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Luis Ospina: “Buñuel es el gran referente de los que hacen cine en español”

Luis Ospina: “Buñuel es el gran referente de los que hacen cine en español”

Antes que realizador, crítico, montador, guionista y todos los oficios en torno al séptimo arte, Luis Ospina (Cali, Colombia, 1949) es cinéfilo. Un cinéfilo cuyas ficciones, por otro lado, no le han dejado más que deudas, pero que ha conseguido consagrarse como cineasta (y un cineasta peculiar) en un país donde la industria apenas empieza a asentarse. Ospina es alto, muy alto, lleva gafas redondas de pasta y tiene todo el porte de un dandi a quien su forma de hablar lo delata como latino.

Conserva intacto el gusto por la ironía y el sarcasmo que armaron hace casi 40 años Agarrando pueblo, quizás el documental con más enjundia del nuevo cine latinoamericano, y que justamente apareció en escena para criticar con saña todo el imaginario sobre la miseria que se había producido al calor del movimiento. “En los años sesenta y setenta existía un cine de corte izquierdista, de denuncia, marxista, que también llegó a la demagogia y a utilizar la pobreza como mercancía. Hubo mucho oportunismo de algunos cineastas que planteaban este tema para ganar premios en Europa”, sigue manteniendo a día de hoy.

Está en España presentando la retrospectiva Luis Ospina, agente triple, en el museo Reina Sofía de Madrid. No es la primera que le hacen aquí, en octubre del año pasado la Filmoteca de Cataluña programó varios de sus documentales dentro de un ciclo sobre cine colombiano, y sus películas han sido premiadas en Bilbao y en Sitges. Pero si le preguntas cuál es la relación de su cine con España todas las respuestas llevan a Buñuel: “Mi gran maestro es don Luis Buñuel. Toda persona que hace cine en español tiene una gran deuda con él. Es un director con el que me siento muy identificado por su sentido de la humanidad, su humor y su capacidad para trabajar en diferentes países y con diferentes géneros sin traicionarse nunca a sí mismo”, confiesa.

Un nuevo estilo documental

Ospina formó parte, junto al también cineasta Carlos Mayolo y al escritor y crítico de cine Andrés Caicedo, del Grupo de Cali, al que jocosamente se referían como Caliwood, un colectivo de artistas muy activos que revitalizaron la escena cultural del pacífico colombiano. Se hicieron cargo de un cineclub, rodaron cortos, largometrajes de ficción y documentales en un país cuya tradición documentalista era casi en exclusiva de corte institucional, y abonaron el terreno para que apareciese la escuela documental de Cali. El grupo fagocitaba las influencias del cine clásico de Hollywood y de la producción europea de los sesenta y setenta y le añadían elementos tropicales, teniendo siempre muy claro qué tipo de narrativas querían hacer. De toda esa mezcla, acuñaron el término porno-miseria, en referencia a los filmes que utilizan la pobreza como espectáculo, y el género gótico-tropical, que Ospina trabajó, ya en solitario, en Pura sangre.

Ramiro Arbeláez, Andrés Caicedo y Luis Ospina./ Eduardo Carvajal

¿Y cuál sería el equivalente actual de la porno-miseria? “Se da más en los reportajes de televisión que en los documentales –responde Ospina- incluso muchos de esos reportajes son hechos por españoles. Colombia es un país que tiene todos los ingredientes para hacer amarillismo: narcotráfico, guerrilla, corrupción, sicariato… Se hacen muchos reportajes sobre Colombia que ponen énfasis en eso”. Y acto seguido establece las diferencias entre el reportaje y el documental, el reportero y el documentalista, porque él, ante todo, siempre ha sido lo segundo: “El reportero siempre piensa que su tiempo es más valioso que el del sujeto que está filmando”, dice categórico, haciendo gala de su crítica mordaz.

“El principio de los setenta fue un momento muy especial para Cali. En 1971 se hicieron los juegos panamericanos que cambiaron la ciudad radicalmente, igual que aquí en Barcelona [con las Olimpiadas de 1992]. Se empezó a destruir todo el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Entonces, las gentes de las artes plásticas, sin ponernos de acuerdo, coincidimos en el tema de la memoria de la ciudad y los de cine conformamos el Grupo de Cali”, relata. En aquel bullir también empezó a trabajar el artista Óscar Muñoz, que expone estos días en la Tabacalera dentro de ArcoColombia, y el fotógrafo Fernell Franco, cuya serie Prostitutas se expusó en 2011 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

La efervescencia de Caliwood se frenó en los noventa por una serie de razones, la más poderosa, el profundo cambio social y urbanístico que trajo consigo el narcotráfico. Dice que Cali se convirtió en una ciudad “hortera”. “Mi generación es una generación que desde que nacimos hemos estados en guerra civil: primero la partidista, de los liberales contra los conservadores; después las guerrillas marxistas; luego el fenómeno del narcotráfico que alcanzó a infiltrar al movimiento guerrillero; y, por último los paramilitares. Y siempre han existido las fuerzas oscuras del Estado”, critica el cineasta.

Ospina, que también es director artístico del Festival Internacional de Cine de Cali, coincidió con el expresidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho, como jurado para el Fondo de Desarrollo Cinematográfico Proimágenes. Considera que las palabras de González Macho en los Goya alabando la industria colombiana se deben a su paso por el fondo, que califica como uno de los mejores estímulos para la producción de cine nacional. A partir de su aparición en 1997, todas las películas extranjeras que se exhiben en Colombia están obligadas a ceder un porcentaje de su recaudación en taquilla. Posteriormente, la institución reinvierte el dinero en los proyectos locales, evaluados por un jurado compuesto por tres miembros, dos extranjeros y uno colombiano, lo que evita, según Ospina, que las subvenciones “se concedan por amiguismos”.

“Por eso se habla de un boom del cine colombiano, porque muchas películas han participado en festivales, muestras y retrospectivas del mundo. Desafortunadamente, estas películas, que son las mejores, son las que menos taquilla hacen en el mercado local. Las películas que tienen éxito están basadas en la comedia televisiva colombiana”, explica el cineasta caleño que, a pesar la valoración, cree que es muy positivo que se haya dado una oportunidad a proyectos no comerciales. A todo esto hay que sumarle que las entradas de cine y de eventos culturales están exentas de IVA y que las empresas cinematográficas tienen una deducción fiscal del 40%. 

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La herencia de Caliwood

Da la sensación de que Ospina siempre ha echado en falta el Cali que era Caliwood. “Bogotá no me gusta, pero es la única ciudad que hay en Colombia”, asegura, casi con nostalgia. A su ciudad natal le dedicó Oiga, vea, Cali de película y Cali: ayer, hoy y mañana. Pero quizás, lo que más eche en falta, sea a sus amigos. Andrés Caicedo se suicidó con 25 años, el día que salió publicada su novela ¡Qué viva la música!, y Carlos Mayolo falleció de un infarto hace ocho años. Al primero le dedicó un documental, Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos; con el segundo, colaboró en numerosas ocasiones. Y sobre estos tres personajes ha hecho su último documental, Todo comenzó por el fin.

Lleva cuatro años trabajando en él, recuperando el trabajo de Caliwood y contándolo como el único “sobreviviente” del grupo. “Es la historia de un sobreviviente que casi no sobrevive a la película, porque enfermé muy gravemente cuando la comencé a hacer. La película se volvió una autobiografía clínica de mis problemas de salud y mi cercanía a la muerte. Cambió de ser una película expositiva a una cosa muy personal”, dice ahora, totalmente recuperado, bromeando con que al final, le salió “muy larga”: tres horas y media. No tanto, si tenemos en cuenta que es una película en la que lleva trabajando toda su vida.

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