Fusiones bancarias

La fusión entre BBVA y Sabadell agrava la concentración bancaria y aleja a España de Alemania, Francia, Italia o Reino Unido

Sede central del BBVA este martes en Bilbao.

El relato financiero omnipresente que esta semana aparece en las secciones económicas de los medios y en las páginas de color salmón podría ser el siguiente: el Banco Central Europeo (BCE), que ha vetado el reparto de dividendos en el sector bancario desde el inicio de la pandemia, es consciente de la baja rentabilidad de las entidades y promueve las fusiones; los bancos no tienen más remedio que estudiar procesos de fusión para ahorrar costes y para impulsar la Unión Bancaria a nivel comunitario, por lo que la concentración será buena para la solvencia del sector y para la sociedad en general. BBVA y Sabadell actúan adecuadamente, al igual que hicieran en los últimos dos meses Caixabank y Bankia, primero, y Liberbank y Unicaja a continuación.

Un relato que no se sostiene por ningún lado: la concentración bancaria en España empezó en la crisis anterior, a partir de 2009, y no solo no saneó los balances de las firmas sino que degeneró en rescates multimillonarios a cargo del contribuyente, cuando no directamente en quiebras como la del Banco Popular en una fecha tan tardía como 2017. El BCE en ningún momento ha promovido las fusiones nacionales sino las transnacionales (excepto alguna declaración ambigua formulada por el vicepresidente del supervisor europeo, Luis de Guindos). Y lo peor de todo: las tres operaciones de fusión recientemente anunciadas, la última el pasado lunes entre BBVA y Banco Sabadell, alejan al sector en España de lo que sucede en las principales potencias de la UE como Italia, Francia, Alemania o Reino Unido (formalmente ya fuera de la Unión) y lo acercan a países como Grecia, Chipre o los países bálticos, ninguno de ellos precisamente ejemplo de estabilidad financiera. 

Esta última tesis emana del BCE de su nota Indicadores Financieros Estructurales de la UE al cierre de 2019. En uno de los enlaces al final del post aparecen una serie de cuadros estadísticos sobre la situación financiera comunitaria, entre ellos el que emplea el Índice de Herfindahl: se trata de una medida económica que revela el nivel de concentración en el mercado. Concretamente, la participación sobre los activos totales de las cinco mayores instituciones de crédito de cada estado miembro de la UE. Es decir, la concentración bancaria por el volumen de activos de las cinco principales entidades financieras de cada uno de los Veintisiete (en este caso, Veintiocho). 

La conclusión es desoladora para España, a pesar de la euforia mediática que desata cada fusión: más del 67% de los activos al cierre de 2019 estaban en manos de los cinco bancos más grandes (Santander, BBVA, Caixabank, Bankia y Sabadell, por este orden), porcentaje que va a dispararse cuando se consumen las tres operaciones anunciadas este otoño. 

El problema aquí para el sector es la fotografía de sus homólogos europeos en las principales economías de la Unión Europea: en Alemania los cinco grandes bancos concentran solo el 31.2% del total de activos, en Italia el 48,7%, en Francia el 47,9% y en Reino Unido el 31.2% a pesar de contar con la plaza financiera más fuerte de los 28, la City londinense.

Con las tres fusiones y la concentración bancaria resultante, el sector en España se aproxima al nivel de Grecia (97.4%), Estonia (93%) o Lituania (90.4%). También de Países Bajos, uno de los países con mayor deuda privada (242% del PIB entre sector financiero, empresas o familias) donde los principales cinco bancos holandeses encabezados por el gigante ING poseen casi el 85% de los activos. 

"Cabe preguntarse por qué esta concentración excesiva en estos últimos años en España", resalta un ex directivo del mundo financiero, ya retirado. "Por tamaño, las concentraciones sólo tienen sentido si se hacen para construir un modelo de negocio viable y sostenible en el tiempo. En España una excesiva concentración bancaria podría tener efectos colaterales negativos como la falta de adecuada competencia".

Consecuencias negativas para el consumidor

"La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, CNMC, debería pronunciarse abiertamente", continúa esta fuente. "Si se configura, como eso parece, un modelo de competencia oligopolística, el panorama tendría consecuencias  negativas para el consumidor, como se ha podido observar en otros sectores: telefonía, energía, automóvil, etcétera. Por ejemplo, nos podrán freír a comisiones pactadas por tres o cuatro operadores, o fijar bandas de precios o tipos de interés aplicables por segmentos".

Consultado por infoLibre, el BCE ha remitido unas declaraciones recientes del miembro del consejo de supervisión de la institución Edouard Fernández Bollo. "Sería genial si también se considerara la diversificación de fuentes de ingresos y riesgos. Y la mejor forma de hacerlo es mediante fusiones transfronterizas. Eso haría que los bancos fueran más estables", razonó. 

Su siguiente comentario es más contundente: "Si los gobiernos europeos quieren que el mercado bancario europeo siga siendo nacional e ineficiente", que continúen las fusiones nacionales, dijo Fernández Bollo. "Pero si queremos bancos más fuertes capaces de servir mejor a los hogares y empresas de Europa, entonces tenemos que pensar en grande". 

Fernández Bollo insistió este martes en un acto por videoconferencia a preguntas de un directivo de Deloitte en las que éste sugería que el BCE promueve las fusiones nacionales y no las transnacionales. El miembro del consejo de supervisión del BCE le corrigió inmediatamente. "Somos conscientes de las realidades nacionales", concedió Fernández Bollo. "Es más fácil reducir inmediatamente los costes en una fusión nacional que en otra transfronteriza. Pero no hay que perder de vista que las fusiones transfronterizas pueden aportar una diversificación muy útil para el sector bancario". 

"En la senda del oligopolio"

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"Daré una sola cifra", añadió. "La relación entre coste y beneficio de la Unión Bancaria no es buena, es uno de nuestros problemas, está en el 67%....", y entonces la emisión se cortó y Fernández Bollo no pudo terminar. Pero quedó meridianamente claro que las fusiones nacionales sirven básicamente a los bancos para ahorrar costes con el cierre de sucursales y el despido de muchos empleados, casi siempre en condiciones pactadas. De hecho, los sindicatos mayoritarios a veces celebran las operaciones, caso de este artículo co-firmado por el representante de CCOO en Caixabank en el que se tilda la absorción de Bankia como "una nueva etapa de transformación". La nueva Caixabank dilapida la oportunidad de que el Estado recupere los más de 20.000 millones de euros de ayudas que necesitó Bankia tras el amago de quiebra en 2012 para seguir respirando. 

"El drama que no se cuenta en España es que las entidades financieras tienen aún muchos acticos tóxicos. Y lo ocultan en tanto que pueden", denuncia el economista heterodoxo Juan Laborda. "Confiaban en la recuperación económica como motor para generar capital e ir maquillando el activo deteriorado. Pero eso no ha pasado porque ha llegado el covid-19".

"Esto no es exclusivo de España, en Francia el sector tiene problemas, pero la concentración aquí es lamentable", sigue Laborda, profesor de Economía y Derivados en la Universidad Carlos III. "El Banco de España no solo no fue capaz de desactivar la anterior burbuja, sino que miró para otro lado; y ahora hace lo mismo ante una senda que nos conduce al oligopolio, un oligopolio que debería estar prohibido. El sector produce bancos demasiado grandes para quebrar que van a estar continuamente subsidiados por el Estado. Hay menos competencia que en Francia, Italia o Alemania".

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