OSCAR 2019

'Green book': el libro que guió a los conductores negros por los EEUU de la segregación

Mahershala Ali como el músico Don Shirley en 'Green book', de Peter Farrelly.

Cuando Tony Vallelonga, el italoamericano interpretado por Viggo Mortensen en la película Green book, comienza a trabajar como chófer para el exitoso pianista afroamericano Don Shirley (Mahershala Ali), un empleado de la discográfica le entrega un pequeño librito verde, el Green book. Vallelonga es blanco y vive en Nueva York, por lo que no es extraño que jamás haya oído hablar de la breve guía que guarda en la guantera. En la portada se lee: "Lleva tu Green book contigo. Puedes necesitarlo". El lema de este popular volumen publicado en Estados Unidos entre 1936 y 1966, no era solo un gancho publicitario. Era una advertencia. Dirigido a los "conductores negros" en un país aún segregacionista, el Green book era más un manual de supervivencia que una guía turística. Vallelonga descubrirá pronto en su viaje hacia el sur que el Green book no exagera ni un poco. 

 

Pese al título del filme, la pequeña guía creada por Victor Hugo Green, un empleado de correos de Harlem, apenas aparece en dos secuencias. Y esa es solo una de las múltiples polémicas que rodean a la película dirigida por Peter Farrelly, algo que sin embargo no le ha impedido hacerse con cinco candidaturas a los Oscar, incluida mejor película, guion original y sendas nominaciones para sus actores principales —elocuentemente, es Mortensen quien opta a mejor actor protagonista—. La familia de Shirley, un virtuoso del piano cuya carrera fue cercenada por el racismo, ha criticado duramente la supuesta falta de rigor de la película, a la que han llegado a calificar de "sinfonía de mentiras". Parte dl equipo de la producción, incluido Mortensen, respondió que la familia nunca fue tan cercana a Shirley como ahora proclama —Shirley era homosexual, y en la película se insinúa que esto motiva el rechazo de sus hermanos—. No han sido pocos los medios que han dedicado artículos a discernir la verdad de la ficción en la obra de Farrelly, coescrita por el hijo de Vallelonga. El New York Times tituló su crítica "Un viaje hacia la amistad y los clichés". 

Pero el escaso protagonismo de la guía en una película que lleva su nombre ha sido quizás uno de los aspectos más discutidos del filme. Tras décadas de olvido, en los últimos años se ha producido, además, un trabajo de recuperación de la guía. Cuatro de sus ediciones anuales se publicaron en 2017 como facsímil, consiguiendo unas ventas y una atención significativas. Dos de esas copias fueron a parar a la exposición Elements of vogue, en el Centro de Arte Dos de Mayo, el museo de la comunidad de Madrid. "Para las comunidades negras es un mito", explica Manuel Segade, director de la institución y uno de los comisarios de la muestra. "A través del Green book, reflejábamos en la exposición todo el horror del sur, pero sin apropiarnos del sufrimiento de los cuerpos negros". Porque eso es hoy el invento de Victor H. Green: un catálogo de las consecuencias prácticas de la segregación, en rincones donde quizás no se las espera. 

"Lo siento, no puedes entrar"

Allá por los cuarenta se inició la edad de oro de la conducción en Estados Unidos. Con unos coches cada vez más baratos y cómodos y una clase media creciente —la red de autovías interestatales se inauguraría en 1956—, las familias se echaban a la carretera para conocer las llanuras americanas. Pero no todos eran igual de libres: en 1962, cuando tiene lugar el viaje de Shirley y Vallelonga, quedaban aún dos años para que la Ley de Derechos Civiles anulara las normativas Jim Crow, el nombre con el que se conoce a las distintas leyes puestas en marcha poco después del final de la guerra civil que continuaban una segregación racial refrendada por el Estado. Se aprobaron desde códigos que regulaban en qué industrias y bajo qué condiciones podían trabajar los nuevos esclavos libres, a normas que exigían colegios segregados, hospitales segregados, salas de espera segregadas, fuentes públicas segregadas o taquillas de cine segregadas. 

 

A la izquierda, una familia afroamericana en Washington, D.C., en 1955. A la derecha, Victor H. Green en 1956. / WIKIPEDIA/99%INVISIBLE

En los sesenta, en el sur, eran todavía numerosos los restaurantes donde no se daba servicio a los afroamericanos. Los hoteles reservados exclusivamente a los blancos eran mayoría. En algunos pueblos, los sundown towns,sundown towns un toque de queda obligaba a las personas negras a abandonar el municipio por la noche. Las palizas y los asesinatos no eran una rareza. En el programa dedicado al Green book, el podcast estadounidense 99% invisible recogía los recuerdos del fotógrafo y ex senador demócrata Curtis Graves, que creció en Houston, Texas. Graves menciona un viaje en el que iba con dos amigas blancas: "Paramos en un restaurante, y en cuanto llegamos a la puerta nos dijeron: 'Lo siento, no puedes entrar, no servimos a personas negras". Decidieron probar en otro bar, al otro lado de la calle: "Les dije: 'Entrad las dos, coged una mesa y cuando os hayáis sentado y venga a atenderos un camarero, decidle que tenéis un chico que conduce para vosotras y que si puede entrar". Funcionó. "Mientras que fuera su chico, su conductor, podía comer con ellas; pero si era su igual, no podía", señala Graves. 

Y, aunque en el sur las leyes Jim Crow estaban más extendidas y eran más fieras, y aunque allí la seguridad de las personas negras corriera aún más riesgo, la segregación se extendía por todos los Estados Unidos. El documental The Green book chronicles (Las crónicas del Green book), que se encuentra en la última fase de montaje, hace un repaso en un clip animado por las normativas racistas que funcionaban en distintos estados: en Georgia, la ley prohibía a los dueños de los restaurantes servir a las dos razas en el mismo espacio; al norte de Virginia, se exigía a los responsables de cualquier espacio público —consultas médicas, cines...— reservar espacios diferenciados; en Oklahoma, en 1957, la ley impuso a las compañías telefónicas la instalación de cabinas distintas para blancos y negros; en Washington, en los años cincuenta estaba prohibido que ciudadanos negros se instalaran en barrios blancos

Una red de asistencia

A miles de kilómetros del sur profundo, Victor H. Green ponía en marcha una particular guía de viajes dedicada a los que, como él, se aventuraban con sus coches más allá de las fronteras del barrio. También la población negra veía aumentar su poder adquisitivo, en parte precisamente gracias a la industria automovilística, un sector en crecimiento en el que estos trabajadores no lo tenían tan difícil para encontrar empleo. El editor se inspiró, como contaba en la edición de 1949, en guías ya existentes que advertían a los judíos de los establecimientos "solo para gentiles". Ese año, escribía: "Si viajas, no tienes que preocuparte por el alojamiento, si en este sitio te dejarán entrar o si este sitio te dará de comer. Eso es si eres blanco y gentil [no judío]. Si no lo eres, tienes que viajar por una cuidadosa ruta, como buscando oasis en el desierto". 

El cartero empieza centrándose en Nueva York y alrededores, donde en los años treinta tampoco era sencillo que las personas negras encontraran alojamiento fuera de los barrios negros. Pero el editor se da cuenta de inmediato de las posibilidades se su idea: la segunda edición es ya nacional, y acabaría siendo internacional. Para recabar información, decide pagar a todo aquel que le envíe recomendaciones sobre lugares donde comer sin ser acosados o moteles, a menudo regidos por otros afroamericanos, donde se les reciba de buen grado. Las comunicaciones, por desgracia, son lentas, el teléfono es caro y el presupuesto no es eterno. 

 

Green tiene un as en la manga: el empleado de correos recurre a la National Association of Letter Carriers, sindicato de carteros urbanos. Sus compañeros negros investigan aquí y allá, usando sus contactos directos en los distintos barrios para preguntar por las mejores direcciones para los viajeros. Donde los hoteles para afroamericanos son escasísimos, preguntan en ciertas casas si estarían dispuestos a dar alojamiento a los conductores no blancos: serán las tourists homes, uno de los negocios mejor representados en la guía. La guía crece en espesor —de una decena de páginas a unas ochenta— y en compradores. El título se beneficia del boca-oreja, pero también del inusitado apoyo de las gasolineras Esso, la única cadena que permite franquiciarse a afroamericanos, que ofrece la guía en sus expositores. Se acaban tirando unos 15.000 ejemplares al año. 

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En 1959, en Montgomery, Alabama, la guía solo recogía un hotel, el Ben Moore, y dos casas de huéspedes. En Los Ángeles, California, aparecen 15 establecimientos donde dormir, y 5 restaurantes. El Amigo Motel & Cafe, en Tucumcari, Nuevo México, se anuncia con una foto de uno de sus dueños para que los viajeros puedan ver que es afroamericano. Lo mismo hace el Mountain Laurel Motel & Cafe, en Warrenville, Carolina del Sur. En Houston, Texas, aparecen tres restaurantes donde Curtis Graves podría haber comido sin subtrefugios. Para ese año, Victor H. Green ya se había jubilado como cartero, y su esposa, Alma D. Green aparece como responsable de la edición. Un año después, el creador del Green book fallecería... Pero no su proyecto: Alma sigue figurando como editora en las siguientes versiones. En la del 1963-1964 se ofrece un listado de las leyes Jim Crow imperantes en cada Estado; este último año llega la Ley de Derechos Civiles; en 1966 deja de publicarse el Green book: los viajeros negros ya no lo necesitan. 

La película Green book dibuja a un Don Shirley alejado de sus raíces negras, distante, por su clase social, de los problemas de su raza. Se llega a segurar que el pianista no conocía a Aretha Franklin o Little Richard, y que se acerca a su música gracias a Vallelonga. Pero Shirley fue un gran amigo de Duke Ellington, entre otros artistas afroamericanos. De la misma manera, critica Segade, el filme "no refleja ningún tipo de colectividad", cuando fue "precisamente la solidaridad y el apoyo público" lo que hizo posible tanto la creación como la difusión de la guía. En los pequeños folletos verdes, Victor H. Green decía ofrecer información y recursos para evitar al viajero negro "dificultades" y "vergüenza". Acabó haciendo algo más que eso: dar un espacio de libertad en medio de una realidad asfixiante. Llevar de vuelta a casa, sanos y salvos, a quienes se aventuraban en territorios hostiles.  

 

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