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No son monstruos, son machistas

Antonio García Gómez

“El mejor truco que inventó el diablo fue convencer al mundo de que no existía”. (Baudelaire)

 No es violencia doméstica, es violencia de género.

“Todos somos Giulia”. Última víctima de la violencia machista en Italia que ya en el presente año ha superado con creces, en mala hora, más de cien asesinatos de mujeres por parte de sus parejas o exparejas, por ser mujeres, víctimas del machismo imperante, heredero de un patriarcado que persiste.

Y esto es lo que ha dicho la hermana de Giulia sobre el asesino que acabó con su vida, salvajemente, más de 26 puñaladas, acuchillada, incluida la desfiguración de la víctima, por no haber aceptado la separación propuesta por Giulia, una ruptura de una pareja como la que formaban ambos, ideal, universitaria, acomodada, educada y seguramente ¿prometedora?: “A menudo se define a Filipo Turetta como un monstruo, pero monstruo no es. Un monstruo es una excepción, una persona ajena a la sociedad, una persona de la que la sociedad no debe responsabilizarse. En cambio, esa responsabilidad existe. Los 'monstruos' no son enfermos, son hijos sanos del patriarcado, de la cultura de la violación”.

Ahora mismo se sabe y se sobrelleva disimulando que, en nuestro país, uno de cada cuatro jóvenes admite como tolerable ”cierta violencia” ¿correctora? en las relaciones sentimentales, naturalmente contra la pareja, contra la adolescente o la joven, naturalmente mujer, a merced del maltratador mchista.

El próximo diciembre se cumplirán 26 años del asesinato de Ana Orantes, una mujer de sesenta años que acudió a confesar públicamente su existencia de horror y sometimiento, desde hacía varias décadas, junto a su maltratador, su pareja “con papeles”, el padre de sus hijos, un matrimonio integrado en la sociedad, bajo el paraguas del silencio cómplice de “esos asuntos domésticos” que se resolvían en casa, condenados, una vez que la mujer pidiera legalmente la separación de su maltratador, a seguir conviviendo en la misma casa hasta que se decidiera, sin prisas, con desesperación para la víctima más vulnerable, la mujer. 

Hasta que acaeció el crimen. Desde que aquello, un crimen execrable, sirviera para visibilizar de alguna manera la “violencia de género”, la misma que hoy en día, numerosos responsables políticos/as municipales, autonómicos y nacionales, niegan con contumacia, con tal de no poner en entredicho el “patriarcado”.

Como consecuencia de esa violencia de género, desde 2013, 428 niños y niñas han quedado huérfanos

Hace muy pocos días en “El puente de Vallecas”, un hombre estranguló a su pareja, víctima (tras dos días de agonía) de un crimen más de “violencia de género”, con autoría de un maltratador machista, violento y miserable. Por cierto, el sujeto en cuestión era español, aclaración debida ante quienes buscan fisuras inconsistentes y maliciosas.

“Cuando se produce un asesinato machista a menudo se intenta encontrar una explicación o se establece un amago de razonamiento. 'Fue un crimen pasional', 'se sentía humillado', 'se puso celoso', 'se le tuvo que ir la cabeza por algún motivo', 'es un puto loco', 'ni siquiera es de aquí', 'es un enfermo', 'perdió el control”' . (Lucía Taboada).

Incluso que “fue un divorcio duro”, tal y como dejó dicho Feijóo para justificar lo injustificable de un compañero señalado de su partido.

Y, con todo, seguiremos cometiendo el error de fijarnos en los asesinatos, casi exclusivamente, cuando el menosprecio y el maltrato forman parte del día a día de miles y miles de mujeres sufriendo ¿la exaltación del amor por medio?, en definitiva, a cargo de ¡la violencia de género!

Diariamente, en España se presentan una media de 535 denuncias por violencia de género, 106 por agresiones sexuales y 25 por violaciones. Y en lo que va de año ya se llevan más de 53 asesinatos.

Como consecuencia de esa violencia, desde 2013, 428 niños y niñas han quedado huérfanos.

El pasado domingo, hacia el mediodía, otro infame machista degolló a su pareja de 25 años y a su propia hija de apenas 5 años. Otro horror, otro espanto, otro crimen solapado, hasta que revientan las costuras del disimulo y la privacidad e irrumpe con toda su maldad. Una maldad, increíblemente, disculpada al no querer decir la verdad de la violencia de género cuando se hace incontestable, cuando los más miserables acusan de “hipócritas” a quienes no quieren cerrar los ojos, no quieren utilizar eufemismos, no quieren caer la complicidad inaceptable.

Y, de momento, ya se han contabilizado este año 54 asesinatos de género. Y seguirán muchos negando la urgencia de llamar a las cosas por su nombre, de querer aumentar los recursos, de informar y formar desde las escuelas, los colegios, de cambiar radicalmente de comportamiento personal, social, condescendiente con ese patriarcado anclado en el desprecio, el sometimiento y la aceptación de la igualdad rigurosa, concebida, aceptada, y luchada a brazo partido.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

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