Shakira y Valtònyc, conformes

Carlos L. Keller

John Forbes Nash nos enseñó que las personas, al actuar con otras, no siempre deciden lo correcto sino que, por el contrario, optan por lo más conveniente. Las condenas dictadas contra Shakira y Valtònyc me han recordado el dilema del prisionero, propuesto por Merrill Flood como planteamiento, tal vez el más paradigmático, de su teoría de juegos

El dilema reconduce a una matriz matemática, con numerosos desarrollos, alguno de los cuales aparece, bastante simplificado, en esta práctica de las conformidades que ha asaltado el proceso penal español en los últimos veinte años. Basta darse un paseo por cualquier Juzgado de lo Penal o Audiencia para advertir en la mirada de los acusados el dilema: “el fiscal pide contra mí una condena colosal; lo más probable es que me absuelvan porque soy inocente o porque tengo buenos abogados, pero no hay seguridad porque el asunto puede salir mal y el juez terminar confundido; sin embargo, me proponen evitar el juicio aceptando una pena mínima, de dos años, que no cumpliré porque no tengo antecedentes; ¿qué debo hacer?”. Lo correcto es que un inocente niegue su responsabilidad, diremos, pero parece razonable que, puesto en esta tesitura, cualquier acusado asuma como lo más conveniente declararse culpable, para evitar así el riesgo de una condena prolongada.

Shakira y Valtònyc han aceptado ser condenados y todos han salido ganando: ellos esquivan la cárcel, el fiscal gana el pleito, Hacienda recupera el dinero, la Guardia Civil se entiende reparada y el tribunal se evita el juicio y la sentencia

La práctica de la conformidad ha cambiado por completo el panorama judicial. Un abogado que haya estado apartado del ejercicio en los últimos años no reconocerá como domus iustitiae este mercadillo de trapisondas en que se han convertido las antesalas de los juicios, donde los fiscales y los abogados regatean penas y años de prisión como si fueran baratijas. 

El culpable no verá mal la conformidad. Si es rico y el delito tiene naturaleza económica, mucho menos: paga y ya está. ¡Pero ay del inocente! Al inocente la conformidad le sitúa ante una tesitura moral insufrible. Para forzar el consentimiento del acusado, en ocasiones las acusaciones se presentan con peticiones de penas exageradas, que desde luego rebajarán a la primera llamada del abogado del acusado. ¿Qué hacer? No convendrá frivolizar sobre el dilema. Hay que ponerse en la situación del afectado y recordar que todo juicio tiene algo de lotería. 

Shakira y Valtònyc han aceptado ser condenados y todos han salido ganando: ellos esquivan la cárcel, el fiscal gana el pleito, Hacienda recupera el dinero, la Guardia Civil se entiende reparada y el tribunal se evita el juicio y la sentencia. Se ha hecho justicia, pero seguimos sin saber si eran culpables o inocentes, porque aceptar una condena por miedo no te convierte en culpable. Como diría el abogado Sir Robert Morton, hacer justicia es sencillo; lo difícil es hacer lo correcto.

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Carlos L. Keller es socio de infoLibre.

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