Librepensadores

Resaca del rescate griego

Himar Reyes Afonso

El que presta, sobre todo el que presta con ánimo de lucro, asume un riesgo, por mucho que desde la mayoría de sectores políticos y de comunicación se pretenda establecer la normalidad en el hecho de que un acreedor le dicte a un Estado democrático las políticas económicas y sociales con el fin de eliminar sus riesgos (los del acreedor) o de lucrarse. Si alguien me presta dinero, entiendo que me ponga un plazo. Incluso, si se dedica a eso, puedo entender que acordemos unos intereses razonables, momento en el que cualquier planteamiento sobre la solidaridad del que presta queda zanjado. Pero que me preste dinero no le da derecho a decirme lo que tengo que hacer.

Sin embargo, observando los acontecimientos que han llevado al acuerdo entre Grecia y sus acreedores, resulta absurdo intentar definir los principios éticos que deben sustentar un acuerdo de rescate económico, porque supondría admitir que se trata de un intento de rescatar a un país y eso, atendiendo a los hechos, no está tan claro.

Hay un relato vacío: la troika y los Estados rescatan a Grecia en pos de la solidaridad de Europa. Hay un segundo rescate y todo en Grecia sigue empeorando. El pueblo se cansa y vota a Syriza y, entonces, se culpa al nuevo Gobierno de la situación (inestabilidad, falta de seriedad, inexperiencia, soberbia...). Ante el devenir de las negociaciones, Tsipras decide hacer un referéndum, que rápidamente será considerado ilegítimo, porque preguntar a la gente sobre su futuro es intolerable, porque la Democracia no cabe en esta Europa. Tras el histórico oxioxi, lo que queda es un nuevo acuerdo más duro y más terrible que cualquier otro. Y nuevos calificativos, ahora dirigidos al primer ministro griego: incompetente, pufo, demagogo.

Alejémonos, como en la novela de Thomas Hardy, del mundanal ruido. ¿Cuáles son los hechos que nos han llevado hasta aquí?

Grecia entra en el euro en una situación insolvente. Según sus estatutos, el Fondo Monetario Internacional no presta dinero a países en situación insolvente, y se ha apuntado en muchos medios de comunicación que el gobierno griego de Kostas Simitis falsificó las cuentas para entrar en la UE con la ayuda de Goldman Sachs (no deja de ser gracioso que se tilde de “teoría conspirativa” a toda posición que plantee el hecho de que una banca de inversión norteamericana tenga la capacidad de colar a un Estado en una unión monetaria). Philippe Legrain, exasesor de la Comisión Europea, contó en la Comisión de Análisis de la Deuda Pública del Parlamento griego cómo el FMI y demás instituciones y Estados europeos sabían que Grecia jamás podría pagar su deuda pública. Por tanto, faltando a sus estatutos y a cualquier comportamiento lógico, se llevó a cabo un rescate, pero no de los griegos... sino de la banca. Tal y como apunta Vinçent Navarro en un artículo, los bancos que más deuda pública griega tenían en 2010 eran los franceses y los alemanes y el rescate fue para dichos bancos privados. Ya ha apuntado en diversas ocasiones Yanis Varoufakis que apenas el 25% del dinero del rescate llegó a las arcas públicas griegas. Esto se ha llamado estabilidad presupuestaria, otros lo llaman estafa. A partir de aquí, se implantaban medidas de austeridad a las clases populares, medidas que los anteriores gobiernos griegos han cumplido a raja tabla y cuyo resultado no puede ser más devastador: se ha reducido el PIB un 25%, el 52% de los jóvenes no tiene trabajo, se estima que el 45% de los jubilados son pobres y que el 40% de los niños se encuentra en el umbral de la pobreza. Cuando en Grecia se habla de “crisis humanitaria”, no es una exageración.

Los primeros síntomas de cinismo llegan cuando, tras el triunfo de Syriza y el inicio de una nueva forma de negociar, multitud de actores políticos y de medios de comunicación como el diario Bild –principal creador de opinión en Alemania– y tantos medios españoles como se quieran, culparon al pueblo griego de la situación en que se encuentra. Las instituciones dictan las políticas y los griegos son los culpables. El portal El Economista cita al The Wall Street Journal y cuenta cómo los griegos han evadido 76.000 millones de euros desde 2009; se habla de la cultura griega respecto a los impuestos, de cómo durante la ocupación turca, era un acto de patriotismo no pagarlos, puesto que lo consideraban un robo. Lo que no se comenta en este artículo es que, como indica Carlos Enrique Bayo, solo uno de los 7.000 evasores griegos de la lista Falciani ha sido procesado, mientras que expertos suizos calculan que el dinero oculto en Suiza por millonarios griegos es de 80.000 millones, prácticamente la cifra del tercer rescate. El gobierno Syriza propuso varias veces alcanzar las exigencias de la troika aumentando la presión fiscal a las grandes fortunas, pero dichas propuestas fueron rechazadas. Claramente, los griegos han asumido varios aspectos que está bien que asuman, como el aumento de la edad de jubilación, la lucha contra la evasión fiscal o los recortes en el presupuesto armamentístico (este último propuesto inicialmente por Syriza, no por la troika). Lo que no se puede tolerar es que se trate de estigmatizar a un pueblo con argumentos que coquetean con el racismo para explicar una situación que nada tiene que ver con el tecnicismo o la economía. Rafael Correa, presidente de Ecuador, ya ha señalado en varias ocasiones el doble estándar por el cual resulta intolerable que un gobierno “quede mal” con sus acreedores, puesto que es síntoma de irresponsabilidad, mientras que el hecho de que familias se queden sin hogar o sin nevera que llenar, no importa. Esto no es tecnicismo, es pura ideología.

Pero hablemos de tecnicismo: el informe de la Comisión de la Verdad encargado de auditar la deuda pública griega, coordinado por Éric Toussaint que, entre otras interminables labores, fue miembro de la exitosa Comisión de Auditoría Integral de la deuda de Ecuador en 2007, plantea una serie de cosas interesantes. En el capítulo 8 indica que las condiciones que ha establecido y establece el FMI contravienen la Constitución griega y los tratados internacionales a los que Grecia también pertenece, lo cual parece suficiente para declarar la deuda “ilegal”; en 2010 se hicieron múltiples advertencias de las consecuencias de esas medidas, e incluso el staff del FMI reconoció que las medidas serían dolorosas para la sociedad y, a pesar de las objeciones de un tercio de la junta, se presentaron al público como un rescate con "el compromiso de hacer lo que pueda para ayudar a Grecia y su gente", lo cual parece suficiente para determinar que el FMI actuó “de mala fe”; el FMI violó sus propios artículos: "respetar las políticas sociales y políticas internas de los miembros, y en la aplicación de estos principios el Fondo tendrá debidamente en cuenta las circunstancias de los miembros".

Se trata de un extenso documento en el que también se habla del impacto de las medidas de austeridad en los Derechos Humanos y de cómo la deuda griega se ha visto incrementada principalmente por el pago de intereses extremadamente elevados. Los intereses de la solidaridad europea.

Pero hay otras voces expertas que claman la ineficacia de las medidas de austeridad. Como suele decirse, los expertos son expertos cuando nos interesa. Paul Krugman (a quien Jesús Lillo, del Abc, llama “la pitonisa Lola del mundo financiero”), ha condenado en varias ocasiones la austeridad. Joseph E. Stiglitz, otro “no-experto” según para quién, habla del descenso del PIB de Grecia y del fracaso de las medidas impuestas por la Troika, idénticas a las de este tercer rescate. Isabel Ortiz y Matthew Cummins han realizado un estudio sobre los fracasos de la austeridad, y Kurt Kratena ha hecho otro estudio en el que presenta dos realidades: Crecimiento frente a Bienestar. El segundo, el modelo Bienestar, basado en políticas expansivas, recuperará el nivel de PIB en 2018 y en 2020 conseguirá que los niveles de empleo sean solo un 5% inferior al periodo anterior a la crisis, mientras que el primero, el modelo Crecimiento, basado en la austeridad, no alcanzará los niveles anteriores a la crisis ni en 2020. En España, frente a los televisivos José Carlos Díez o Daniel Lacalle, voces como la de Juan Torres o el mencionado Vinçent Navarro (a quien Miguel Ángel Belloso, de Actualidad Económica, no duda en menospreciar pese a su reconocido prestigio académico) han dedicado páginas y páginas a argumentar la ineficacia del modelo que se está llevando a cabo. El FMI, en un informe confidencial al que tuvo acceso Reuters, indica ahora que la deuda griega necesita una profunda reestructuración, puesto que de aquí a dos años puede llegar al 200% del PIB, y el Departamento del Tesoro de EEUU habla de una quita.

Pues bien, además de las miles de voces expertas que no citamos porque no terminaríamos, ni las apreciaciones de dos premios Nobel de Economía, ni los estudios de dos profesionales que han trabajado en el Banco Asiático de Desarrollo y el Banco Mundial, ni los argumentos de un Catedrático de Economía y un señor que ha asesorado a la ONU, a la OMS y a varios gobiernos estadounidenses, entre otros, ni si quiera los informes del FMI o los comunicados de Estados Unidos. Nadie hace entrar en razón al Eurogrupo.

El motivo de este sometimiento no puede ser técnico. Boaventura de Sousa Santos ya indicaba que Syriza no podía ceder en en IVA y las pensiones, que esas debían ser las líneas rojas que le separasen de la fracasada socialdemocracia, y el propio partido heleno así se lo planteó. Pues han cedido, y mucho, y se comprometen en este tercer rescate a realizar una serie de reformas que, al parecer, serán más duras de lo que hasta ahora se había barajado. Seguramente el elemento más humillante es la creación de un fondo de privatizaciones para vender bienes públicos en valor de 50.000 millones, dinero que gestionará la troika y que irá destinado a la recapitalización de bancos y al pago de vencimientos.

No todo es negativo, este tercer rescate está previsto para los próximos tres años, tiempo en el que, dentro de los márgenes que permitan las nuevas reformas, el Gobierno heleno podrá seguir intentando llevar a cabo los puntos de su programa, si es que sigue en el poder. Y, claro está, la vaga promesa de una reestructuración de la deuda, seguramente la gran obsesión de Alexis Tsipras y el objetivo que siempre, desde el principio, ha perseguido. Quizás la reestructuración sea la clave que justifique tamaña decepción para tantos griegos. La reestructuración es, seguramente, la razón de ser del rescate. Lo que pasa es que el futuro es incierto.

El periodista Stelios Kouloglou, eurodiputado independiente por la lista de Syriza, hablaba en la edición en español de Le Monde Diplomatique del pasado junio de un golpe de Estado silencioso a su gobierno. Tras aprobarse el tercer rescate en el Parlamento griego, se han realizado diversos cambios en el gobierno, y muchos medios ya especulan sobre la posibilidad de elecciones anticipadas si el primer ministro pierde el apoyo de su partido. Que agentes financieros ajenos a una democracia generen esta situación de inestabilidad, justifica plenamente los augurios de Kouloglou.

Angela Merkel escenificaba el cinismo de Europa tras el flamante rescate, y nuestro particular augur Luis de Guindos asegura que Grecia no saldrá del euro. Lo dice como para tranquilizar, aunque visto lo visto no sé qué asusta más. Y en cualquier caso, algunos no tenemos tan claro que Grecia no se vaya finalmente.

Cabe plantearse en qué consiste la UE, atendiendo a los hechos. Porque la Europa de la solidaridad, de los Derechos Humanos y de la igualdad, parece estar missing. ¿Cómo explicar la lógica por la cual la relación entre “socios” europeos carece de igualdad de condiciones? ¿Cómo explicar el hecho de que la crisis ha servido para aumentar las desigualdades en los países miembros -también en Alemania-, en tanto que, al tiempo que ha aumentado el número de pobres, también ha aumentado el número de ricos? ¿Tiene algún sentido hablar de países independientes cuyos gobiernos, sin embargo, se ven expuestos a prácticas políticas transnacionales mediante las que se legitima o no sus gestiones, se les dictan las políticas y se les obliga a cambiar sus constituciones? A raíz del asunto griego y reflexionando sobre Europa, Manolo Monereo explicaba en Fort Apache el actual estado de cosas como una “alianza de clases” –Noam Chomsky habla, directamente, de “guerra de clases”– en la que los poderes financieros y las instituciones europeas le hacían el trabajo sucio a las oligarquías de los países del sur. Esto explica el buen trato a los países que, como España, acatan sumisamente las indicaciones de Bruselas mientras que a otros que pretenden negociar en igualdad de condiciones, se les humilla sin piedad, en lo que parece ser un “aviso a navegantes” por las próximas elecciones en España, Portugal o, más tarde, Irlanda. Quizás crean que les puede salir bien pero, ¿qué le espera a Grecia si finalmente Syriza no puede darle respuestas? ¿Amanecer Dorado? El resurgimiento de la ultraderecha no es ninguna broma y los vientos de la discordia europea traen el hedor del fascismo anquilosado en los dogmas de siempre. El Frente Nacional de Marine Le Pen será el más sonado, pero no es el único. En España gobierna el PP más reaccionario que se recuerda, surge con fuerza C´s, un partido capaz de atraer el voto de extrema derecha, y ahí está Vox y sus disparatadas declaraciones. El gobierno ultraconservador de Viktor Orban está desplegando un repertorio de medidas francamente escalofriantes en Hungría...

Quizás en Europa estén muy tranquilos pensando que esta “unión” es inquebrantable y que los demonios del pasado están superados. Pero el notable incremento de las desigualdades está negando la dignidad y socavando las libertades, generando el caldo de cultivo que necesitan los parásitos ideológicos del fascismo. Y que se humille a los pueblos tan deliberadamente denota una inconsciencia alarmante, porque esta supuesta “paz eterna” que tranquiliza a todo el mundo es bastante frágil. Y una vez más, es formidable ver el penoso papel que está jugando Alemania en el viejo continente, solo que ahora sin tanques ni campos de concentración. Seguramente se han olvidado de lo que supuso la humillación que ellos mismos recibieron tras la I Guerra Mundial, o quizás les dé igual. Lo cierto es que esta Europa ha merecido la pena cuando el proyecto consistía en defender la libertad de los pueblos y construir sociedades avanzadas con igualdad y bienestar. Cuando ha sido secuestrada por el capital financiero y las clases populares han perdido la soberanía, este proyecto dejó de tener sentido.

Además de los inestimables augurios de Luis de Guindos, en los treinta ya tuvimos otro adivino en España, Miguel Hernández, que gritaba en su jornaleros:

“Fuera, fuera, ladrones de naciones,

guardianes de la cúpula banquera,

cluecas del capital y sus doblones,

¡fuera, fuera!”

Si no se puede echar a los “ladrones de naciones”, tendrán que ser los pueblos quienes se vayan. Porque, con la opresión que ha recibido Grecia, ¿quién puede decirle a un griego que salir de Europa sería peor?

Himar Reyes Afonso es socio de infoLibre

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