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Nuria Mendoza

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No es como los demás. En el recreo los mira jugar al fútbol —Rodrigo, tan bello, comete falta—, o descojonarse apuntando a esta ventana del primer piso. Baja, nenita, le grita alguno, quizás Tina o David, casi siempre Jonathan. Rodrigo, nunca. ¿O es que tienes la regla?

Al colegio llega y se va solo, usa vaqueros con la raya bien planchada y camisas color pastel. Comparte su bocadillo con el hámster de la clase de Ciencias. Se llama Marica, como tú.

Deja a propósito alguna pregunta en blanco en los exámenes, solo el profesor de inglés lo sabe. Cuando lo sacan a la pizarra, el flequillo cae en picado y le cubre hasta la nariz. Ponte una diadema, huevón. Las carcajadas chisporrotean en los asientos del fondo.

Escribe cartas de amor y las quema, escribe haikus y se los traga, escribe notas de despedida y las rompe.

Pero esta no, porque ha llegado la hora.

Hormigas

Conozco a un hombre que tiene hormigas en la cara. Asoman la cabecita por las tardes, a través de sus mejillas, de su cuello. Son blancas y negras. Si no les haces caso, van saliendo lentamente, un poco erizadas, en actitud de firmes.

Me sorprende tanta marcialidad en unas hormigas. Y también que él las lleve dentro y aprovechen que está en otras cosas para tomar el aire. Porque siempre ocurre igual, están ojo avizor: cuando él anda ocupado, cuando trabaja mañana y tarde y usa corbata, entonces, ni rastro de las hormigas. Solo de vacaciones, en los raros días que se toma libres, invaden su rostro, sombreándolo con delicadeza: al principio levemente, con un punteado naif que uno mira queriendo adivinar el dibujo, y luego ya invadiendo, trazando mapas, convirtiéndole en un hombre con espinas.

Él me gusta así, en blanco y negro. Pero siempre que estoy a punto de decírselo, se encierra en el baño, se enjabona silbando, y la cuchilla arrastra los cadáveres envueltos en espuma.

 

La niña pulpo

Como mi madre siempre decía que tengo unos brazos muy largos, la primera vez que mi abuela se animó a tejerme un suéter me sobraban diez centímetros en cada manga. Cuando se desplegaban, las mangas bailoteaban a mi alrededor como tentáculos, multiplicados por el efecto óptico del movimiento.

Geografía del desamor

Solo conservo una foto con aquel jersey, que no volví a usar nunca más. Se me ve corriendo hacia mi padre bajo un cielo encapotado. Él se apoya en la Harley, todavía no se ha puesto el casco. Yo estoy borrosa, mis brazos son serpentinas que no alcanzan a tocarle. Aunque me acerco sonriente hacia él, no llego, nunca nos fundimos. Miro y remiro la foto, pero por más que lo intento, soy incapaz de detener aquel adiós con mis ocho brazos de mentira.

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* Nuria Mendoza ha publicado el libro de relatos 'Un pájaro bajo la cama' (Jekyll and Jill, 2023), inspirado en su trabajo como intérprete médica en Nueva York. Sus cuentos han aparecido en numerosas revistas literarias ('Litoral', 'Sibila', 'Calle del Aire', 'Los Bárbaros', 'Temporales') y en la antología 'Mar de pirañas: Nueva voces del microrrelato español' (Menoscuarto, 2012). Además de la escritura, le apasiona la fotografía y ha participado en exposiciones en Finlandia, México, Irán, Hong Kong y Nueva York. El número 8 de la revista 'Mirlo' (agosto 2023), 'Neoyorquinos', se dedicó íntegramente a sus textos y fotografías de calle. 

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