'En manos de la desinformación'

¿Hasta qué punto puede una democracia resistir la mentira? ¿Y cuánta verdad toleran las dictaduras? Estas preguntas fundamentales atraviesan el nuevo libro del escritor y profesor Pepe Reig Cruañes, En manos de la desinformación, un ensayo lúcido y necesario sobre la fragilidad del periodismo, la erosión del debate público y el avance de los discursos autoritarios.

infoLibre publica el prólogo, escrito por Jesús Maraña, de la obra de Reig Cruañes, que salió a la venta el pasado 9 de junio.

Al rescate de la democracia (y del periodismo)

Hace ya mucho tiempo que los demócratas estamos en guerra, aunque no hemos sido conscientes (si es que lo somos) hasta una etapa más reciente y convulsa, la que se caracteriza por el auge de movimientos nacionalpopulistas —sobre todo de extrema derecha— que incluso han alcanzado el poder (Estados Unidos, Argentina, Italia, Hungría…) o lo acarician, arrastrando en esa deriva a partidos conservadores que pretenden competir en ese mismo espacio electoral y condicionando el debate público y la agenda política, con retrocesos en derechos humanos y sociales, individuales y colectivos.

Se trata de una guerra aparentemente silenciosa, sin disparos ni bombas o drones (concentrados estos en el genocidio israelí en Gaza o la invasión rusa de Ucrania, además de otras guerras latentes en distintos lugares del mundo demasiado olvidados). Hablamos de una guerra que utiliza las herramientas y códigos de la revolución digital para el mal, para el engaño masivo, para excitar los peores instintos y emociones humanas con el doble objetivo de jalear opciones populistas antidemocráticas y por el camino de inflar el suculento negocio de la comunicación global.

Han ido apareciendo en los últimos años numerosos ensayos sobre el fenómeno de la desinformación, el descrédito del periodismo, de la política y de prácticamente todas las instituciones de intermediación. Abundan los estudios de carácter académico, politológico o periodístico que analizan por separado cada uno de esos procesos y la impotencia de los distintos actores para afrontar su respectiva debilidad. Incluso han venido apareciendo aportaciones muy necesarias sobre los errores y culpas de los propios intermediarios (la política y el periodismo especialmente) que han contribuido al alarmante desgaste de la democracia.

Me atrevo a escribir que el libro que usted tiene ahora en las manos o en su pantalla es el ensayo en español que con mayor clarividencia y rigor explora el nexo entre los tres frentes que conforman esa guerra en la que algunos pronostican ya la derrota de la democracia tal y como la conocemos: el de la posverdad, que destruye un debate público mínimamente basado en la realidad; el de un posperiodismo incapaz de competir con las mal llamadas fake news o las conspiranoias que circulan por las redes sociales, y el de una posdemocracia en la que nacen y crecen velozmente populismos autoritarios conectados con los intereses de un neoliberalismo político y económico.

Esta visión poliédrica solo es posible desde la mirada experta de alguien como Pepe Reig Cruañes, profesor, historiador y periodista, apasionado docente universitario comprometido en el estudio, la enseñanza y la divulgación del buen periodismo y profundo conocedor de la revolución digital y de sus implicaciones y consecuencias.

Reig aborda con una precisión de cirujano cada elemento que conforma la complejísima realidad, empezando por donde empieza casi todo (lo malo): el lenguaje. Venimos asistiendo a una patada al tablero filosófico que altera el significado de conceptos como “realidad”, “verdad”, “hechos”, etc., que ya no parten de una definición compartida, sino que quedan sujetos a distintos apellidos lingüísticos que se resumen en aquella respuesta de una portavoz de la Casa Blanca en la primera legislatura de Donald Trump: “Realidades alternativas”. No es algo estrictamente novedoso, aunque sí lo es su trascendencia sociológica y política en la era digital, de la telerrealidad, de la cultura del selfi y la dictadura del “relato”. El autor desnuda el tópico que establece el “carácter ‘objetivo’ y ‘neutral’ del periodismo, en el que nadie ha creído de verdad jamás”, y pone en valor la importancia decisiva del contexto. Ahí radica una de las claves que refuerzan la necesidad de un periodismo “honesto”, al que cualquier populismo autoritario considera enemigo porque sigue empeñado en recordar que sin un mínimo consenso sobre los “hechos” es “imposible que lleguemos a una discusión mínimamente viable”. Algo imprescindible para que el debate democrático no se base en pulsiones emocionales, peleas de egos o posiciones puramente sectarias.

Cuando Reig aplica el bisturí a lo que denomina “posperiodismo”, lo hace al estilo del mejor ensayismo anglosajón, con abundancia de ejemplos prácticos, referencias académicas y explicaciones sencillas, útiles para cualquier periodista y para todo aquel ciudadano o ciudadana consciente de que sigue siendo cierto eso de que “sin periodismo no hay democracia”, pero interesado en comprender cómo funciona el “ciclo del bulo” o cómo se multiplica la eficacia de las fake news para atizar las emociones, sembrar miedos e incertidumbres y radicalizar una sociedad fraccionada y fracturada por el “efecto burbuja”. Si estaba asentado que “la información es poder”, ahora afrontamos el hecho de que “el poder está en la desinformación”, y sus herramientas son los algoritmos, explicados por Reig con un afán divulgativo sobresaliente.

No demoniza el autor, ni mucho menos, la impactante revolución tecnológica a la que asistimos, o la democratización del debate público que aportan las redes sociales. Eso sí, advierte y argumenta con datos y ejemplos que “la conversación está adulterada”. El aluvión permanente de bulos y teorías conspiranoicas (disparado hasta el delirio a raíz de la pandemia de la COVID-19) hace imposible un debate fructífero que enriquezca el diálogo democrático. Reig no se conforma con la descripción de la oscura realidad del periodismo, sino que aporta luces que permitan (o al menos intenten) restablecer la calidad del debate público, en dos planos: el político-legislativo y el puramente periodístico.

Hay esperanza, y es cosa de todas y todos. El último apartado del libro, dedicado a la posdemocracia, disecciona los elementos que conectan el éxito del populismo político —especialmente en sus variantes más reaccionarias— y el magma de la desinformación, el triunfo de una suerte de “gobernanza algorítmica” que somete con facilidad a una “multitud de individuos aislados pero hiperconectados”. Esa autopercepción de considerarnos más informados que nunca cuando vivimos en burbujas sectarias que ya ni siquiera comprueban dato alguno, sino que todo nos vale mientras den la razón a “los nuestros”. Impresiona el dato citado de un estudio amplio que concluye que más del 70% de individuos que hacen click a una supuesta noticia (falsa, así que ni siquiera noticia) y la rebotan no leen más que el titular. Lo que importa es a quién perjudica, mancha o calumnia. Si es el adversario, todo vale.

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Insisto en que Reig no se limita al relato detallado y sólido sobre la realidad digital, política y periodística, sino que propone medidas que ayuden a recuperar el valor del buen periodismo y la calidad democrática. Sin desvelar conclusiones, solo dejo apuntadas las posibilidades de usar la inteligencia artificial “para el bien”, de crear redes sociales públicas o de regular el poder de las grandes plataformas y exigirles transparencia en el uso de algoritmos, un código abierto que permita que cada cual decida qué uso pueden dar a sus datos personales (la almendra del negocio de la tribu de Silicon Valley). Hay que confrontar con quienes se escudan siempre en la sacrosanta libertad de expresión para resistirse a cualquier tipo de regulación del macronegocio de los bulos. El combate contra la desinformación no puede ser un arma de intervención de los Gobiernos, pero exige actuar sin complejos para garantizar el derecho a una información veraz de la ciudadanía.

Podemos y debemos salir del bucle melancólico y defender un periodismo honesto que tiene que saber aplicar (para el bien) las herramientas que ofrece la revolución tecnológica. Y, como titula Pepe Reig su coda final, “la democracia necesita demócratas”. Tenemos convicciones cívicas, y tenemos Europa, si logramos encauzar su hoja de ruta en una raíz radicalmente democrática y social.

Concluí la lectura de este ensayo como uno desea terminar cualquier experiencia como lector: con la sensación de haber aprendido sin que nadie se suba a un púlpito a predicar u opinar (sobrados andamos de esta especie), sino convencido de que el complejísimo laberinto democrático y periodístico tiene salida si nos esforzamos en encontrarla desde un mínimo respeto a los hechos (y a los demás).

¿Hasta qué punto puede una democracia resistir la mentira? ¿Y cuánta verdad toleran las dictaduras? Estas preguntas fundamentales atraviesan el nuevo libro del escritor y profesor Pepe Reig Cruañes, En manos de la desinformación, un ensayo lúcido y necesario sobre la fragilidad del periodismo, la erosión del debate público y el avance de los discursos autoritarios.

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