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¿Hasta dónde te dejarías corromper por dinero? Daniel Calparsoro lleva al cine el 'caso Malaya'

Luis Tosar, José Manuel Poga, Daniel Calparsoro, María Pedraza y Arón Piper posan durante el 'photocall' de la película 'El Correo'.

¿Hasta dónde te dejarías corromper por dinero? Hasta cuánto, mejor dicho. No un poquito, no. Una cantidad obscena. Todo un universo de posibilidades inimaginables si te echa un cable algún padrino con cargo institucional y te ganas la confianza de toda la camarilla de variopintos políticos y empresarios de la construcción que orbitan a su alrededor con el objetivo último de enriquecerse cuanto más mejor y lo más rápido posible.

"Nos va bien, pero nos puede ir mejor", dice ese padrino, que resulta ser el concejal de Urbanismo de Marbella durante la primera década del presente siglo, justo antes de que el caso Malaya llegara a nuestras vidas con su concatenación de escandalosos delitos de cohecho, malversación de caudales públicos, prevaricación, tráfico de influencias y tantos otros. La burbuja especulativa inmobiliaria estallando en su más rutilante esplendor.

Eso y mucho más es El correo, la nueva película de Daniel Calparsoro, que llega a los cines este viernes 19 de enero. Un thriller trepidante y trotón con elementos de comedia basado en hechos muy reales sobre la corrupción política en España en el cambio de siglo, desde la última década del XX hasta la primera del XXI, en el que hacen cameos involuntarios Jesús Gil o Carlos Fabra y se menciona también el caso Noós.

Una historia trepidante rodada en Madrid, Marbella, Bruselas, Ginebra y Hong Kong en la que la realidad vuelve a imponerse a la ficción. "¿Qué hace un tío de Vallecas en un contenedor que ha viajado desde España hasta Hong-Kong con 1.550 millones de euros?", se pregunta al inicio el protagonista, Iván (interpretado por Arón Piper), dando ya de primeras idea del berenjenal monumental en el que se ha metido: un aparcacoches anónimo reconvertido en correo que traslada ingentes cantidades de dinero negro del punto A al punto B y vuelta a empezar para llegar al C.

El propio cineasta resume así a infoLibre el argumento de El correo: "Narra las peripecias de un chico de barrio que por su gran ambición llega a las más altas esferas de la corrupción y el blanqueo de capitales en la España de los primeros 2000 hasta 2010. Una película trepidante, muy disfrutona, con un punto canalla que echa una mirada sobre aquella época, que se repite hoy en día. porque las cosas no cambian tanto como nos dicen. Al contrario, es algo crónico, pero no solamente en este país, es un tema mundial y de las sociedades occidentales capitalistas".

A partir del guion escrito por Patxi Amezcua y Alejo Flah, Calparsoro se documentó profusamente leyendo "ensayos sobre la corrupción en Valencia o en Marbella, casos específicos y dosieres de juicios" con el objetivo último de construir la "galería de personajes esperpénticos" que van desfilando por los fotogramas con una impunidad aparentemente (aunque no tanto) interminable. En el proceso incluso contaron con la ayuda de Hervé Falciani, "que es el prófugo de Ginebra por haber desvelado secretos bancarios, un poco el WikiLeaks de la banca, que sale en la película y le cuenta al espectador cómo se blanquea el dinero". "Y además cuenta que eso es posible porque la Unión Europea lo permite y lo sigue permitiendo", apostilla.

La acción arranca concretamente en 2002, cuando España entra en el euro. Es tiempo de oportunidades, para los listos. La época dorada de los buscavidas y los que siempre trincan. En ese contexto, Iván parece predestinado a poca cosa, pero aprovecha su resquicio para meter el pie en la puerta y prosperar transportando maletines a Bruselas y Bélgica. En cuanto vislumbra lo que hay al otro lado ya no puede dejar de mirar hacia lo más alto y pone la vista en la Costa del Sol: el paraíso del dinero negro y el mamoneo.

"Hay algo en todo esto de 'si lo hacen ellos, por qué yo no'. ¿Por qué ellos sí lo pueden hacer con total impunidad y yo tengo que estar pensando las consecuencias legales y vitales, cuando los que realmente están robando millones y millones no lo piensan?", lanza a infoLibre uno de los protagonistas, Nourdin Batán. "Es muy del ser humano esa ambición que poco a poco se va convirtiendo en avaricia, rompe el saco y lo revienta todo en un proceso de adicción que te engancha. Porque el dinero corrompe y cambia tu visión del mundo, el lugar en el que te pones para mirar al resto. Ves la película de la vida desde otro lugar. El dinero es un veneno", reflexiona.

"Es como imaginar que le toque la lotería, pero hay gente que lo consigue así y lo tiene, por lo que viven una fantasía para el resto de los mortales", tercia José Manuel Poga, mientras Arón Piper plantea que "el dinero negro, la delincuencia, lo que está al otro lado de la ley, siempre nos resulta interesante porque el ser humano también es morboso". Y aún continúa este último: "El dinero da poder. Es muy fácil caer en la tentación y cuanto más tienes más quieres y más impune te sientes. Se tiene uno que ver en la tesitura para comprobar hasta donde es inquebrantable o no".

Es por todas estas ideas que Calparsoro ha pretendido hacer una película "sobre personas" para reflexionar sobre "la codicia, la impunidad y la ambición, con un trasfondo que es real como lo es la corrupción en este país". Todo ello con unos personajes que, a pesar de sus actitudes, despiertan ciertas simpatías en el espectador al ser profesionales de la seducción: "Engañan, como los de las bolitas pero con millones y millones de euros. ¿Por qué me caen bien si realmente me tendrían que caer mal? ¿Será que yo tengo también una parte de ellos dentro y me dejaría corromper? Es la pregunta que lanza la película".

Y es que ocurre, a juicio del director, que en España no es que se "tolere la picaresca, es que es muy aplaudida". "Pero no toda España, no generalicemos, porque hay mucha gente que no", interviene Piper, quien en cualquier caso indica que, en cualquier caso, también es cierto que "hay otra mucha, sobre todo más tirando a una ideología política de derechas, que lo aplaude y dice cosas como 'ese ha sido listo y yo habría hecho lo mismo'".

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Ejemplo paradigmático es el del concejal de Urbanismo de Marbella que vemos en esta historia, interpretado por Poga, quien habla así de su personaje: "Es un poco el patrón de estos políticos sobre todo sureños y andaluces, que si la Costa del Sol... Ocaña es un tipo acogedor, campechano, que va por las calles del pueblo y las mujeres le regalan tuppers de tortilla, pero después en los pasillos del ayuntamiento es donde se mueve con total impunidad y se legitima la corrupción, donde crea su mentira y se comporta como un verdadera sinvergüenza. Al mismo tiempo, tiene una doble vida personal con sus chanchullos y, si le pillan, dirá que se lo ha gastado todo en putas y cocaína porque de eso no hay facturas y no deja rastro".

A la luz de lo aprendido a través de sus interpretaciones, tanto Poga como Batán se muestran resignados ante la posibilidad poco factible de erradicar la corrupción política de la faz de la Tierra. "Yo creo que no, porque está muy bien diseñado el sistema", lamenta Poga, mientras Batán señala que "es algo que de veras va con el ser humano histórica y sistemáticamente". "Es gente que ha optado por una vida frenética, más material, más impersonal... satisfactoriamente más lujosa, que provoca placeres intensos pero efímeros y muy cortos. Es como otro planeta", remarca.

En el elenco de El correo encontramos también a María Pedraza, Luis Tosar, Laura Sépul o Luis Zahera. Este último como necesario peso en la balanza desde el lado policial, pues defiende con su labor de investigador la ética y la moral del mundo real que escasea en el del dinero. Una historia que, efectivamente, es tan vieja como la vida misma y, a su manera, se repite desde que el mundo es mundo, protagonizada por "un personaje muy ambicioso que trata de escalar pasando por encima de quien esté debajo", en palabras de Arón Piper, quien acepta para terminar cierta comparación con El lobo de Wall Street de Martin Scorsese, si bien no desaprovecha el actor la oportunidad de darle un punto español más socarrón y callejero con otro posible título: "El lobito de Vallecas".

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