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Olavide: una plaza en gris, triste y mal diseñada

Felipe Domingo Casas

 El Ayuntamiento de Madrid, a través del Área de Gobierno de Obras y Equipamientos, está reurbanizando la plaza de Olavide y su entorno. Se urbanizan de nuevo,  con fondos europeos, 26.339 mt2 del barrio de Trafalgar en el distrito de Chamberí, lo que convierte a esta actuación en una obra de las más importantes de la actual legislatura del alcalde, José Luis Martínez-Almeida. Como dice el Ayuntamiento, el proyecto de “reurbanización del entorno de Olavide supone abundar en la recuperación de un espacio urbano emblemático del distrito de Chamberí”. 

La plaza de Olavide es el epicentro de un barrio relativamente modesto que,  por sus dimensiones, las ventajas que ofrece al barrio y  la popularidad “extraescolar” que ha conseguido entre los niños, además de por la docena de bares y restaurantes que se han asentado en ella, atrae como un polo imantado a cientos de jóvenes madrileños y otros advenedizos, ciertamente cuneros. Su localización también es determinante.

Ocupa un espacio urbano estratégico al que acceden ocho calles y a cuya plaza cobijan y protegen las calles más ruidosas por el tráfico de Fuencarral, Luchana, Santa Engracia y Eloy Gonzalo. La plaza es como una laguna de tierra, asentada sobre un aparcamiento, rodeada de edificios, sin la naturaleza virgen e intocada de Peñalara.

La están urbanizando “con la renovación completa de firmes y pavimentos con superficies drenantes y materiales de alta calidad”, vuelve a decir el Ayuntamiento. Se ha previsto, dice el proyecto, la utilización de pavimentos de diferentes texturas y colores, en función del uso específico de cada una de las zonas  que constituyen la plaza. ”Para la pavimentación de las áreas estanciales, se han diseñado un pavimento ecológico terrizo tipo Aripaq o equivalente de 10cm de espesor y un anillo exterior confinando dicha área, constituido por un pavimento de adoquín de hormigón prefabricado “de color mies” de 6x6x6, envejecido.

 Álex Grijelmo se refiere al  color de las palabras cuando afirma que “sorprende con qué facilidad los seres humanos vinculamos las palabras que designan colores con objetos que ofrecen una tonalidad muy distinta de lo que el propio vocablo parece indicar”, y pone como ejemplos que en castellano, al vino amarillento, le llamemos blanco, y al vino rojo, vino tinto, mientras los ingleses hablan de “red wine”, de  “vin rouge” los franceses, “vino nero” los italianos o los catalanohablantes de “vi negre”.

Sorprende, pues, con qué facilidad el Área de Gobierno de Obras y Equipamientos utiliza palabras bonitas para hablar de pavimentos de la plaza (pavimento ecológico terrizo, de color mies), cuando  los distintos pavimentos utilizados son todos tonalidades del color gris glaciar, tristes, funerarios y sin concesión e inventiva a otros diferentes colores, como tenía la plaza.

Es un hecho, ya mundial, que las ciudades avanzan, tanto en los barrios ya consolidados y centenarios como en los nuevos desarrollos urbanísticos creando entornos más amables, más saludables y menos ruidosos, más verdes y menos asfaltados, más amplios para caminarlos y con menos obstáculos, conscientes sus habitantes y vecinos, así como los encargados de administrarlos, de que el bienestar y la salud mejoran con esas iniciativas. 

Una plaza pública urbana, con las características de Olavide de 10.000 mt2, está obligada a facilitar la libertad de movimientos, la simplicidad del tránsito y la facilidad de usos, sin que la plenitud de derechos sea desproporcionada a favor de quienes reclaman con insistencia más espacio, unas veces de palabra y otras  por la vía de los hechos consumados. Si el Ayuntamiento refiere que con la reurbanización “se remata la peatonalización de la plaza y su entorno para que la plaza de Olavide se convierta en un espacio de estancia y recreo, clave en el distrito”, su objetivo principal tiene que ver con el amparo que el Ayuntamiento y la Junta Municipal del Distrito ofrecen para el tránsito y el uso vecinal.

En la plaza de Olavide y su entorno se distinguen tres espacios diferenciados: el espacio más exterior, que conforma el entorno de las calles adyacentes, el espacio más cercano a las viviendas que ocupan los bares y restaurantes y lo que llamaríamos la almendra central. Chequeémoslos, comenzando por esta última.  

La reforma empeora, y mucho, los movimientos en la plaza con respecto a la situación anterior. Por una sencilla razón: a los obstáculos permanentes para el uso del espacio y el tránsito de las personas que existen (dos escaleras de bajada y subida al aparcamiento con la  protección necesaria, un ascensor, 8 chimeneas de salida de humos, la fuente ornamental y la jardinera que la rodea), se ha añadido, incomprensiblemente ya para muchos vecinos, una bancada semicircular a esa jardinera, la  cual cuasi se topa con la entrada a una de las zonas de juego de los niños/as. La fuente se convierte en el icono de la plaza, como si fuera la fontana de Trevi. ¿Qué hace esto aquí, que obstruye el paso?, comentaban ya unos vecinos. Su uso será limitadísimo y su entorpecimiento, grande. Los padres podrían sentarse, mientras sus hijos juegan, pero como a ese parque van los niños más pequeños, su vigilancia se lo impide. Los adolescentes, que no tienen entretenimientos en la plaza, no usarán la bancada porque a ellos les gusta más la intimidad y buscan áreas más reservadas. ¿Por qué entonces? No hay motivos, sino mal diseño.

Con la perspectiva de temperaturas más altas, la plaza en general, y esa zona central en particular, se convierte en un infierno de calor, con el sol cayendo a plomo, imposible de utilizar, si no es a partir de la noche. Aunque a la plaza se la convirtiera en una selva espesa, si suben las temperaturas al ritmo que nos dicen los climatólogos, la plaza tiene muchas limitaciones de uso en los meses de verano.

Entendiendo las posibles diferencias de criterio entre los vecinos y con las que nos opuso el Área de Obras y Equipamientos, cuando le manifestamos a los responsables del Área que sustituyera la fuente ornamental por una fuente sobre rasante, con múltiples caños, para remojo de los niños en verano, lo cierto es que ese centro de la plaza queda inutilizado para actividades públicas y privadas de muy variada naturaleza: teatro, marionetas y títeres, certámenes, exposiciones de flores y otras , conciertos, mítines, etc. Una pena, porque tampoco se facilitan en otras áreas con la reforma. 

La plaza está dividida en cuatro cuadrantes, dos para las áreas de juego de los niños y dos para otros usos, sin que en esos dos espacios sean incompatibles la estancia y el recreo. Pues bien, estas dos áreas se han destrozado. Se han desnaturalizado. Se han construido extensas jardineras en el centro y ampliado las que cierran las áreas para  las plantas y los arbustos que entorpecen enormemente el tránsito y el uso, eso sí, bordeadas con granito natural traído de canteras de Extremadura. Otra vez se oyen los comentarios de los vecinos: ”nos han quitado plaza”. A falta de situar acertadamente los bancos, los rincones de esos espacios se emplean mucho en las tardes de verano, porque cae más pronto el sol. Resumiendo: el tránsito hacia y por la plaza se convierte en rodeos continuos, en movimientos de eses, en vez de facilitar la simplicidad y el acceso a la plaza desde todas las calles y otros  accesos que vierten a ella. La reforma convierte a la plaza en un espacio público más pasivo y menos dinámico. Por si lo entienden la Delegada de Obras y los responsables del proyecto: los niños/as mayorcitos necesitan más espacio para jugar, si se les da, y si no, se buscarán la manera de hacerlo. O se les da dentro de la plaza o en su entorno, en las calles adyacentes. Aquí entra la imaginación, la inventiva y el necesario control. En la calle Jordán, aún en desnivel, ya utilizan la calle para jugar o bajar en patinete, la calles de Santa Feliciana y Gonzalo de Córdoba son apropiadas por su anchura, a través de elementos móviles para proponerlo. ¿Qué ha hecho la reforma? Unas jardineras anchísimas, los jardines de los perros.

La reurbanización de Olavide y su entorno nos dará la medida de la voluntad política del Ayuntamiento por su interés en la salud y bienestar que pregonan. O Europa se lo demandará

La ocupación de Olavide y su entorno por las terrazas y restaurantes es un asunto de máxima trancendencia. “Son los amos de la plaza, y también los perros”, oía a unos vecinos. Cada vez quieren ocupar más y más espacio. El concejal  del Distrito, Jaime González Taboada, ha declarado solemnemente: “no me temblará la mano para sancionar locales”. “La ZPAE en Ponzano y Olavide no está solo para quedar bien medioambientalmente”. La peatonalización en las ciudades de calles, aceras y plazas tiene que servir necesariamente para el mejor tránsito y movimiento de las personas, mayores y niños incluidos, pero si se privatiza el espacio público y las aceras y otros espacios y tránsitos se utilizan para terrazas, es imposible cumplir con ese objetivo y crear una ciudad y barrios sostenibles y saludables. En los países más avanzados en madurez y educación, las normas se cumplen o las autoridades las hacen cumplir. Confiamos en que la fanfarronería de antaño no se sustituya por el populismo de hoy. Si la plaza de Olavide es una plaza urbana, urbanizada para recreo y estancia, no un parque al uso, los perros no pueden permanecer en ella sueltos, ejercitándose, horas y horas sin control. El Ayuntamiento tiene que buscarles otra ubicación. Sin limpieza no hay un medio ambiente saludable. Y  la suciedad, la grasa, los papeles, las servilletas, las colillas y latas a cientos en alcorques  y jardineras forman parte cotidiana de la plaza y su entorno. La reurbanización de Olavide y su entorno nos dará la medida de la voluntad política del Ayuntamiento por su interés en la salud y bienestar que pregonan. O Europa se lo demandará.

Merece una mención especial también el alumbrado. Por fin desaparecen las farolas fernandinas de la plaza, antiguas e ineficientes, que en la anterior reforma, hace 25 años, ya proponía José Martínez Sarandeses. Pero lo que no tiene sentido es colocar dos tipos de farolas, o mejor dicho, las farolas normales  de 4-4,30 metros de altura y otras de 9-10, y encima mal colocadas, entre árboles o iluminando las jardineras. La plaza de Olavide y la calle de Trafalgar no son autovías, aunque en éstas ya no se colocan tampoco farolas en altura, se desperdicia material y eficiencia y no se ilumina el suelo, sino el cielo. Lo dijimos y parece que asintieron en Obras. No han atendido.

Para terminar, quienes merecen una mención especial son los obreros que están ejecutando el proyecto de  reforma. Están trabajando con un afán, una entrega y una dedicación asombrosas. Como la mayoría son migrantes, aunque lleven años, mi recuerdo más sincero. Sin los migrantes, hoy España no funcionaría. Espero que sus empresas tengan en cuenta estos datos y no les dejen de pagar las horas que echan de más. Por mi parte, tengo en la cabeza, hacerles un homenaje, si algunos vecinos me acompañan: una paellada o una parrillada con música en una fiesta vecinal de inauguración. Para lo que pido la colaboración económica de la Junta de Distrito. No es para menos.

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Felipe Domingo Casas es socio de infoLibre.

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