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Un museo de la Guerra Civil

Javier Paniagua

Mas de 150 años después de terminada la Guerra Civil en EEUU,  con un saldo de unos 600.000 muertos, en algunos de los 11 Estados del sur que formaron la Confederación y se enfrentaron a la Unión (1861-1865) presidida por Abraham Lincoln, varias manifestaciones protestaron en Carolina del Norte y Virginia por las estatuas y símbolos de los líderes confederados que aún permanecen en calles y edificios públicos, como las del general más representativo de ejército sureño, Robert, E. Lee,  del presidente confederado Davis Jefferson, y de otras personalidades que defendieron la esclavitud y la supremacía blanca. Todavía quedaban en pie más de 700 estatuas de dirigentes confederados, algunas incluso en el Capitolio de Washington. En la ciudad Charlottesville (sede de la Universidad de Virginia) un miembro del supremacismo blanco mató a una mujer de 32 años al embestir su coche contra los manifestantes antirracistas que apoyaban la decisión del alcalde de desmantelar las estatuas de confederados. La lucha contra los símbolos estalló a raíz de que un ultraderechista, defensor de la Confederación, mató en junio de 1915 a nueve feligreses de una iglesia negra en Carolina del Norte

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En la Inglaterra del siglo XVII, Oliver Cromwell, un mediano propietario agrícola y puritano defensor de la Iglesia presbiteriana, derrotó en una guerra civil a la monarquía de Carlos I, llevándolo al cadalso, y se proclamó el Lord Protector en 1653 de una República (Commonwealth of England) hasta su muerte en 1658, pero después de un corto mandato de su hijo, Richard Cromwell, volvió al trono Carlos II. En 1661 sacaron de su tumba de Westminster a Oliver, separaron la cabeza del cuerpo y la colgaron a la vista de todos para “desencantar” su figura.  Pero en Gran Bretaña su estela duró hasta el siglo XIX, con las fracturas sociales, religiosas y políticas causadas por la guerra civil, y su repercusión en Irlanda y Escocia. En Francia, hasta un siglo después de la Revolución, no hubo conmemoraciones destacadas, por encima de los logros revolucionarios muchos franceses la sintieron como una guerra civil que afectó a sus vidas. Solo con la consolidación de la República se organizaron visitas por las calles y edificios emblemáticos del París revolucionario, con recuerdos significativos como el Jeu de Paume en Versalles, donde se reunieron los Estados Generales y proclamaron la igualdad de todos ante la ley, la plaza de la Concordia donde Luis XVI fue guillotinado o el museo Carnavalet que describe la historia completa de la capital. Hoy existe un gran museo de la Revolución Francesa en el Chateau Vizille, a 16 km de Grenoble, inaugurado en 1983. En efecto, la Revolución consolidará el patrimonio artístico y antropológico de Francia como una manera de fortalecer la unidad nacional, y así, en los museos públicos se refleja la memoria de un pueblo que, como señala el historiador Tony Bennet, es el homenaje que la nación se da a sí misma (The Birth of the Museum, 1995) y representa la justificación histórica de su existencia. Pero evitará la confrontación entre memorias cuando diferentes colectividades enfrentadas sigan vivas -es lo que ocurre actualmente entre las interpretaciones de palestinos e israelíes-, ya que los rescoldos de las guerras civiles, aunque haya pasado mucho tiempo, permanecen en los recuerdos sentimentales y familiares de los pueblos que las han padecido.

Por eso, cuando me llamó Joan Santacana, -tal vez uno de los diseñadores de museos más importante de España, profesor de la Universidad de Barcelona- y me preguntó si podía dar mi nombre al Gobierno de Aragón como coordinador de la Comisión de investigadores que deben proponer la narración de un museo sobre la Guerra Civil española en Teruel, con especial referencia también a la batalla de Teruel, me planteé si después de 82 años del comienzo de aquella guerra era posible consensuar un relato asumido por una gran mayoría. No existe todavía ningún museo oficial, y este tal vez podría contribuir a superar las pasiones que condicionan la mentalidad de muchos españoles, hayan o no participado en aquella contienda.

Javier Paniagua es socio de infoLibre

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