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Medio siglo en una nueva Edad Media

Portada de 'La nueva edad media'.

Albino Prada

Es muy razonable suponer que el autor de El nombre de la rosa (1980), en el año 1972, estuviese muy bien documentado sobre todo lo relativo a la Edad Media. Lo digo porque ese año, hace ahora ya cincuenta, publicaba un breve ensayo titulado Hacia una nueva Edad Media que me propongo revisar brevemente aquí sobre la edición que en 1998 hacía la editorial Lumen (en La estrategia de la ilusión, páginas 67-86).

En ese breve ensayo Umberto Eco se planteaba si íbamos al encuentro de una próxima Edad Media. Y lo hacía con un cierto detalle, observador lúcido del mundo que le tocó vivir, para concluir hablando de "esta nuestra nueva Edad Media".

Cincuenta años más tarde, en este año 2022 post-pandémico y ante la incertidumbre de una guerra global, creo de interés revisar sus clarificadores argumentos del año 1972. ¿Seguimos viviendo en una nueva Edad Media? ¿Deguimos considerando "de manera natural pestilencias, estragos, intolerancia y muerte"? Veamos.

Hace cincuenta años Eco encontraba paralelismos con la Edad Media del anterior cambio de milenio en el regreso de los colapsos sociales. Ahora el riesgo de colapsos sociales derivaría de la ausencia de resiliencias tecnológicas (en energía, datos, bacterias,…). "Decadencias tecnológicas", o un "gran desarrollo tecnológico que provoca obstáculos y disfunciones", o cuando "la industria alimentaria se convierte en producción de alimentos tóxicos y cancerígenos". Son riesgos para Eco, que nombré como incertidumbres en un reciente ensayo del que extraigo este cuadro-resumen:

Ya entonces nuestro autor se refería a la inseguridad atómica y ecológica, aunque por aquellos años aún no se hablaba de cambio o colapso climático. Es obvio que en este medio siglo (1972-2022) ni una cosa ni la otra ha pasado a mejor vida, sino todo lo contrario.

La guerra en Ucrania ha puesto en primer plano el medio olvidado reloj del apocalipsis y, al mismo tiempo, está levantando un tsunami de desabastecimiento alimentario y de hambrunas mundiales. Hambrunas que, lejos de reducirse, no han dejado de aumentar en un mundo que despilfarra sus riquezas.

Esta guerra de 2022, y muchas otras que en el mundo coexisten sin tanto despliegue mediático, confirma lo que en 1972 escribía Umberto Eco: "ya no se declara la guerra… no se sabe nunca si dos países se encuentran en estado de beligerancia". Guerra que no deja de ser un síntoma más del declive de los viejos imperios (en 1972 ya nombraba Eco "la crisis de la Pax Americana"), en paralelo a nuevos bárbaros que "quieren apropiarse de una riqueza que les había sido negada", desde Rusia, Asia (China o India) a una ignorada África.

Y, cuando no es así, asistimos a una marea de errantes e itinerantes como hace mil años; los nomadland, las pateras, los exiliados, los refugiados,… se convierten en carne de cañón de los nuevos negreros del primer mundo y del tercer mundo.

Como hace mil años emerge un catecismo indiscutible, reina ahora una ley de la selva neoliberal ("un extenso monólogo carente de diferencias"), con lo que "desaparece el hombre liberal" y cualquier reedición de pactos sociales. De nuevo la ley del más fuerte.

Más y más paralelismos en lo relativo a la jerarquización estricta. Ahora con la segmentación de la sociedad de consumo, de low-cost a sala vip (desde aeropuertos, estadios, zonas de ocio, etc…). Y en la metamorfosis de las ciudades. Pues la ciudad se vacía de clases pudientes que se trasladan hacia fortalezas periféricas o a no-lugares, al tiempo que se congestiona de inmigrantes o turistas. Con el resultado de crecientes desconfianzas, inseguridades y segmentación social.

Para completar el escenario y las simetrías, si antes lo visual (por ejemplo una catedral) servía para que una élite dominase a los muchos, ahora será de nuevo lo visual (en las pantallas o en los noticiarios) que cumpla ese mismo papel. Lo visual ha ganado presencia como nunca antes haciendo posible un "golpe de mano del poder tecnológico que ha vaciado las instituciones".

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En este nuevo Medioevo el dueño del big data domina la vida social. Siendo así que se comprueba la fortificación de grupos globales empresariales (que hemos dado en llamar GAFAM) frente a los declinantes poderes del Estado.

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Albino Prada es ensayista e investigador.

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