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Francisco Goya

Acabo de terminar una fantástica novela de Gonzalo Giner, La Bruma Verde, Premio Fernando Lara 2020 (Planeta). Es una novela que habla sobre ecologismo, sobre animales (primates) y sobre lo que pasa en un lugar al que no se le da demasiada importancia ni ocupa titulares: la República Democrática del Congo (antiguo Zaire). Acabo de comenzar otro excelente ensayo del afamado periodista Thomas L. Freidman, Gracias por llegar tarde (Ediciones Deusto, 2018).

Ambos libros, cada uno a su manera, muestran los acelerados cambios, lo que supone el avance vertiginoso de la tecnología y la codicia humana, que hace que por aumentar nuestras riquezas y que explotemos y abusemos de recursos y personas solo por afán de poder. Tengo la sensación de que algo similar pasa cuando en Afganistán, quienes tienen medios y capacidad para hacerlo, renuncian a defender a quienes no pueden hacerlo por sí mismas. Las niñas y mujeres son quienes más van a sufrir las consecuencias de la nueva oleada talibán que, por otra parte, solamente han esperado a que Estados Unidos mostrara cierta debilidad para recuperar de forma vertiginosa el férreo control que antes tenían. Como sociedad, hemos crecido exponencialmente en tecnología y recursos pero parecemos haber involucionado como seres humanos y seres sociales que se preocupan por sus semejantes. Habrá quien piense que hemos perdido "valores tradicionales" y que "nuestros pilares" se han resquebrajado. Yo creo que el ser humano ha demostrado a lo largo de la historia las dos caras de la moneda, pero la humanidad ha prosperado cuando hemos actuado en conjunto y nos hemos dotado de instituciones capaces de garantizar que se cumpliesen unos derechos mínimos para cada persona por el hecho de serlo.

En mi humilde opinión, no se trata de que exportemos la forma de actuar occidental como única manera "válida" de entender el mundo, cuando ha quedado patente que el egoísmo, el afán de riquezas y mantener un modelo basado exclusivamente en el individuo y en la posesión (cuanto más tienes más eres), ha causado una mayor desigualdad si cabe. Otros modelos, otras culturas son válidas siempre que se respeten unos derechos básicos de los que nos hemos dotado: los Derechos Humanos y quienes tienen capacidad de garantizarlos deben actuar en esa labor.

Hemos acelerado los cambios en la naturaleza (lo que ha contribuido a masivas migraciones) y seguimos explotando recursos para beneficio de unos pocos. Las relaciones sociales también han cambiado, nos hemos vuelto más individualistas, más encerrados en nosotros/as mismos, las posiciones ideológicas se han extremado y hay pocos puntos de acuerdo. No escuchamos y tratamos de comprender, simplemente defendemos nuestras propias creencias sin conceder la oportunidad de escuchar, entender y aprender de la persona que tenemos enfrente. Vamos demasiado deprisa, no nos paramos a reflexionar y creemos que nuestra opinión es la única válida y los demás o no saben o no quieren. Otro interesante libro apunta esa idea ya desde el mismo título: Ego is the Enemy, de Ryan Holiday (Penguin Random House 2016).

Mis circunstancias personales me impiden moverme con la facilidad que me gustaría y llegar a lugares donde antes llegaba sin pararme a pensar en ello, cada vez me resulta más difícil y cansado hacer algunas cosas de la vida diaria, necesito estar más tiempo en el sofá y eso hace que las sensaciones y emociones que siento estén más a flor de piel, de ahí la necesidad de escribir, aunque no tenga demasiado que aportar. Sin embargo, sigo intentando entender, quiero seguir mejorando en mi día a día, creciendo, aprendiendo, siendo más consciente de las personas de mi alrededor que me importan, independientemente de los lazos que me unan a ellas. No hay por tanto demasiadas cosas que yo como individuo pueda hacer para cambiar la vida de personas que sufren en lugares lejanos. Imagino que es el caso de la mayoría, pero quizá sea suficiente con escuchar y ofrecer tu tiempo y esfuerzo. Si sumamos los esfuerzos individuales pensando más en el otro/a que en uno/a misma, es posible que logremos un mundo más justo, solidario y equitativo para todos, en los que una parte del mundo no vea limitados sus derechos solo por el mero hecho accidental de haber nacido en determinado país en una época concreta.

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Francisco Goya es socio de infoLibre

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