El poema en el lugar del corazón

Silvia Mellado

Con el corazón mirando al Sur - Varias autoras

Esdrújula Ediciones (2025)

Con el corazón mirando al Sur, antología coeditada por Esdrújula Ediciones y Tanta Ceniza Editora, trastrueca en clave sural el verso de Eladia Blázquez para nombrar los cuarenta y dos poemas que reúne. Los textos pertenecen a las once poetas que conforman, hasta la fecha, las colecciones Piel de las arenas y Álamos de agua de Tanta Ceniza Editora, sello editorial patagónico fundado en el año 2019 por la poeta, docente y editora Aixa Rava, que recientemente se ha instalado en Granada.

No es azarosa la intervención del verso de Eladia Blázquez, quien se abrió paso, hacia la década del setenta, en el universo viril del tango. La frase "con el corazón al sur" engarza punto cardinal y órgano vital al mismo tiempo que muestra la dirección del proyecto editorial indisociable del devenir poético del sur del sur. Hablamos de una poesía escrita por mujeres heterogénea en cuanto a orientaciones estéticas, unida en la honra hacia sus ancestras, en el devenir de la creación de una matria y en la desobediencia de un panteón que, aun iniciado el siglo XXI, quiso suponerse predominantemente masculino y patriarcal. Aixa Rava —que en la extranjería y la migrancia urde la danza austral de una geografía en expansión, tutelada por la isla natal de Tierra del Fuego y el Alto Valle de Río Negro y Neuquén (dos provincias de la Patagonia Norte, Argentina)— creó Tanta Ceniza y se propuso, desde sus inicios, conformar un catálogo de poesía latinoamericana ilustrada de autoras e identidades feminizadas, con especial presencia de poetas patagónicas. La publicación de este libro tiende lazos hacia otro sur, en complicidad con Mariana Lozano Ortiz de Esdrújula Ediciones (Granada), y nos entrega una muestra de la poesía actual escrita en el sur de América Latina.

Ante la inaugural pregunta acerca de quién habla en el poema, una parte importante de esta antología podría responder "aun cuando leas o escuches un yo, yo soy otras". No se trata de una deriva de la marca rimbaudiana de la poesía moderna, sino de la posición poética y política de una enunciación que, aun en su individualidad, traza hermandad con otras voces. Las une la condición de ser voces minorizadas que portan, y en ocasiones transfieren —en el sentido de un legado— cicatrices: madres, abuelas, hijas y hermanas son convocadas al ritual del poema. En los casos en los que no hay rúbrica de familiaridad, el poema se configura como un lugar para aproximarnos; por ejemplo, los poemas de Nina Jäger en tanto epístola amorosa para una silenciada de la ciencia como Henrietta Leavitt. La genealogía de mujeres se abre, en María Magdalena, por vía de los poemas que exploran afecciones o enfermedades, hacia Santa Teresa y Sylvia Plath. Es desde la centralidad del cuerpo y el deseo que los relatos y las memorias se alojan en el poema para derruir la autoridad de una voz única. 

Encuentro en esta dirección, la de una voz que no se construye erecta y autoritaria, una relación particular entre lo que podríamos denominar "contemplación" o mirada y naturaleza, entendiendo por esta última el entorno, lo viviente no solamente humano. ¿Cómo se fragua en el poema una orientación hacia el lenguaje que parte de la contemplación e imaginación de un entorno particular? En Lola Halfon, dos insectos disparan un ars vitae que es, por lo tanto, arte poético: "los fásmidos / me recuerdan / todo / lo que no quiero: / la mímesis con el entorno / el abandono de mis partes / el sacrificio / para que otros / sobrevivan".

En uno de los poemas de Romina Olivero, la barda, espacio arquetípico de la Patagonia norte, resulta intervenido con la imaginación de un bosque submarino distópico. La interrogación que cierra el poema, "¿dónde está el bosque que intento escribirte?", tuerce el cuello de la pregunta acerca del referente y del peso cartográfico que rige buena parte de la poesía del sur. Cecilia Perna elabora un poema que podríamos entroncar con el paradigmático "Muerte sin fin" de Gorostiza: las reflexiones sobre forma y contenido, lengua y materia a partir de la cebolla.

Y es que el conocimiento, reflexión e introspección trazan una alianza con la naturaleza tal cual la experimenta la subjetividad del poema: mujeres como semillas y brotes en Florencia Defelippe, racimos de uva en el poema Final del viaje de Carina Medina, flor en Melisa Mauriño. En este último, Autopsia de una flor, la voz de la mujer-flor conjuga y denuncia los femicidios y su barbarie. La mirada cinética en los breves poemas de Carina Sedevich captura fotogramas en los que el sonido ambiente o el plano amplio de un parque nos llegan con las lentes de Rilke o Watanabe. El recorrido de aves en vuelo y el ángulo de su descenso interrogan la muerte en los poemas de Lucía Vargas. 

La sobrevida del cuerpo

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"Debajo de este pasto tupido / traído en las suelas de zapatos europeos / hace más de un siglo hay otro pueblo", así comienza el poema Señales de Florencia Lobo. La poeta inquiere el entorno en varias direcciones: hacia lo profundo, lo cual devela capas sedimentadas del devenir de las resistencias y las heridas coloniales, y hacia una escucha que se orienta a las lenguas no oficiales respaldando su presente y fuerza futura; ponerme en la boca el yagán y, en ese acto, "abro otros ojos, / abro el asombro / completo el mundo". El homenaje a Cristina Calderón (1928-2022), guardiana de la lengua austral, se expande a partir de su figura hacia las abuelas huérfanas, las que recibieron los embates de la occidentalización, a las que de pronto se les oscureció el mundo. En la constelación de ancestras, ingresa otro homenaje implícito, en este caso, a Anahí Lazzaroni (1957-2019). "Si se pudieran mojar las palabras, / ¿acaso crecerían? No habría desierto en los papeles", escribe la poeta de Ushuaia en Bonus Track de 1999 y, como en una conversación, la abuela convocada al ritual de la poesía en el poema de Florencia Lobo dice: "Voy a regarlas / para que echen / raíz / en otra lengua. / Voy a regarme / para no ser / la última".

El sur, a partir de los estudios sobre su literatura, en particular los de Laura Pollastri, puede ser entendido no sólo como punto cardinal, sino también "maquinaria significante". Según predicados en apariencia positivos, devenimos naturaleza intocada al servicio de la extracción; según los de signo negativo, lugar a la espera de su historia (2010 y 2012). Mientras Occidente hizo del corazón la sede de los sentimientos, precisa Jean Chevalier en El diccionario de los símbolos, otras culturas tradicionales localizan allí, por el contrario, la inteligencia, sabiduría e intuición. ¿Qué implica, entonces, orientar el corazón hacia el sur? Podríamos acaso situar al poema en el lugar del corazón, de modo que las poetas delinean en el verso una dirección hacia el centro mismo de sus creaciones. Allí no hay una sola voz, el ritual de la escritura supone circulación, congregación profana de lo común. 

* Silvia Mellado (Zapala, 1977). Ha publicado 'Celuloide' (EDULP 2005), 'Acetato' (EDUCO 2009), 'moneda nacional' (edición de la autora, impreso en perfiles de petróleo 2012 y 2013), 'Pantano seco' (Ediciones con doble z 2014 y segunda edición 2022), 'La ficción de la poesía' (ed. Hudson, 2019). En 2021 obtuvo el primer Premio nacional de poesía Storni con 'Cantos limayos' (Espacio Hudson y Fundación Oscar Sarhan por la Cultura 2022). Integra, entre otras, las antologías 'Lof sitiado. Homenaje poético al pueblo mapuche de Chile' (ed. Jaime Luis Huenún, LOM, Chile, 2011), 'Atlas de la poesía argentina II' (EDULP, 2019) y 'Nuestramérica es un verso. Antología poética 1868-1989' (Fondo de Cultura Económica, Perú, 2022), entre otras. Docente e investigadora de la Universidad Nacional del Comahue e Investigadora Ajunta CONICET.

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