de quince años, sangrando con heridas en la espalda, las manos y los pies. Layan llamó a la Media Luna Roja y les rogó que vinieran a rescatarlas  porque los soldados estaban disparando. “Estamos en el coche. El tanque está al lado de nosotras”. Después de los disparos, la conexión se cortó. La operadora de la Media Luna Roja volvió a llamar y Hind contestó aterrorizada, informándoles “que todos los demás en el coche ya estaban muertos”: Layan, su padre, su madre y sus tres hermanos. Hind le dijo a la operadora, Rana Al-Faqueh, que estaba “cerca de la gasolinera Fares en el barrio de Tel al-Hawa”, su barrio. Y añadió que “todo el barrio parecía estar sitiado por los israelíes”. Hind estuvo tres horas esperando con sus familiares muertos en el coche. “Tengo miedo de la oscuridad” –le dijo Hind a Rana. “Venid a buscarme”. Y la línea se cortó para siempre. 

Se coordinó un plan de rescate tan pronto como se pudo y se envió una ambulancia al lugar que Hind había indicado, con dos paramédicos, Ahmed al-Madhoon y Youssef Zeino. Al llegar al barrio Tel al-Hawa, informaron a la Media Luna Roja que las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) estaban apuntando a la ambulancia. La Media Luna Roja escuchó los disparos y una explosión. La línea quedó en silencio. Cuando la operadora contactó con las FDI durante “la búsqueda frenética de Hind, Ahmed y Youssef, dándoles las coordinadas del coche”, los israelíes les dijeron que “no estaban familiarizados con el incidente descrito”. La evidencia de lo que estos criminales habían cometido, la desconocían. Eso sí, como profesionales del crimen respondieron que estaban “investigando” el incidente.

Como estaban investigando en el lugar del crimen, nadie pudo entrar en la zona de Tel al-Hawa hasta que los israelíes se retiraron a los 12 días. El cuerpo de Hind Rajab “fue abandonado por los israelíes para que se descompusiera en el Kia negro, junto a Layan, sus padres y sus tres hermanos”. Es decir, 12 días antes “de que alguien descubriera lo sucedido”. Y también, 12 días antes “de que alguien encontrara a Ahmed y Youssef”. Todos, pues, quedaron abandonados en el mismo lugar donde les habían disparado a bocajarro y sin piedad dos veces, con la alta tecnología recibida de EEUU. Estos criminales, al querer borrar del mapa a los palestinos, están poniendo en práctica lo que Hitler hizo con los judíos, con una diferencia: los sionistas han perfeccionado la aplicación de los métodos hitlerianos sobre la eliminación sistemática del pueblo palestino.

No olvidemos que esta trágica historia sobre la muerte de Hind, sus familiares y los dos trabajadores sanitarios, “tuvo lugar tres días después de que la Corte Internacional de Justicia advirtiera a Israel que debía dejar de cometer actos de genocidio, dejar de matar civiles, y dejar de matar niños y trabajadores de la salud, una sentencia que Israel no solo ha ignorado, sino que ha desafiado abiertamente”, como subraya St. Clair. Y ahora resulta que según Israel los culpables son “las víctimas”. La contestación israelí fue tajante porque como Tel al-Hawa era una zona militar, cualquier palestino que se moviera por las calles del barrio “era un objetivo legítimo”. St. Clair compara las reglas de enfrentamiento de las FDI con las de las tropas estadounidenses en Vietnam, al recordar la tragedia de la masacre de la aldea May Lai. Esto ocurrió el 16 de marzo de 1968, cuando una compañía de estadounidenses empezó a disparar indiscriminadamente contra campesinos y campesinas, sin ninguna provocación y sin distinción de edades ni sexos. Las reglas en estos dos casos son las mismas: disparar a todo lo que se mueva. Esta violencia indiscriminada ha llevado al descenso a las tinieblas a EEUU y a Israel.

Este descenso lo acabamos de ver en la respuesta que Estados Unidos ha dado a la resolución propuesta por Argelia en el Consejo de Seguridad de la ONU al pedir un alto el fuego humanitario en Gaza, dando así un ejemplo al mundo entero, junto con Sudáfrica, al exigir poner fin al genocidio que estamos viendo en televisión. Estas dos naciones del Sur Global representan la cooperación, la paz y la  esperanza, mientras que el Norte Global representa la guerra permanente. Estados Unidos, La Unión Europea y la OTAN deberían aprender de estas dos naciones.

Ya llevan más de 13.000 niños asesinados, sin contar los que aún siguen debajo de los escombros, y ahora preparan su asalto a Rafah, en el sur de Gaza

La embajadora estadounidense ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, vetó por tercera vez, el martes día 20 de febrero, la resolución de Argelia que pedía el fin de la guerra. La embajadora alegó que “la resolución no lograría devolver a los rehenes y entregar ayuda humanitaria”. Y añadió que la Administración Biden trataba con Catar y con Egipto “pactar una pausa humanitaria en el conflicto”. Y presentó su propia resolución pidiendo “un alto el fuego temporal”. Esto es un insulto vergonzoso y despreciable. Este genocidio no se puede combatir con pausas temporales, pues una vez que Netanyahu tuviera los rehenes, que tanto le preocupan por las manifestaciones de su pueblo, seguiría con el genocidio hasta la victoria, como ha prometido. Lo que se necesita es un alto el fuego y acabar con la ocupación y el genocidio de Palestina. 

En la votación 13 países votaron a favor y hubo un solo voto en contra: el de EEUU. El veto tuvo efecto debido a la parálisis de la ONU. El embajador de Argelia ante la ONU, Amar Bendjama, dio una respuesta contundente y sin ambages a esta votación al declarar que el único voto de la embajadora estadounidense en contra de la resolución “implica un respaldo a la violencia brutal y el castigo colectivo que se está infligiendo a los palestinos de Gaza”. Esto queda demostrado con la información del corresponsal de Al Jazeera, Tareq Abu Azzoum: “Durante la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU ha habido ataques sobre el territorio de Gaza”. Y un hombre palestino gritó desesperado: “Fuimos a buscar harina, pero luego nos dispararon proyectiles y los tanques avanzaron hacia nosotros”.

Los trabajadores de la sanidad no pudieron rescatar a Hind Rajab, pero la sonrisa que tiene en su foto de graduación siempre quedará en nuestro corazón. 

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Juan José Torres Núñez es escritor y socio de infoLibre.

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