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El presidente que pudo ser y no quiso

Antonio Fernández-Montes Romero

Advierto a los lectores que lean el presente artículo de opinión del riesgo que corren. El título y contenido del mismo puede provocarles risa. Háganlo con mesura y en un plano discreto e íntimo ya que, en caso contrario, de hacerlo de forma airada y en un espacio público, puede dar lugar a que le acusen de tener un “tic patológico” y por tanto requieran la asistencia de un experto para realizarle un diagnóstico adecuado a su patología. ¡Advertidos están! 

El título de este artículo bien podría ser el de una película de humor o una comedia de actualidad, no por la connotación de carácter ficticio de la irracionalidad de la aseveración que se deduce del significado del mismo, sino, en términos de realidad contrastada al albor del devenir de los acontecimientos recientes en nuestro país, de la inconsistencia del contenido de la frase que nos lleva a un terreno ignoto en el ámbito del conocimiento.

La inconsistencia que se deriva, de tener la voluntad de querer ser algo, de conseguir un fin y, al mismo tiempo, una vez alcanzado el propósito, renunciar voluntariamente tras conseguirlo. Tal vez Groucho Marx podría explicárnoslo. No obstante, hagamos un esfuerzo para entenderlo. Intentémoslo. 

La frase ganaría mucho, en cuanto a coherencia y significado, si realizásemos la sustitución del sustantivo presidente por el de rey. Sin lugar a dudas el título tendría una connotación menos actual pero mucho más épica y por tanto gozar de un mayor atractivo para el público en general. En este caso, “El rey que pudo ser y no quiso” presentaría un elevado grado de credibilidad y de certitud pues para el ascenso de un principe a la condición de rey no requiere de su voluntad y voluntariedad, sino del hecho de un legado hereditario basado en la consanguinidad.

La corona se hereda, no se elige, lo cual no supone una acción activa del sujeto agente de naturaleza principesca y por tanto real. Supone un derecho y al mismo tiempo una obligación basada en su condición de heredero, basta con el hecho simple que se deriva de su nacimiento; ocupar, por mero azar, el primer puesto en la prole de una dinastía real. Todo lo demás es sobrevenido. Si requiere, a sensu contrario, la renuncia expresa, el  rechazo manifestado públicamente, manifestación activa y fehaciente del sujeto, de su derecho hereditario, pues está implícito en condición por “cuna”, para no ser rey. Aquí sí opera y tiene toda consistencia significativa el “poder ser”, pues le pertenece por derecho, y “no querer” derivado de su voluntad de renuncia. 

Con el sustantivo presidente, la frase El presidente que pudo ser y no quiso, el significado cambia radicalmente. Resulta totalmente incomprensible, pues desde una óptica racionalista, la condición necesaria y suficiente para que un plebeyo o simple puede llegar a ser elegido presidente requiere, necesariamente, la voluntariedad de este. También en consecuencia su acción activa, consciente y aceptada de su participación en el proceso y procedimiento legal, dentro del ordenamiento jurídico aprobado en el Estado en cuestión, legalidad, para su elección y reconocimiento por los votantes, legitimidad.

No es que la frase se constituya en sí misma en un oxímoron, figura literaria o retórica consistente en una contradicción. No se puede aceptar la afirmación “no quiso” pues implicaría necesariamente la renuncia de su voluntariedad primera e inicial y por tanto su participación en el proceso de poder ser elegido presidente.

Ningún ciudadano, condición implícita en el reconocimiento de ciudadanía (Rousseau – Contrato Social), puede ser elegido presidente de un Estado, comunidad autonómica o de vecinos en contra de su voluntad. ¿Se imaginan un país en el que un individuo, mujer u hombre, aceptada su condición de ciudadano de hecho y de derecho, fuese obligado a presentarse para ser elegido presidente en contra de su voluntad? No nos provocaría risa, más bien nos llevaría a temer una tragedia. 

Hagamos una breve sinopsis de la película de humor, comedia, del postulante a presidente que no quiso ser pero que pudo serlo y que nos produce necesariamente risa, nos lleva a la broma  y la chirigota. Comedia que ha tenido sus momentos trágicos, épicos y cómicos en el devenir de los acontecimientos desde su llegada por aclamación al liderazgo de su partido hasta el momento de su renuncia a ocupar la presidencia del gobierno. Basta recodar, cual tragedia romana, que su ascenso, en contra de su voluntad, se debió a ocupar la silla aún caliente del asesinato en la plaza pública, con luz, cámaras y taquígrafos, de su antecesor (Casadocidio) por unos asuntillos menores de posible tráfico de influencias y corrupción en el seno de una unidad familiar presidencialista y con la participación activa, no del S.P.Q.R., sino de F.A.E.S. ¿No me negarán que no es para reírse? 

Aclamado y vitoreado por los medios de comunicación próximos (caverna mediática, El Ojo Izquierdo dixit), pronto fue llamado con el sobrenombre de el “Moderado y Centrado” y ocupó el prime time de líder irrefutable que, con un elevado grado de experiencia en gestión, venía a resolver los inimaginables males de la sociedad española. Crédito que fue dejándose a jirones rápidamente por el camino. Eso sí, todo líder llamado a ser importante, a ejercer de caudillo y libertador, debe estar tocado por la mano divina, en nuestro caso como no podía ser de otra forma, dicha gracia le llego por la intervención de San Santiago Apóstol, su asesor permanente en su etapa de presidente de su terruño. ¡No se rían ustedes que la cosa no tiene chanza! ¡Es cosa seria! 

El momento culmen de la comedia es el de la noche de 23J en el que el aspirante a presidir el gobierno, en el balcón de la calle Génova (sede pagada con dinero negro de la Caja B), salió a proclamar la merecida victoria en las elecciones

Otros momentos estelares de dicha comedía que podríamos destacar son “el gobierno se está forrando” en relación clara al aumento de ingresos fiscales procedentes del incremento de precios al consumo, consecuencia de la guerra en Ucrania. ¡No me digan que no tiene guasa! Sobre todo siendo conocedores de que el gobierno no es propietario de nada, sino que es el Estado el que recauda y es propietario de bienes y caudales del reino español. Otro ejemplo, para partirse de risa, fue el del “timo ibérico” para referirse a la excepción ibérica. Medida temporal establecida por el gobierno, previa negociación y autorización con los responsables de la UE, que tenía por objetivo reducir el precio del mercado eléctrico. Este consistía en poner un límite al precio del gas utilizado para producir electricidad, precio que se había disparado como consecuencia de la guerra de Ucrania. ¿No me negarán que la cosa no induce a risa, sobre todo a los europarlamentarios y miembros de comisiones europeas que habían permitido dicho  timo?

Y qué me dicen del “verano azul”. No el de nuestra infancia, el “Verano Azul” de  Chanquete, creado por la familia Mercero, sino el de las playas paradisiacas con aguas cristalinas y poblada de sombrillas azules. ¡Vamos, vamos, para desternillarse de risa! 

Ahora bien, el mejor, el momento culmen de la comedia es el de la noche de 23J, aquel en el que el aspirante a presidir el gobierno, en el balcón de la calle Génova (sede del partido pagada con dinero negro procedente de la Caja B), salió a proclamar la merecida victoria en las elecciones: “Hemos ganado las elecciones”, “Pido al PSOE que no bloquee el Gobierno”. Todo esto con una cara pálida, circunspecta, trasfigurado y desorientado, mientras escuchaba a los  allí reunidos bajo el balcón para celebrar el triunfo, “Ayuuuso, Ayuuuso”. “Presidenta,  Presidenta”. Y esta se destacaba vestida en rojo chillón frente a la blanco inmaculado de los asistentes. ¿No me digan que no tiene gracia la cosa? ¿No es para partirse? 

El resto, hasta llegar al “no soy presidente porque no quiero”, por no continuar y sobre todo por no hacer spoiler a aquellos que no hayan visto esta comedia, lo conocen y se puede consultar en las hemerotecas. Está a disposición de todos. 

La script, el guion de esta comedia de enredo u opereta o sainete u obra de teatro de la estepa mesetaria española castiza, bien la podrían haber escrito el grupo de humoristas británico Monty Python, cual Vida de Bryan. ¿No es para tirarse por los suelos por no poder aguantar las carcajadas? 

La risa es buena para la salud, ya que aumenta la circulación sanguínea, reduce la presión arterial y produce un efecto positivo en la función cardiovascular. La risa aumenta la liberación de endorfinas, ayuda a reducir la liberación de hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina, y mejora el estado de ánimo general y reduce el estrés. Ríanse a placer, háganlo a gusto, pártanse de risa, a carcajada batiente aunque les llamen locos. 

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Antonio Fernández-Montes Romero es socio de infoLibre.

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