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'Gestación subrogada'

'Gestación subrogada', de Layla Martínez.

Layla Martínez

infoLibre publica un extracto de Gestación subrogada, de Layla Martínez, un ensayo divulgativo que aborda la cuestión de los vientres de alquiler desde su inicio —sus orígenes históricos y científicos— hasta sus últimas consecuencias —el debate político, social y legal en torno a la práctica—. El volumen, publicado por la editorial Pepitas de calabaza, lleva por subtítulo Capitalismo, patriarcado y poder, por lo que queda bien clara la perspectiva desde la que la autora, responsable también del sello Antipersona, aborda el dilema. La pregunta central del libro, explica Pepitas de calabaza, podría ser: "¿Dónde están los límites entre lo que podemos hacer y lo que es lícito hacer?". En el fragmento recogido, Martínez recuerda el origen de ese nuevo "poder hacer" y sus primeras consecuencias sociales. 

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  De qué va todo esto de la gestación subrogada

 

El hospital de Oldham, en Mánchester, estaba tomado por la policía. Lo único que sabían los miembros del equipo médico era que debían realizar una cesárea a una mujer embarazada de treinta y ocho semanas, pero los policías que custodiaban las puertas del quirófano hacían pensar que no se trataba de una intervención cualquiera. Las sospechas se confirmaron dentro de la sala, donde un equipo de grabación completo se preparaba para filmar el procedimiento.

La operación se produjo sin complicaciones, en apenas una hora. Por razones de seguridad, el personal sanitario no fue informado hasta después de la intervención, pero aquella mañana de julio de 1978 acababan de participar en un acontecimiento que cambiaría la historia de la medicina y sacudía las posibilidades de reproducción de nuestra especie. Habían ayudado a nacer a Louise Brown, el primer ser humano concebido en un laboratorio.

El nacimiento de Louise era el producto de diez años de investigación del fisiólogo Robert Edwards, que había desarrollado una técnica para fertilizar óvulos mediante un procedimiento artificial. En los últimos años, Edwards había trabajado con Patrick Steptoe, un ginecólogo que había creado un método de extracción de óvulos de mujeres fértiles. El trabajo conjunto de los dos investigadores permitía unir gametos masculinos y femeninos sin la necesidad de un encuentro sexual. Por primera vez en la historia, la fertilización no se producía en el interior de un cuerpo humano, sino en un laboratorio.

Sin embargo, para avanzar en su procedimiento, Edwards y Steptoe necesitaban algo más. Ese paso fue posible gracias a Jean Purdy, una investigadora que había colaborado con Edwards desde el principio y cuyo trabajo se centraba en la última etapa del procedimiento: la implantación de los embriones en el útero. La técnica desarrollada por los investigadores permitía extraer óvulos y fecundarlos, pero para que esos embriones diesen lugar a un embarazo era necesario implantarlos en las paredes del útero y conseguir que no fuesen rechazados. Los intentos se sucedieron durante meses, hasta noviembre de 1977. Después de cientos de fracasos, las pruebas confirmaron por fin que el embrión se había implantado con éxito. Lesley Brown, una mujer de treinta y un años que no había podido tener hijos debido a una obstrucción en las trompas de Falopio, estaba embarazada.

El nacimiento de Louise fue un acontecimiento mundial. Cuando se dio a conocer la noticia, la discreción con que se habían llevado el embarazo y el parto fue sustituida por la atención permanente de la prensa, que seguía cada movimiento del que bautizaron como el primer bebé probeta. Aunque hubo polémica procedente sobre todo de sectores religiosos, el debate social fue mucho menor de lo que los propios investigadores esperaban. La fecundación in vitro fue presentada como un avance médico que prometía resolver los problemas de fertilidad. La opinión pública la vio como una técnica que permitía solucionar, o al menos sortear, problemas de salud que impedían tener hijos biológicos, como había sido el caso de Lesley Brown. De hecho, esta ha sido la visión predominante hasta hoy. En 2010, la nota de prensa oficial que acompañaba a la concesión del Premio Nobel de Medicina a Robert Edwards señalaba que se debía al «desarrollo de la terapia de la fecundación in vitro humana. Sus logros han hecho posible tratar la infertilidad, una condición médica que aflige a una importante porción de la humanidad, incluyendo a más del 10 % de todas las parejas del mundo».

Sin embargo, lo cierto es que la fecundación in vitro es mucho más que un tratamiento contra la infertilidad. El procedimiento creado por Edwards, Steptoe y Purdy suponía un cambio fundamental en las posibilidades de reproducción de los seres humanos. La fecundación ya no tenía que producirse necesariamente en el interior de un cuerpo: había aparecido una alternativa que permitía generar embriones humanos fuera de los órganos destinados a ello. Nuestra especie había dejado de necesitar el encuentro sexual para poder reproducirse.

Este hecho se haría evidente en el desarrollo posterior que experimentaron las técnicas de reproducción humana asistida. En primer lugar, porque su uso se extendió enseguida a otros grupos sociales que no eran las parejas heterosexuales, como las mujeres solteras y las parejas de lesbianas. En estos casos no había un problema de fertilidad que la medicina ayudaba a resolver, sino una renuncia, por diferentes motivos, a que la reproducción se produjese mediante el encuentro sexual entre un hombre y una mujer. Las mujeres que recurrían a la fecundación in vitro no lo hacían debido a un problema de salud, sino porque era la opción que preferían. Esta técnica dejaba de ser un recurso que se utilizaba en casos de infertilidad para convertirse en una opción que se sumaba a las demás.

El hecho de que este tipo de fecundación suponía un cambio fundamental en la reproducción de la especie humana se hizo evidente también porque supuso la entrada del capitalismo en un medio que hasta entonces se había mantenido ajeno a él. La aparición de clínicas privadas especializadas en esta técnica y el surgimiento de bancos de semen y óvulos que retribuían a los donantes implicaba la mercantilización de un ámbito que hasta entonces había estado al margen de las relaciones capitalistas. La reproducción se convertía en una mercancía más.

Por último, la sacudida que supuso el desarrollo de la fecundación in vitro para la forma de entender la reproducción humana se manifestó también en que permitió la aparición de procedimientos que separaban todavía más el hecho de tener descendencia de los procesos biológicos necesarios para ello. Para tener un hijo ya no era necesario gestarlo. Los embriones se podían implantar en el cuerpo de una mujer distinta a la que deseaba tener descendencia. Acababa de nacer la gestación subrogada.

Algunos conceptos

La gestación subrogada puede definirse como el proceso que implica que una mujer geste un hijo por encargo de otra persona, a quien se lo entrega cuando nace y que es quien asume la maternidad o paternidad. Existen diferentes formas de realizar este proceso, pero todas ellas tienen en común que la mujer que lleva a cabo el embarazo y el parto lo hace a petición de otra persona, que es quien desea tener descendencia y ser reconocida como padre o madre del recién nacido.

Dependiendo de la procedencia del óvulo y el espermatozoide, se pueden dar diferentes tipos de gestación subrogada. En el caso del óvulo, puede proceder de tres mujeres distintas: la que va a gestar al embrión, la que desea tener el hijo u otra diferente. En el caso del esperma, puede proceder del hombre que desea ser padre o de un donante. Cuando el óvulo y el espermatozoide pertenecen a las personas que desean tener el hijo, se habla de una gestación subrogada sin donación, ya que para producir el embrión no se ha necesitado la participación de otras personas que donen sus gametos. En este caso, las personas que encargan la gestación comparten en su totalidad el material genético con el niño que va a nacer. Una segunda posibilidad es que se requiera una donación parcial, ya sea del óvulo o del espermatozoide. Esto se produce cuando los gametos de uno de los miembros de la pareja heterosexual que desea tener el hijo no son viables, pero también en el caso de parejas homosexuales o de hombres y mujeres solos. La donación puede proceder de una persona anónima que ha decidido entregar sus gametos de forma gratuita o a cambio de una retribución, pero también de la mujer que va a realizar la gestación, en el caso de los óvulos. En este supuesto, la mujer gestante es también la madre biológica del recién nacido. Por último, se puede dar la situación de que se requiera la donación tanto del óvulo como del espermatozoide. Aquí, las personas que desean tener hijos no tienen ningún tipo de relación genética con el bebé.

Esta variedad de posibilidades hace que la gestación subrogada pueda implicar a muchas personas distintas: la madre y el padre biológicos, que aportan los óvulos y espermatozoides; la mujer gestante, que lleva a cabo el embarazo y el parto, y las personas que desean tener el hijo, que pueden ser personas solas o parejas de distinta orientación sexual. Como hemos visto antes, estos roles pueden coincidir o ser ejercidos por personas distintas.

'Cómo perder un país'

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Además de por la procedencia de los gametos, también es frecuente que la gestación subrogada sea clasificada en función de la retribución económica que recibe la mujer que realiza la gestación. Cuando esta se lleva a cabo a cambio de una cantidad de dinero, se habla de gestación lucrativa. Cuando no hay intercambio económico, se le da el nombre de gestación altruista. Sin embargo, como veremos más adelante, el límite entre uno y otro tipo es confuso, ya que la gestación altruista suele incluir el pago de una compensación por los gastos que ocasionan el parto y el embarazo, y por la pérdida de ingresos que experimenta la mujer durante ese tiempo. Con la excepción de los casos en que la gestación subrogada se pacta entre familiares —por ejemplo, una madre que gesta un bebé para su hijo—, en realidad los dos tipos de gestación son remunerados. La diferencia radica en la forma en que se realiza la transacción económica: en la lucrativa el pago se negocia abiertamente y en la altruista se establece basándose en un cálculo de los gastos ocasionados a la gestante.

Por último, también se pueden observar distintos tipos de gestación subrogada en función del lugar donde se encuentran la mujer gestante y las personas que encargan la gestación. Se habla de gestación nacional para los casos en que unos y otros viven en el mismo país y de gestación internacional cuando la gestante se encuentra en un país diferente al de las personas que desean tener el bebé. Como veremos más adelante, esto puede deberse a diferentes razones y tiene implicaciones diferentes en ámbitos tan distintos como la legislación o el propio debate ético.

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