"Nos avisábamos unas a otras porque la justicia no actuaba": las mujeres tejen sus propias redes de apoyo

Cientos de miles de personas se lanzan a la calle en una movilización feminista por el 8M, Internacional de la Mujer a 8 de marzo de 2022 en Málaga.

Erika apenas tenía catorce años cuando fue asesinada en el rellano de su edificio, después de despedir a su grupo de amigos a la salida del instituto. Ocurrió el pasado martes en Oviedo. Este jueves, los compañeros del centro educativo al que asistía han formado una cadena humana en su memoria. También construyeron una suerte de cadena las muchas mujeres que ya habían denunciado al que es, a día de hoy, el principal sospechoso de la agresión. "Nos avisábamos unas a otras porque teníamos miedo, porque sabíamos que era peligroso. Porque la Justicia no actuaba", es uno de los testimonios compartidos estos días en redes sociales. 

Según publica el diario El Comercio, la víctima mortal de solo catorce años había sido acosada por parte de su agresor. No es la primera: otras antes que ella habían dado la voz de alarma. Según ellas mismas denuncian, la inacción de las instituciones fue el punto de partida que fraguó una red de apoyo y protección entre las víctimas.

"Avisamos muchas veces, muchas personas diferentes", dice una de las jóvenes en redes sociales, quien denuncia que la respuesta fuera siempre "delito leve". "Hasta que no es leve. Hasta que lo que intentamos evitar todas nosotras pasa", lamenta. "No entiendo de leyes ni de derecho, pero creo que algo falla si tenemos que esperar a que nos maten para tomarse en serio nuestros gritos de socorro". Otra joven completaba el relato: "Más de dos años de denuncias y nada, chicas advirtiéndonos unas a otras y compartiendo el perfil de este hombre porque la policía nunca tomó medidas y, sorpresa, acabó pasando algo grave".

Mila Garzó, activista en el 8M de Asturies, tilda de "muy grave" no solo el asesinato de la adolescente, sino todo el entramado de violencia que subyace tras casos como el suyo. "Estamos desprotegidas", lamenta al otro lado del teléfono. Encontrar en otras mujeres una vía de salida es siempre un consuelo para las víctimas, considera la feminista, pero del todo insuficiente: "Lo que podemos hacer nosotras es solo un grano de arena. Es muy importante que haya sororidad, pero tristemente lo que está en nuestras manos es muy poco".

Sororidad y autocuidados

En mayo de 2018, una usuaria de Telegram fijaba un mensaje en un chat grupal: "Esto es un grupo de defensa colectiva", rezaba. Hoy, son 134 las mujeres que conforman el grupo. Nunca se intercambian mensajes, no comentan la actualidad, ni sus problemas personales, ni sus inquietudes. "El protocolo es sencillo: si un día tienes una emergencia, abuso, agresión, envía tu localización a este grupo y todes entenderemos que te pasa algo bestia y llamaremos a la policía, dándoles tu ubicación". Centenares de ojos pendientes de proteger a mujeres conscientes del peligro de la violencia sexual.

En noviembre del año pasado, varias personas dieron un paso al frente en redes sociales para ofrecerse a acompañar a mujeres decididas a interrumpir su embarazo. En medio de un debate sobre el aborto que parecía zanjado, pero que la extrema derecha y los grupos ultracatólicos han insistido en recuperar, las mujeres se movilizaban para garantizar algo tan fundamental como el acompañamiento.

Durante el confinamiento, un gesto de alerta ante la violencia que sufren las mujeres se viralizó en la red social TikTok. Aquella señal con las manos llegó a finales del año pasado a suelo español: las autoridades detuvieron a un presunto maltratador, después de que su víctima escenificara el gesto en un centro de salud catalán.

Son algunos ejemplos que ponen en práctica la gran consigna del feminismo en el último lustro: "Hermana, yo sí te creo". Un lema que emergió como respuesta a la falta de apoyo institucional y al cuestionamiento de las víctimas en los tribunales. Un salvavidas para las mujeres, quienes encuentran cobijo en sus iguales.

"Las mujeres jóvenes lo vemos sobre todo en los espacios de ocio nocturno", dice la presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes, Ada Santana. El ocio nocturno es precisamente uno de los escenarios en los que las mujeres más despliegan sus redes de sororidad para hacer de cualquier lugar un espacio seguro. "Incluso hemos visto que en algunos barrios se han llegado a organizar grupos de vigilancia de zonas para evitar que ocurran agresiones y conseguir así calles seguras", completa Santana.

Se trata de estrategias colectivas que funcionan como una extensión de otras prácticas individuales: "Compartir la matrícula del taxi en el que vuelves a casa, enviar la ubicación a una amiga, escribir un mensaje al llegar", cita Santana. Las redes sociales, pero también el tejido asociativo que creció al calor del 8M y las asambleas vecinales, han dado impulso a estas prácticas y las han blindado como el colchón de las mujeres, quienes no siempre encuentran en la justicia y las instituciones una mano amiga.

Las fallas del sistema

Según la Macroencuesta de Violencia sobre la Mujer de 2019, el estudio más amplio sobre este fenómeno, el 84,8% de las mujeres jóvenes que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja han contado lo sucedido a personas del entorno. La mayoría, el 68,1%, lo ha hablado con amigas. En cuanto a la violencia física o sexual en pareja, el 50,7% de las víctimas contó lo ocurrido a una amiga, el 36,2% a su madre y el 25,4% a su hermana. En todos los casos expuestos por la macroencuesta, la violencia ejercida en el ámbito de la pareja se verbaliza "en bastante mayor medida a mujeres que a hombres".

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A estos datos hay que sumarles otra realidad: solo el 21,7% de las víctimas de violencia de género da el paso de denunciar. Un porcentaje que se reduce al 11,1% en el caso de la violencia sexual fuera de la pareja.

El Informe Anual del Defensor del Pueblo, publicado el pasado mes de marzo, advierte de las reiteradas quejas en relación al trato que las víctimas de violencia de género reciben de los funcionarios de policía que, según apuntan, no les ofrecen un trato respetuoso, no creen sus testimonios, o las toman "por locas o por mujeres despechadas".

Es, sin duda, el germen del problema. "En violencia de género fallan muchas cosas, empezando por la prevención y la sensibilización", observa Santana. Cree que la autogestión de las mujeres a la hora de buscar y construir alternativas de autocuidado tiene una doble lectura. La negativa, que el sistema falla; la positiva, que las mujeres responden. La realidad, prosigue la activista feminista, es que "los protocolos son insuficientes, los recursos económicos son ínfimos y la perspectiva de género es la gran ausente" dentro del sistema educativo. Eso, puntualiza, tras dieciocho años desde que se aprobase la Ley contra la violencia de género. "No se llega a todas partes, ni a todas las mujeres".

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