No es planeta para 'sapiens'

Ahora que se han apagado los ecos de la última COP y la crisis climática deja de ser noticia, cabe preguntarse si estas reuniones en realidad contribuyen a rebajar la preocupación social y a desincentivar la movilización ciudadana. Si nuestros sesudos líderes no toman medidas contundentes, será que no es tan grave. Por su parte, los partidos y asociaciones ecologistas llevan décadas tratando de trasladar las evidencias científicas a la sociedad sin caer en el catastrofismo, lo que según los entendidos en comunicación derivaría en una suicida pasividad. Decía Entzioni que se necesitan sociedades activas para superar esta apatía, sin embargo existen tres poderosos agentes económicos, sociales y políticos interesados en no salir de ella.

Primero, las petroleras y gasísticas siguen sembrando dudas, si no ya sobre el cambio climático, sí sobre su inminencia e irreversibilidad. Son prisioneras del capitalismo, que les empuja a crecer en beneficios si no quieren ser fagocitadas o expulsadas del mercado. Segundo, un número creciente de ciudadanos-consumidores que esperan con entusiasmo los BlackFridays, los Cibermondays y cualquier oportunidad de adquirir artefactos innecesarios. Una de las pocas leyes que los sociólogos se han atrevido a formular postula que los lujos tienden a convertirse en necesidades. Cuando nos acostumbramos a un nuevo lujo, lo damos por sentado y hasta lo exigimos a los gobernantes, el tercero de los agentes, que necesitan de estos consumidores saciados para mantenerse en el poder.

Cuenta Harari, en De animales a dioses, como la revolución cognitiva del sapiens le permitió alcanzar la cúspide de la cadena trófica hace 70.000 años y empezó a esquilmar exponencialmente recursos hasta su agotamiento. Desde esta perspectiva, el capitalismo no es el único culpable, puesto que no existía entonces, sino un catalizador eficaz de la extinción de las especies y eventualmente de la nuestra, si no emerge pronto un disruptor que supere el individualismo y la pasividad. Desde luego no podemos esperar un nuevo azar genético que derive en una revolución cognitiva 2.0; la respuesta tiene que ser conjunta, consciente y urgente.

La historia reciente nos deja ejemplos notables de movilizaciones como el mayo francés, la primavera árabe o el 15-M español. En estos antecedentes, los actores que más tenían que ganar y los que menos tenían que perder, porque nada tenían, estuvieron en el preámbulo revolucionario. Hace tiempo venimos vislumbrando un destello en la movilización juvenil, que es la que se juega la subsistencia y contra la que los grupos más reaccionarios de los tres agentes mencionados no han tardado en lanzarse. ¿Será la juventud y el resto de la sociedad capaz de doblegarlos y reconducir la situación? No queda tiempo que perder.

Carlos Carvajal Martín es socio de infoLibre

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