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'De guerra en guerra. De 1914 a Ucrania'

Edgar Morin

De guerra en guerra. De 1914 a Ucrania aporta, desde un punto de vista antibelicista, una propuesta de paz para las guerras actuales. Es un ensayo sociológico en el que el autor, Edgar Morin, explora las causas de las principales guerras y sus génesis, desde la Primera Guerra Mundial a comienzos del siglo XX hasta el conflicto de Gaza, incluido en el último episodio.

El libro sitúa al lector en cada una de las disputas armadas del último siglo, causadas muchas veces por diferencias étnicas, culturales, sociales y casi siempre por motivos económicos.

infoLibre publica Ucrania, un capítulo de este ensayo del filósofo y sociólogo francés Edgar MorinDe guerra en guerra. De 1914 a Ucrania está editado por la Editorial Popular y llega a las librerías el próximo 15 de marzo.

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Ucrania es una nación que tiene los mismos orígenes que Rusia, pero que se ha visto históricamente dividida entre Polonia, el Imperio austriaco y más tarde una gran parte de su territorio se integró a la Rusia zarista. Conservó su propia lengua, semejante al ruso, y como en otras naciones esclavizadas, algunos intelectuales crearon en el siglo XIX un movimiento independentista.

Durante los disturbios y las guerras que siguieron a la Revolución de Octubre, Ucrania, bajo el liderazgo del anarquista Makhno, proclamó su independencia, pero fue conquistada por los bolcheviques e incorporada a la URSS.

La URSS permitió que se comunicaran en su propia lengua y expresaran su folclore, pero suprimió cualquier atisbo de autonomía. La rica tierra de Ucrania fue la principal víctima de la koljosificación forzosa, la deportación masiva de los kulaks y sobre todo de la gigantesca hambruna de 1931. Esto provocó un enorme resentimiento hacia Rusia, lo que explica el aplauso, filmado por los nazis, de una parte de los habitantes de Kiev a la llegada de las fuerzas armadas alemanas.

Pero lo peor fue que el movimiento independentista ucraniano, exiliado en Alemania, había unido fuerzas con los nazis bajo el liderazgo de Bandera, y luego cooperó con la Wehrmacht en la invasión y ocupación de Ucrania. Estableció una administración bajo las órdenes de los nazis y participó en los abusos de los ocupantes, incluida la masacre de los judíos. Vassili Grossman expresó su pesar cuando supo, durante la liberación de Ucrania de los nazis, que su madre había sido asesinada por los ucranianos.

Según un informe de Serge Klarsfeld, el lema de los nacionalistas ucranianos colaboradores de los nazis de Bandera, que se exhibía en las calles de Kiev en 1941 era: Tus enemigos son Rusia, Polonia y los judíos. Bandera incluso proclamó en 1941, bajo la ocupación de las fuerzas alemanas, una “República ucraniana independiente”.

Hubo alistamientos militares de ucranianos en la Legión Ucraniana; la UPA6 continuó enfrentándose al Ejército Rojo después de la guerra, hasta su aniquilación en 1954. Hay que decir por otra parte, que miles de ucranianos se alistaron como partidarios contra los ocupantes alemanes.

Por tanto, es comprensible que los voluntarios extranjeros que se alistan por Ucrania en 2022 sean de dos tipos, el primero impulsado por ideales democráticos, el segundo por ideales fascistas.

Ucrania es independiente desde 1991, tras la desintegración de la URSS; es una nación extremadamente rica en cultivos de cereales, recursos minerales e industriales. Desde el siglo XIX, la Rusia zarista la industrializó; en el siglo XX, la Unión Soviética estableció en el Donbass su industria pesada, sus centrales nucleares y pobló esta región con obreros, deportados e ingenieros rusos. La Ucrania, en ese momento independiente, se benefició con esta herencia rusa con lo cual incrementó su desarrollo técnico y económico.

Aunque Rusia sea el agresor evidente, impulsado por un deseo de apropiación, y aunque su comportamiento resulte particularmente destructivo para las personas, los bienes e infraestructuras, desde Maidan, los Estados Unidos han sido los inspiradores de la política ucraniana, presentes en su economía, proporcionándole a su vez la ayuda inestimable de su sistema de información e inteligencia.

Con su situación geopolítica estratégica cerca de Rusia y su patrimonio económico, Ucrania es una presa importante, tanto para la Rusia de Putin, que conserva el sueño de reconstituir el Imperio eslavo, como para Estados Unidos, que de este modo posicionaría la OTAN en las fronteras occidentales de Rusia. De hecho, Ucrania es el foco de dos voluntades imperiales, una que quiere salvaguardar su dominio sobre el mundo eslavo y protegerse de una nación vecina bajo la influencia de Estados Unidos, y otra que insiste en integrar a Ucrania en Occidente y arrebatarle a Rusia el título de superpotencia mundial. Estados Unidos, al debilitar permanentemente a Rusia por medio de Ucrania, eliminaría uno de los obstáculos que interfieren en el mantenimiento de su hegemonía planetaria, quedando solo uno, China.

La Ucrania independiente ha evolucionado mucho, se ha urbanizado y sus costumbres se han occidentalizado. El antijudaísmo popular se ha atenuado, quizá para acentuar el antirrusismo.

El nacionalsocialismo ucraniano es minoritario, aunque el banderismo se ha visto acentuado, pero como independentismo con respecto a Rusia y no como auxiliar de la ocupación alemana.

Al igual que en Rusia, la desnacionalización general de la economía ha beneficiado a una casta de oligarcas y la corrupción se ha extendi-

do por doquier.

Desde la independencia, se han alternado los gobiernos prorrusos y prooccidentales, con una primera revolución “naranja” democrática y prooccidental en 2005; luego, en una serie de elecciones amañadas de diversa índole, Ucrania se planteó una asociación con la Unión Europea, para renunciar a ella en 2013 bajo la presión rusa.

De hecho, tras la sucesión de los presidentes prorrusos y prooccidentales, se desata un conflicto clave, no solo entre la democracia occidentalizada y el despotismo ruso, sino también entre el imperialismo americano y el imperialismo ruso.

La revolución democrática prooccidental de la plaza Maidan de Kiev en 2014, derroca al presidente prorruso Víktor Yanukóvich y refuerza la tendencia a librarse de la tutela rusa, pero también desata la secesión de las regiones rusoparlantes de Donbass y la anexión de Crimea por parte de Rusia. Los acuerdos de Minsk de 2015 entre Rusia y Ucrania, bajo la égida de los principales países occidentales, no lograron poner fin a la guerra que opone los ejércitos ucranianos a las fuerzas separatistas abastecidas y apoyadas por Rusia. Los acuerdos de Minsk no fueron respetados ni por Ucrania ni por Rusia, y la guerra continuó en el frente de Donbass, cobrándose catorce mil vidas hasta 2022. Esta guerra ininterrumpida es un verdadero absceso que se ha vuelto purulento y que ha diseminado su infección.

Era por tanto previsible –como anuncié en un artículo en 2014– que todo esto condujera a una situación explosiva.

El 20 de septiembre de 2019, el candidato aspirante Volodymyr Zelensky fue elegido presidente de Ucrania –a pesar de que su condición de judío era conocida por todos–, no solo gracias a su popularidad como comediante, sino sobre todo por su hostilidad a los partidos y su programa anticorrupción.

Maidan fue un despertar democrático, pero se exaltó el banderismo. Como recuerda igualmente Serge Klarsfeld:

Una de las primeras medidas tomadas por el gobierno de Kiev tras la revolución de 2014 fue renombrar la larga avenida que conduce al sitio de Babi Yar, que llevaba el nombre “avenida de Moscú”, para llamarla “avenida Bandera”, cuyos seguidores ayudaron a los nazis en el exterminio de más de 30.000 judíos, hombres, mujeres y niños en el barranco de Babi Yar los días 29 y 30 de septiembre de 1941, cuando las tropas alemanas acompañadas por las Einsatzgruppen entraron en Kiev. El tribunal administrativo del distrito de Kiev había ordenado al ayuntamiento que cancelara el cambio de nombre de las dos calles principales en honor a Stepan Bandera y Roman Shukhevych, que también había sido un asesino de judíos y cuyo nombre figuraba en un estadio en la ciudad de Ternopil. Pero el alcalde de Kiev, Vitaly Klitschko, apeló contra la decisión y el tribunal de apelación falló a su favor. En Lviv, hace apenas dos años, cientos de hombres desfilaron con los uniformes de las SS de colaboradores ucranianos en un evento aprobado por la ciudad. Estos últimos años, al menos tres municipios ucranianos inauguraron estatuas en honor al diputado de Bandera, Yaroslav Stetsko quien, durante la Shoah, aprobaba el “exterminio de los judíos”.

Además, todavía existe una minoría activa de nacionalsocialistas ucranianos, como el mando del regimiento Azov, quien se distinguió en la guerra civil de Donbass y luego en la épica defensa de Azovstal en Marioupol.

El gobierno ucraniano crea una cortina de humo y utiliza en su guerra los servicios de estos acérrimos enemigos de Rusia, pero no puede identificarse con ellos.

Persiste una complacencia con el banderismo, sobre todo una histeria hipernacionalista antirrusa que prohibió la lengua, la literatura y la música rusas –el odio a la cultura de los pueblos enemigos también ha sido uno de los rasgos de la histeria belicista de Alemania.

Ucrania es una presa geopolítica y económica entre dos titanes, que desean apoderarse de sus considerables riquezas, principalmente industriales y mineras en el Donbass, y energéticas en las gigantescas centrales nucleares construidas por la Unión Soviética.

Ucrania se ha rearmado desde 2014; se ha beneficiado de la ayuda tecnológica e informática de Estados Unidos, pero también ha recibido armas y entrenamiento. También tiene la creciente influencia de Estados Unidos, no solo como proveedor de subsidios y armas, sino también como controladores de los servicios de información e inteligencia, toma de posesión económica, en particular de una parte de las tierras fértiles de chernozem. El control estadounidense aumenta con la ayuda económica y militar, que hace a Ucrania cada vez más dependiente de la potencia que apoya su independencia.

Podemos suponer que bajo el control estadounidense, cuyo marcado objetivo es “debilitar permanentemente a Rusia”, el presidente Zelensky, que inicialmente reconocía que la única solución al conflicto era diplomática, se vuelva cada vez más intransigente y vea como única solución “la victoria”.

Dada su complejidad, es evidente que Ucrania debe ser apoyada para lograr su independencia y soberanía nacional.

Ucrania se fortaleció mientras que Putin la creía dividida y debilitada por tener como líder a un comediante que había llegado a la presidencia; estaba convencido de que su composición étnica dual lo convertía en una entidad frágil.

'Tesis'

También sabía que Estados Unidos, tras retirarse de Afganistán, no podía emprender una nueva aventura militar en una tierra lejana. Aún más, el presidente Biden había declarado oficialmente que en caso de guerra, Estados Unidos no intervendría en Ucrania. Esta declaración sin duda contribuyó a la decisión de Putin de invadir Ucrania. Cabe preguntarse si Biden era consciente de esto mientras hacía esta declaración.

En resumen: si la Rusia de Putin es la autora de esta guerra, lo es al final de un proceso de radicalización recíproca; Putin vio que las naciones de la Unión Europea estaban divididas y las creyó debilitadas debido a unas costumbres “feminizadas” que su virilidad desprecia. Así que, tras haber anexionado Crimea, una península tártara rusificada, en 2014, y tras haber armado las “Repúblicas” secesionistas del este de Ucrania desde 2014, lanzó su ofensiva en 2022, seguro de que podría decapitar a su poder ejecutivo y obtener la rendición de sus ejércitos.

La invasión de Ucrania y su extrema brutalidad sembraron el temor a una hegemonía rusa en el norte de Europa, lo que llevó a los Estados bálticos y a Suecia a ingresar en la OTAN, luego incitó a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comunidad Europea, a apoyar las demandas del presidente Zelensky, desencadenó la ayuda económica y militar de las naciones de Europa, totalmente comprometidas en el apoyo incondicional al presidente ucraniano, e impulsó la adopción de sanciones contra Rusia.

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