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Literatura

Édouard Louis señala a los culpables

El escritor francés Édouard Louis.

Lise Wajeman (Mediapart)

Todos los libros de Édouard Louis (Amiens, Francia, 1992) podrían llamarse Historia de la violencia, como su segunda novela. Con Quién mató a mi padre (recién publicado en Francia) llega el tercer acto de un relato comenzado en 2014. Pero no es este el momento del happy end, de la resolución de los conflictos, sino, más bien al contrario, el momento en que la colera se afila. 

I. Para acabar con Eddy Bellegueule (Salamandra): una infancia y una adolescencia en un pueblo del Somme, en los años 1990-2000; lo que es crecer siendo homosexual, y pobre, cómo esto supone lidiar con la vergüenza, las humillaciones, también los malos tratos. 

II. Llegan los cambios con Historia de la violencia (Salamandra): viviendo ya en el centro de París, Édouard Louis es víctima de una violación, de la rabia del amante de una noche al que sorprende tratando de robarle. Se convierte en el objeto de la codicia y del odio de quien está más necesitado que él. Pero el escritor es también aquel que quiso escapar de su clase, y lo paga. 

III. Quién mató a mi padre: regreso a los orígenes, al tiempo de infancia en la región de Picardía, a lo que su propio padre sufrió

 

Quién mató a mi padre es un libro en tres actos: porque se trata de literatura, claro, y la literatura no es una coquetería que sirva para envolver sucias historietas personales, es un dispositivo de escritura para contar lo que no podría hacerse de otra manera; aquí, para alumbrar las líneas de tensión, para hacer aparecer la circulación de la violencia, difusa, profusa, compleja; para no equivocarse al señalar a los culpables. Tres actos para desplazar el punto de vista, observar la violencia de cada uno: el padre, el hijo, las políticas públicas. El tiempo necesario para comprender cómo el que inflige el sufrimiento puede ser también una víctima, cómo el que la sufre puede revelarse también peligroso. Tres actos, en fin, para elaborar una venganza con peso: un auto de acusación. 

Hay, por tanto, una dramaturgia en acción. El libro está, de hecho, dedicado a Xavier Dolan, que en 2016 adaptó Solo el fin del mundo, la obra de Jean-Luc Lagarce de la que Édouard Louis (nacido Eddy Bellegueule) tomó prestada una parte de su pseudónimo: ¿una propuesta de trabajo para una adaptación futura?

Quién mató a mi padre se abre con una especie de acotación que indica que podría ser "un texto de teatro", mientras que los libros precedentes se presentaban como novelas. "Un padre y un hijo están a unos metros el uno del otro en un gran espacio, vasto y vacío. Quizás nieva. Quizás la nieve los cubre poco a poco hasta hacerlos desaparecer". Es En la soledad de los campos de algodón de Bernard-Marie Koltès con orientación norte, salvo que solo uno de los personajes tiene la palabra, el hijo: "El hecho de que el hijo y solamente el hijo hable es una cosa violenta para ambos". 

El padre es el que no habla y el que el título del libro pone ya entre los muertos. Está, sin embargo, vivo todavía, pero tan dañado físicamente que apenas lo está, y el hijo no sabe ya quién es: "(hablo de ti en pasado porque ya no te conozco. El presente sería una mentira)". El padre es ese hombre del que el niño, durante toda su infancia, solo ha esperado la ausencia; ese hombre al que el hijo ya no hablaba: "De manera general, cuando pienso en el pasado y en nuestra vida común, recuerdo ante todo lo que no te dije, mis recuerdos son de lo que no tuvo lugar". 

Quién mató a mi padre no busca ni reparar ni insultar a ese padre contándole lo que ha sido callado. Es menos una "carta al padre" que una carta para el padre. No un libro para hablarle, sino un libro que habla en su lugar, en lugar de ese padre a quien no le falta solo la palabra: se define esencialmente por lo que no es. 

"Cuando pienso hoy en ello, tengo la sensación de que tu existencia ha sido, pese a ti, y justamente contra ti, una existencia negativa. No tuviste dinero, no pudiste estudiar, no pudiste viajar, no pudiste cumplir tus sueños. No hay en la lengua casi más que negaciones para expresar tu vida. Tu vida prueba que no somos lo que hacemos, sino que, al contrario, somos lo que no hemos hecho". 

En Para acabar con Eddy Bellegueule, la fuerza del escritor residía en saber trabajar con la violencia, sufrirla, afrontarla, describirla, sin librarse a sí mismo de ella. La novela funcionaba como un sacrificio íntimo: exhibía una identidad deshonrada para abandonarla mejor. En este tercer libro, el sacrificio del padre ya ha tenido lugar: el título trabaja señalando a los culpables, diciendo cómo incluso la vida más íntima es efecto de las políticas públicas: "La política es la distinción entre la población cuya vida es sostenida, alentada, protegida, y la población expuesta a la muerte, a la persecución, al asesinato". 

Ya no se trata, para el hijo, de vengarse del padre, se trata de vengar al padre, denunciando a aquellos que por su política social, sus reformas laborales o de la sanidad, contribuyeron a abatirle físicamente: "Hollande, Valls, El Khomri, Hirsch, Sarkozy, Macron, Bertrand, Chirac. La historia de tu sufrimiento lleva estos nombres. La historia de tu cuerpo acusa a la historia política". 

Quién mató a mi padre no es una pregunta, es una afirmación. El libro apela a ese gesto vital: devolver la violencia a aquellos que la ejercen.  ____________

Delitos “de odio”: un problema de definición

  Traducción: Clara Morales

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