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La paz

Librepensadores nueva.

José M Barrionuevo Gil

Por muchas vueltas que nos demos por el exterior de nosotros mismos, nos podemos dar cuenta de que la paz es una palabra tan pequeña, pero que nos viene tan grande que no nos permite darle muchas vueltas. Pero ahora, después de haberle dado la vuelta al año pasado, que tan largo se nos hizo, hemos llegado a este treinta de enero en que le dedicamos sus veinticuatro horas, que son nuestras también, para nuestras actividades del Día Escolar de la No Violencia y la Paz. No es una alegría que esta efemérides nos coja otra vez con el paso cambiado y por eso nos gusta insistir en que el Día de la Paz no debe reducirse a un aldabonazo sobre este tema solamente un día al año. La Paz es una construcción mayúscula, una creatividad humana que necesita de todos y que nos compromete todos los días del año. “Cada día tiene su afán”, pero no puede distraernos de la atención que debemos prestarle al tema de la Paz.

Si la humanidad ha tardado miles y miles de años en desarrollar la violencia, porque está estudiado que nuestra supervivencia estaba totalmente dependiente de la colaboración y del apoyo mutuo durante la mayor parte de la prehistoria, no podemos estar muy orgullosos de la invención, prácticamente “moderna”, de la tan trágica ley del más fuerte. Todavía hay, actualmente, seres humanos que basan su convivencia en la solidaridad y no en la competitividad, aunque poco sabiamente los tildemos de salvajes. Son ellos los que se han mantenido alejados de tanta civilización que nos tiene más que colonizados a la mayoría. Nuestras familias, se llamen como se llamen, han ido siendo colonizadas desde unas instancias muy ajenas a la cultura del cuidado y que además han sido imbuidas, como poco, del principio de la sospecha.

En nuestras sociedades modernas los valores de convivencia han sido soslayados por los de la poca confianza. Así, no es de extrañar que la escuela sea la primera en pagar los platos rotos, viendo como el poder se alimenta estrepitosamente de manjares que no le pertenecen y en vajillas totalmente relucientes. Es verdad que casi toda la chiquillería puede acercarse a los demás, cuando entra en las escuelas, pero ya lleva inoculado el principio de la desconfianza y todo porque la misma sociedad no ceja en maltratarla de alguna que otra manera. Además, es poco el tiempo diario que se ha dispuesto para las actividades escolares y la infancia está siendo golpeada desde muchos ámbitos en unas reglas de juego que arruinan cualquier iniciativa pacificadora.

Así, podemos ver cómo en las Noticias, que se dan en horario infantil, todo el mundo puede escuchar los insultos, incluidos los personales, y los desprecios que algunas de sus malhadadas señorías se dedican sin el menor interés constructivo. No hablemos de tanto tráiler o avance de películas o series de televisión, que también se ofrecen en horario infantil, que nos resumen lo más “granaíto” con escenas de violencia o sexo ( a veces, también sexo violento), que se nos despacha a todo el personal, prácticamente a diario. ¡Valientes “contenedores” nos meten en nuestras casas con toda su descarada carga! Todo esto es lo que más vende y se nos vende, porque nuestra sociedad está mediatizada por los medios y por los fines e intereses, nada inocentes, que son los que mandan. No queremos agotar el tema, porque todo el mundo podría contarnos las “excelencias” del sistema imperante con infinidad de muestras que nos ayudarían a comprender que nos están bloqueando un digno trabajo por la Paz, porque no nos brindan demasiadas oportunidades.

Ante esta atmósfera tan enrarecida, la Escuela no puede perder ni un minuto ni ante el más mínimo detalle de violencia, para poder construir unos sólidos cimientos que sostengan el único edificio glorioso que es el de la Paz, que se levanta como un proyecto humano que nos humaniza. La convivencia se construye desde abajo. Muchos hemos sido testigos de que los niños pequeños juegan sin reparar si son blancos o negros, si están vestidos o desnudos, si son ricos o pobres... La “caja negra” del conductismo está plagada de emociones, motivaciones, originalidades, dudas... que son ignoradas y que no gustan del adoctrinamiento. La diversidad nos hace ser creativos, pero no reactivos, conciliadores y humanos, y no nos obliga a la agresividad. La escuela y la familia tienen que ir de la mano y no desasirse por motivos políticos, económicos, sociales, que nos condenan a la barbarie.

                                                                                                                                                                                                                                             José Mª Barrionuevo Gil es socio de infoLibre   

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