Las 'fake news' no las inventó Trump: la fábrica de mentiras empezó en la antigua Roma

Exposición sobre 'fake news' en el Espacio Fundación Telefónica.

Considerada la fake news por excelencia de la Edad Media, la Donación de Constantino es un documento con orígenes y motivaciones todavía hoy debatidos, que llegó a influir enormemente en las dinámicas políticas, religiosas y sociales de la cristiandad latina. Recopila una serie de donaciones ficticias hechas por el emperador Constantino (306-337) al Pontificado, lo que posteriormente sirvió de pretexto para legitimar las crecientes aspiraciones políticas de los papas durante los siglos centrales de la Edad Media, hasta que fue desenmascarado en 1440 a causa de los múltiples anacronismos que contenía. Según la opinión dominante entre los estudiosos, el documento fue redactado en la Roma papal en la segunda mitad del siglo VIII, es decir, cuatrocientos años después de la muerte de Constantino.

Y es que, aunque en 2017 la expresión fake news fuera elegida como Palabra del Año por el diccionario Collins coincidiendo con la batalla electoral entre Hillary Clinton y Donald Trump, se trata de un término desde el principio de los tiempos inherente al ser humano, que no ha hecho otra cosa que perfeccionar la manipulación a lo largo de los siglos. Así las cosas, aunque al hablar de fake news pensemos inmediatamente a nuestro moderno mundo actual, la falsedad y el sensacionalismo han marcado desde siempre estrategias con fines dudosos en la transmisión de información. Ya en la Edad Media, como hemos visto, pero también en la antigua Roma con mentiras en forma de leyendas, bulos, difamaciones y propaganda malintencionada (por ejemplo, acuñando monedas falsas del enemigo para hacer creer que ha sido derrotado y por eso están en tu poder) que han trascendido el paso de los siglos. 

"Hay una mecánica básica de la manipulación que es la misma desde siempre, porque funciona", asegura a infoLibre Mario Tascón, periodista y comisario de la exposición Fake news. La fábrica de mentiras, que puede verse de manera gratuita hasta noviembre en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid. Una muestra que nos lleva de la mano por un recorrido histórico de más de 2.000 años, desde los vetustos bustos romanos hasta la posibilidad de ponernos en una pantalla la cara de Messi o de Will Smith para sentir así el poder ficticio y desconcertante de la gran mentira de la careta digital. Una exposición que, al mismo tiempo, trata de responder no pocas preguntas: ¿Qué son realmente y cómo se propagan las fake news? ¿Cómo nos atacan y nos afectan? ¿Con qué herramientas contamos para fabricarlas? ¿Cómo podemos detectarlas y combatirlas? 

Nada más entrar en la muestra, una gran escalera blanca iluminada recibe al visitante con los siguientes peldaños: descontextualización, propaganda, desinformación, fake news y deepfakes. Apenas cinco escalones que se pueden subir sin esfuerzo pero que es mejor contemplar desde fuera, pues quien llegue al más alto estará profunda y completamente manipulado sin, en la mayoría de los casos, tan siquiera saberlo. Claro que, en estos tiempos inciertos de sofisticadas inteligencias artificiales, hay quien es perfectamente consciente y prefiere creer a quien le miente. "Todavía no conocemos su alcance real. Podemos imaginarnos algo, podemos intuir que va a ser más difícil distinguir la verdad de la mentira, pero no lo sabemos", apunta Tascón, quien avanza en tono de broma aunque avisando de veras, que "el problema ya no es solo distinguir la verdad de la mentira, sino que a la gente a lo mejor le empieza a dar igual". "Puede gustarle incluso más la mentira", alerta con socarronería.

En esta línea, explica también que en lo que llevamos de siglo XXI han aparecido canales de distribución y medios de comunicación diferentes que hacen más rápida la difusión y más "fácil y barata" la fabricación de fake news. Se refiere tanto a las redes sociales en sí mismas como a la propia estructura de red que han adoptado los medios convencionales en los entornos digitales, además de a nosotros mismos como usuarios y una capacidad de distribución mucho más potente, uno a uno, de la que podemos llegar a ser conscientes. Por eso, comparte un consejo tan sencillo como eficaz que es, a su vez, un buen comienzo como muro de contención frente a la manipulación: "Si tienes dudas de algo, no lo compartas".

Remarca, asimismo, que de la misma manera que en siglos pasados las mentiras en los escritos empezaban con afirmaciones como "verdadera información", ahora muchas fake news suelen comenzar con reclamos como "esto no lo verás en los medios de comunicación". ¿Por qué? "Porque si haces fake news, el medio que intenta corroborar la información es tu enemigo y hay que destruirlo", explica, subrayando en esta batalla contra las falacias la necesidad de que tengamos "capacidad crítica", se redoblen "esfuerzos en una alfabetización mediática en todas las edades un poco superior a las capacidades digitales básicas", y que todos tengamos un "cierto escepticismo educado". "Que no tiene que ser desconfiar de todo pero, en un momento dado, tener en cuenta que cuanto mejor sea una historia más deberías desconfiar de que sea verdad", puntualiza, al tiempo que se refiere a las fake news como "golosinas para el cerebro".

Recorrido histórico

Esto tampoco es algo especialmente nuevo que esté ocurriendo en 2023, por supuesto que no. Viene de siglos y siglos atrás. Sí que es diferente que estamos más expuestos que nunca a la manipulación por disponer de más información que nunca. Es algo que crece en paralelo, de la misma manera que con la llegada de la Edad Moderna la desinformación creció a pasos agigantados por motivos variados como la aparición de la imprenta de Gutenberg, que generó una rápida propagación de textos y una proliferación de propaganda religiosa -destacando los libelos de sangre y los alegatos anticatólicos- y propaganda política alimentada por los intereses de las grandes potencias europeas, que conducen a la manipulación de la información, como puede verse en la muestra en una carta que narra la falsa victoria de la Armada Invencible. 

En la Edad Contemporánea, con la Revolución Industrial, entramos ya en una explosión de la circulación de la información gracias a los avances en los transportes y las nuevas rotativas de alta velocidad, elementos que popularizaron la prensa barata y sensacionalista. También, con el auge de los totalitarismos en el siglo XX irrumpe con fuerza la radio, con su punto álgido en la Segunda Guerra Mundial como medio de propaganda. Y ya en 1950, se populariza la televisión y se convierte en el medio de masas más poderoso, tanto por su capacidad de persuasión como por su accesibilidad a la población. Ejemplos de ellos son La gran mentira de la luna de The Sun (1835), considerada la primera gran falsedad de este período, que se muestra junto a la transmisión radiofónica de La guerra de los mundos de Orson Welles (1938) y el Proyecto Ojos sobre Saddam (2003) acerca de supuestos emplazamientos de armas de destrucción masiva en Irak.

En la actualidad, la capacidad de difusión masiva a través de las redes sociales ha supuesto un giro radical respecto a la forma en la que el público accede, consume y difunde noticias. Un cambio que nos ha llevado, paradójicamente, a una sociedad de la desinformación en la que, tal y como advierte Tascón, a un territorio donde "la mentira se puede convertir en cualquier momento en una revuelta popular o en la modificación de una votación de la presidencia de un país". "Hemos entrado en un territorio que no es nuevo, pero sí un poco ignoto", destaca, concediendo que las fake news, aparte de uno de los principales problemas colectivos a los que nos enfrentamos a la vez en nuestro presente, son a su manera una nueva arma de destrucción masiva: "En toda guerra, y se puede usar la metáfora de la guerra porque hablamos de combatir las fake news, el fin último es destrozar al enemigo de cualquier manera. Y el rey Felipe VI dijo hace poco que la desinformación es el principal problema de la democracia, y el World Economic Forum dice que es el segundo después del problema climático, también refiriéndose a que es una amenaza para las democracias".

Y aún prosigue: "Es inquietante porque hemos visto sus efectos en la democracia cuando se modifican votos. Eso no lo habíamos visto tanto, o al menos no lo habíamos podido medir. El referéndum de Colombia, el Brexit, las elecciones de Estados Unidos... sospechamos que en estos casos algo de influencia han podido tener las fake news y no han sido casos pequeños porque han subvertido un poco el orden mundial. En la política es donde más se nota, pero se extiende a la época del covid o la información científica. Hay un nuevo entorno de comunicación que los que hacen fake news manejan perfectamente mientras el resto no sabe todavía. Por ejemplo, Trump es un gran vendedor y no usa técnicas de comunicación, sino de márketing y de venta, mientras que delante tiene a gente que trabaja con las técnicas convencionales de comunicación y periodismo. No están jugando al mismo juego".

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Porque ya lo decía Martín Lutero: "Una mentira es como una bola de nieve. Cuanto más rueda, más grande se vuelve". "Nunca intentes ganar por la fuerza lo que puede ser ganador por la mentira", añadía Nicolás Maquiavelo. Nuestro propio cerebro nos engaña y nos rendimos aunque no queramos. Otro ejemplo, en este caso positivo, es The New York Times Special Edition, una propuesta artística del colectivo The Yes Men que una semana después de las elecciones que llevaron a Obama a la Casa Blanca se unió a cientos de escritores, artistas y activistas para crear y repartir, en un proyecto que duró seis meses, 80.000 ejemplares de una falsa edición del New York Times. En ella se anticipaba cómo serían las noticias de los próximos 18 meses, con un tono esperanzador y optimista, que anunciaban, entre otras, el final de la guerra de Irak o la gratuidad de las universidades. ¿Quién no querría con todas sus fuerzas creer en semejante mentira convertida en utopía? El único problema, el detalle sin importancia, es que no es real, y precisamente por eso resulta descorazonador el vídeo en el que se ve a la gente leyendo este periódico en las calles con ganas de creerse todos los titulares bonitos uno detrás de otro y sin descanso.

En la parte final de la exposición encontramos la aclamada obra Sputnik de Joan Fontcuberta, un proyecto que causó gran revuelo y que algunos medios tomaron como real en 1997. Narra el caso del supuesto coronel Ivan Istochnikov, cuya desaparición en plena carrera espacial entre EEUU y la URSS en 1968 provocó que fuera borrado de la historia por las autoridades soviéticas. Se muestran, además, una veintena de fotografías desde el siglo XIX hasta la actualidad que han sido alteradas a través de diferentes técnicas o descontextualizadas, entre ellas una imagen trucada de Putin conversando con Trump y Erdogan o la reciente imagen del Papa Francisco llevando un abrigo blanco de Balenciaga. Esta última circuló hace apenas unas semanas por todos nuestros teléfonos móviles y no dudamos en reenviarla, deseando que fuera cierta y dudando lo justo de su veracidad. Todos queríamos que fuera real y, después de todo, ¿acaso no lo era si la estábamos viendo?

La exposición, comisariada por el periodista Mario Tascón y Fundación Telefónica, con la colaboración de la Biblioteca Nacional de España, la Universidad CEU San Pablo y la Fundación Maldita.es, cuenta con alrededor de 120 piezas, entre las que destacan los colectivos Domestic Data Streamers, Tactical Tech o The Yes Men, junto a Joan Fontcuberta, Jonas Bendiksen, Daniel Howe o Hao Li. Fake News. La fábrica de mentiras puede verse en la planta 3 del Espacio Fundación Telefónica de manera gratuita hasta el 19 de noviembre de este 2023.

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