Carme Chaparro: "Estamos polarizadísimos, y eso nos mete en una burbuja donde no escuchamos al otro"

Carme Chaparro cierra con Venganza (Espasa, 2025), la trilogía de novelas que empezó con Delito (Espasa, 2023) y continuó con Castigo (Espasa, 2024). Una última entrega de lo que ella prefiere llamar "saga" en la que a ritmo de thriller desnuda la corrupción mediática, revela todo lo que se esconde tras las cámaras de la televisión y plantea preguntas incómodas sobre los abusos de poder y el precio de contar la verdad. Una historia que aporta luz en tiempos de manipulación informativa y algoritmos que deciden qué enseñarnos y qué no.

¿Qué es Venganza?

Venga, me voy a tirar flores (risas). Venganza es una novela apasionante que habla sobre personas que trabajan en la televisión y lo pasan mal, sobre emporios audiovisuales e informativos. También sobre el amor, el desamor y el dolor.

La información es poder, y los medios de comunicación son poder. ¿De ahí todas las luchas, los odios y las venganzas en la lucha por el relato?

Sí. Y creo que se ha desplazado un poco la línea donde estaba el poder, porque antes decían que los medios eran el cuarto poder. Tengo ya 52 años, y cuando estudiaba en la facultad siempre nos decían 'dato mata a relato', pero ahora es todo lo contrario, es el relato el que mata al dato. También habría que definir qué es un medio de comunicación, porque las redes sociales también pueden serlo y, de hecho, lo son para millones de adolescentes e incluso para gente de más edad. Así que los medios de comunicación tienen un poder impresionante, pero yo diría que hay que abrir el espectro de lo que es un medio de comunicación. 

También se trata mucho la precariedad en el sector. Una precariedad que no solo está en el periodismo, pero es la que retrata esta novela con largas jornadas laborales de tantos trabajadores que nadie conoce y se dejan la vida. ¿Es un homenaje también a todos esos redactores, productores o cámaras sin los que no habría televisión?

Tenía muy claro que Venganza quería ser también un homenaje a toda la gente que ayuda a brillar a los que estamos delante de la pantalla. Muchísima gente que no se ve. Mucha gente me escribe y me dice que les pasa lo mismo, por ejemplo con casos de acoso de los que también se habla en la novela. El problema que tiene la televisión es que hay una presión brutal y es a la vista de millones de personas, es decir, que tú te equivoques, que tú no encuentres el tema que funciona ese día, que se te escape una exclusiva, puede hacer que la gente se vaya a tu competidor, y eso lo sabes al día siguiente porque tienes las audiencias minuto a minuto. Tú estás ahí dando la cara en un programa en el que si las cosas van mal, recibes todos los golpes mediáticos, incluso artículos a veces en los medios, y hay que estar muy preparado. Pero esos golpes los sienten igual todos los compañeros que trabajan para que tú brilles, para que el programa salga lo mejor posible, que no están tranquilitos en una redacción como tú, que hacen jornadas maratonianas porque les entusiasma. A mí me entusiasma la televisión, es un lugar que a los que trabajamos en ella nos entusiasma y por eso aceptamos las condiciones que se aceptan a veces. Además, al final, es un mundo muy pequeño y cualquiera, no solo una presentadora, sino un cámara o un redactor, tiene mucho más difícil moverse a otro trabajo porque es un universo muy pequeño.

¿La televisión es una trituradora de personas?

Me acuerdo de un amigo presentador que aterrizó en la tele como por casualidad y que estaba en un programa de éxito pero a los dos años lo dejó. Me decía, 'Carmen, es que en la tele me sentía como si fuera una trituradora, yo no podía y me tuve que ir'. Eso es lo que la tele le hace a determinadas personas. Venganza es un libro en el que yo quería enseñar todo lo que hay detrás, todo lo que la gente no ve cuando pone la tele y alguien dice 'buenas noches'. Hay mucho goce, porque se disfruta, pero también mucha entrega y sufrimiento. 

Vengo de una generación que todavía está protegida con sueldos mínimamente decentes. Pero eso ya no existe en el periodismo porque cuando uno de nosotros se va, o le echan, la empresa o no contrata a nadie o contrata a tres por el mismo sueldo

¿Tiene solución la precariedad del periodismo, de la que también se habla en Venganza, o se aprovechan de los profesionales precisamente por esa entrega?

Yo entré en la tele de mi barrio con 20 años, cuando estudiaba la carrera, y empecé a presentar en Telecinco con 23 años. Llevo toda la vida delante de las cámaras, pero vengo de una generación de vieja escuela que todavía está protegida con sueldos mínimamente decentes en convenios colectivos, pero eso que ya no existe en el periodismo porque cuando uno de nosotros se va, o le echan, la empresa o no contrata a nadie o contrata a tres por el mismo sueldo.

Venganza tiene su inspiración real y su parte de ficción, pero no falta en la trama un comisario que nos suena bien familiar.

Hay un comisario por ahí que graba conversaciones y se lleva su dinerito... Al final, el ecosistema televisivo y los personajes es el mismo en cualquier país del mundo, podríamos decir del primer mundo. Hay también un pelota por ahí (risas). Todo lo que se relata en Venganza es un ecosistema de la televisión cada vez más precarizado que existe en todos lados, no pensemos que existe solo en España. Venganza, podemos decirlo, circula encima de un tren que son las muertes con muy pocos días de diferencia de varias personas muy poderosas del mundo de la televisión, y eso es lo que hace que la novela vaya cogiendo el ritmo del thriller a través de sus personajes y de esos asesinatos.

Estamos dejando de pensar, está pensando la inteligencia artificial por nosotros, y esto es algo que se está produciendo muy rápido y todavía no vemos claro del todo

Hablábamos antes de redes sociales, como fuente de desinformación. ¿Somos más fácilmente manipulables que nunca? ¿Estamos más polarizados que nunca?

A las dos, absolutamente sí. No vamos a compararnos ahora con cuando España estaba en preguerra civil... bueno, más bien en prealzamiento, porque eso no fue una guerra civil, sino un alzamiento militar para la toma del poder por parte de los militares... pero sí, estamos polarizadísimos y el problema es que esa polarización nos está metiendo a todos en una burbuja donde no escuchamos al otro, al de enfrente. Además, en esa burbuja, las redes sociales solo nos rebotan las cosas que queremos nosotros o las cosas contra las que hay que actuar así como en manada, en plan 'vamos todos como una jauría a meternos contra tal personaje con 50.000 millones de mensajes'. Esto tiene mucho que ver también con la inteligencia artificial mal utilizada, porque para mí la inteligencia artificial es una maravilla, pero está mal utilizada en algunos sentidos y está haciendo que nos volvamos muy vagos de pensamiento. Por ejemplo, uno cuando lleva el Google Maps en el coche que ya casi ni se sabe el camino y sin sus indicaciones no podría ir, lo que estamos haciendo es consultarle un montón de cosas a la inteligencia artificial, que está diseñada para gustarte y por eso nos marca una línea de pensamiento que ya podíamos tener, vale, pero nos la acentúa todavía más.

Eso por no hablar de las posibilidades de la IA para montar bulos.

Estamos dejando de pensar, está pensando la inteligencia artificial por nosotros, y esto es algo que se está produciendo muy rápido y todavía no vemos claro del todo, pero la gente está utilizando la IA como un psicólogo. Nos puede sorprender, pero usar la IA como un psicólogo está ya muy naturalizado. Eso, unido a la polarización y dejar de pensar, vamos a ser títeres en manos de un poder que no sabemos cuál es. Porque sí, están los jefes de las grandes corporaciones tecnológicas, pero, ¿quién maneja en realidad la inteligencia artificial y cómo la van a programar? ¿O qué están preparando para hacernos sus marionetas? Eso es lo que a mí me da realmente miedo.

Manipulación, polarización, IA, batallas intestinas en los medios y lucha por imponer el relato.

En los 16 años que estuvo Pedro Piqueras con nosotros en Informativos Telecinco recibió miles de llamadas para intentar colar y cambiar cosas de ministros, políticos, de empresarios... porque no hay que olvidar el poder económico... y él nunca nos transmitió nada de eso. Nunca. A mí no me cambió una coma nunca, he tenido la suerte de vivir en esa redacción, pero hay otras que no son así y están muy polarizadas. Para un periodista es muy complicado intentar defender tu ética profesional contra la línea editorial que tiene tu medio, que puede ser tan sesgada que a ti éticamente te ponga en el dilema de quedarte sin trabajo.

¿Tienen buena salud las televisiones, los medios de comunicación, en nuestro país?

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Yo creo que tenemos la misma salud que el resto de medios de comunicación del mundo. Mucho mejor que la de Estados Unidos, sin duda, y tenemos la salud que tienen nuestros compañeros europeos. Mejorable, evidentemente, pero la gente tiene todavía medios de referencia a los que poder acudir y eso es muy importante. Que la gente se siga haciendo preguntas es fundamental también.

¿Venganza es una trilogía o una serie?

Es una saga (risas). Además, Venganza se puede leer de manera individual. La disfrutas más si ves de dónde vienen los personajes, pero puedes leerla y comprenderla perfectamente si no has leído las anteriores novelas.

Carme Chaparro cierra con Venganza (Espasa, 2025), la trilogía de novelas que empezó con Delito (Espasa, 2023) y continuó con Castigo (Espasa, 2024). Una última entrega de lo que ella prefiere llamar "saga" en la que a ritmo de thriller desnuda la corrupción mediática, revela todo lo que se esconde tras las cámaras de la televisión y plantea preguntas incómodas sobre los abusos de poder y el precio de contar la verdad. Una historia que aporta luz en tiempos de manipulación informativa y algoritmos que deciden qué enseñarnos y qué no.