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Luis Mateo Díez: "El conocimiento es la mejor defensa para evitar ser manipulados"

Luis Mateo Díez en las oficinas de su editorial en Madrid

Encara una nueva semana Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) después de haber sido el permanente foco de atención la anterior y haber recibido ya oficialmente el Premio Cervantes. Pero no terminan las buenas noticias para el sillón I de la Real Academia Española, pues acaba de publicar El amo de la pista (Alfaguara, 2024), una nueva novela plena de ingenio e imaginación sobre la vulnerabilidad y la capacidad de manipulación de los seres humanos y la peligrosa fascinación de los mistificadores. Una fábula que puede inquietarnos, si pensamos en el mundo en el que estamos gobernados, tal y como asegura a infoLibre en plena resaca emocional.

¿Cómo empieza uno una nueva semana después de recibir el Premio Cervantes?

Bien, bien (risas). La verdad es que fue una semana intensa llena de halagos y de recompensas, lo cual le da a la intensidad un punto extremo. Pero hay que regresar a la normalidad y volver a estar tranquilo, aunque todo lo que me ha pasado es inolvidable y fundamental en mi vida.

¿Puede un Premio Cervantes volver a la normalidad?

No te queda otra (risas). Hay un punto de resaca que hay que administrar, pero sí se vuelve. Descansas un poco y como yo soy un escritor prolífico ya estoy arrancando de nuevo, porque es difícil que yo suelte este hábito. Retomarlo es también muy satisfactorio después de esta pequeña transición de cosas tan radicales y gratas.

Pues la guinda a todo esto es ahora el lanzamiento de esta nueva novela, El amo de la pista.

Esta era una novela que Alfaguara tenía prevista y entonces pasó lo del Cervantes, con lo cual llega en un muy buen momento. Una novela en la línea de las mías, con un personaje protagonista al que yo le tengo especial dedicación, me cae bien, y un poco el mundo habitual de mis ciudades de sombra y ese gusto por seguir contando historias en el filo de la irrealidad. Comprendo que es una novela que a lo mejor no es adecuada para quien quiera hacer una lectura realista y más convencional, pero creo que puede ser una novela curiosa, entretenida y a lo mejor hasta un poco inquietante.

¿Una novela de aventuras a lo mejor?

Una novela de aventuras. A lo mejor de falsas aventuras, porque el protagonista, Cantero, que es uno de esos personajes arquetípicos míos con variantes, es un chico huérfano, frágil, lleno de expectativas, con una vida interior fuerte... pero esas expectativas se cumplen con la llegada de alguien, Cirro Cobalto, un ser especial que va a por él para vivir grandísimos acontecimientos y le saca del pasmo en el que vive. Ahí empieza una aventura que probablemente ni él ni él lector sepa exactamente por donde anda, porque hay un punto siempre de sorpresa y misterio. Todo ello en manos de un mago, un gran mistificador que va y viene. 

¿Hay un Quijote y un Sancho Panza en esta historia?

(Risas). Está esa vertiente de destinos imaginarios que tienen una raíz quijotesca, sí. Porque esos destinos imaginarios acaban siendo quiméricos, y todo lo que envuelve esas extrañas hazañas y sucesos que no se llegan a cumplir son mentales y sometidos a un cierto engaño. Al mismo tiempo, está el contraste de una cierta lucidez de Cantero cuando se pregunta qué le está pasando y qué gente le gobierna. En la novela hay un sustrato también de parábola contemporánea, porque estamos en un mundo gobernado por grandes mistificadores que te venden el producto de lo que sea, de las ideologías, las creencias... y de eso trata la novela.

El consumismo es un elemento de gran atractivo y la mejor manera de sacarte de tus casillas con el embeleso absoluto. Y de eso no te libras, porque oye, hay tantas cosas fascinantes para consumir. Y nunca el mundo ha tenido esta oferta

¿Nos rodean los mistificadores en este mundo loco nuestro?

Sí, sí. Dentro del mundo de los poderes yo creo que uno de los efectos que más se cultiva es la mistificación, el arte de embaucarte. Y hoy día hay tantas cosas para el embaucamiento... y de eso no se privan los políticos, ni los poderes de todo tipo. Todo el mundo vende el producto, porque vivimos en una sociedad con los resortes capitalistas y los residuos de todo lo demás. El consumismo es un elemento de gran atractivo y la mejor manera de sacarte de tus casillas con el embeleso absoluto. Y de eso no te libras, porque oye, hay tantas cosas fascinantes para consumir. Y nunca el mundo ha tenido esta oferta.

Cantero es constantemente manipulado. Y al hilo de esto último, se me ocurre: ¿somos fácilmente manipulables? ¿Compramos cualquier producto que nos venden?

Si echamos una ojeada al mundo debiéramos inquietarnos un poco, porque fíjate en qué manos está. No digo ya el tercer mundo, que eso es una vergüenza que nunca nos quitaremos de encima, pero en el mundo desarrollado los sucesos son preocupantes, inquietantes y a veces uno se puede quedar estupefacto. Hay mucha realidad y exceso de actualidad. Pasan demasiadas cosas, nos venden demasiados productos, todo está lleno de asedios. Por eso necesitamos algún resorte liberador y, como esto es tan invasivo, necesitamos individualizarnos algo, no por egoísmo, sino para reforzar una cierta vida interior. Conviene tener un punto reactivo, y el punto reactivo más poderoso es la imaginación.

La imaginación es fundamental en la vida.

Es que somos creadores y hay un mundo del arte que está atado a la vida. Atarse al arte como experiencia vital es más necesario que nunca, es uno de los elementos que nos pueden sacar del marasmo.

La lectura es uno de los viajes interiores más profundos que podemos hacer

¿Es la lectura otro punto reactivo para escapar de todo ese avasallamiento?

Claro, claro. La lectura se emparenta con todo esto, y yo soy tan creativo leyendo una novela de Faulkner como escribiendo esta de Cantero. Ahí hay un enriquecimiento enorme. La lectura del conocimiento, del arte, de las novelas, de ensayos, de pensamiento... por su propio mecanismo, es uno de los viajes interiores más profundos que podemos hacer. La lectura te produce un enriquecimiento de tu vida interior, el libro es el gran invento de la historia de la humanidad. Los aparatos tecnológicos son inocuos, no hay en ellos grados de conexión con algún tipo de más allá lleno de sutilezas, emociones y belleza. Pero, al mismo tiempo, estos son los instrumentos que tenemos.

¿Leer es una buena forma de evitar ser manipulados?

Sí. El conocimiento es la mejor forma de defensa que hay para evitar ser manipulados. El conocimiento como ilustración del pensamiento y resorte del cultivo de la sensibilidad. Y de refinamiento, el arte. Tú eres más rico en tu experiencia si has ido un día y te has detenido a ver Las Meninas de Velázquez y has sentido algo, igual que si has ido a un maravilloso concierto de rock o lees Guerra y paz.

Ahora llevamos todo el conocimiento en la mano con los teléfonos móviles, pero no sé yo si nos entra mucho a la cabeza.

Hasta tal punto que vives en un país donde los líos de la sociedad que va y viene hacen que no haya posibilidad de tener un medio educativo unificado, que es algo sagrado. Es una herramienta crucial que no funciona y todos lo padecemos. No hemos ido a mejor en esto, hay ahora menos comprensión lectora que cuando yo estudiaba, y fíjate, soy un anciano de un medio educativo antiguo. Creo también que hay cosas importantes, como la devaluación de los méritos, que no valen para nada. Pues el lograr tener méritos es un esfuerzo de vida, lo que hay que hacer es establecer igualdad para que todos accedamos. La revolución tecnológica es maravillosa, pero hay que saber hacer buen uso. Y lo que se relaciona con este asunto es esa devaluación del mérito y de la memoria, la imaginación y la palabra como instrumento.

En el universo y el patrimonio de lo imaginario es donde más gente se puede conocer, y conocer gente es conocer formas de vida. Eso es maravilloso, porque puedes conocer el mal al límite, así de poderoso es lo imaginario en contraste con lo real

Uno de los personajes de El amo de la pista, Cirro Cobalto, pronuncia esta frase: "Hay que tener la imaginación viva, como cuando se lee una novela". Es una reflexión muy buena.

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Es buena, sí (risas). Porque la novela, la ficción en general, también la cinematográfica por ejemplo, como está hecha de palabras es tal vez uno de los productos de la imaginación que más se acerca a la sensibilidad de cualquiera. La novela proporciona viajes y, como decía Irene Nemirovsky, "toda gran novela es un callejón lleno de gente desconocida". En el universo y el patrimonio de lo imaginario es donde más gente se puede conocer, y conocer gente es conocer formas de vida. Eso es maravilloso, porque puedes conocer el mal al límite, así de poderoso es lo imaginario en contraste con lo real.

Cantero, nuestro protagonista es un héroe del fracaso. ¿Acaso hay heroicidad en el fracaso?

Claro que sí. Porque el fracaso es laborioso (risas). Hay heroicidad en la manera de vivir de mis personajes en general, porque son extraviados, son complejos. Y a mí me gusta más lo complejo que lo complicado. A veces son voluntades demasiado acabadas, hay impulsos de vida, y en ese sobrellevar lo que te ha caído encima, salvando mistificaciones y demás, es un proceso. Hay una vicisitud llena de heroicidades de pequeñas cosas. Ahí tenemos a Don Quijote, que es un héroe del fracaso, pero nadie le quitó de salvar al mundo y desfacer entuertos aunque le arrearon por todas partes. Y eso sí, es una vida ejemplar maravillosa, lo que todos los seres humanos debiéramos hacer. Yo he tenido la suerte de que se me alague mucho diciendo que soy un escritor cervantino y de ahí derivan mis personajes, no con la grandeza de Don Quijote, sino con la pequeñez de lo cotidiano, de la aventura a la vuelta de la esquina, y con esas rutinas donde está la supervivencia de los que pertenecemos a esta condición humana tan rara.

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