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IGUALDAD

Violencia sexual en menores: el agresor es un familiar en la mitad de las violaciones y el 10% se produce en grupo

Varias mujeres se manifiestan el 8M en Madrid.

La violencia sexual en la infancia llega, en la mayoría de los casos, de la mano de quien en teoría debe velar por la víctima: un familiar. Muchas veces, el propio padre de la menor. Las víctimas no siempre son capaces de contarlo e incluso cuando sí consiguen expresar lo sufrido, rechazan dar el paso de interponer una denuncia. Muchas sienten miedo, vergüenza y culpa. Otras tantas, ya en la adolescencia, han sido agredidas por sus parejas o por sus amigos. Cada vez es más frecuente que las agresiones sucedan en manada y las chicas adolescentes se enfrentan también a nuevas –no tan nuevas– formas de violencia en el plano virtual. Son algunas de las conclusiones del informe Agresión sexual en niñas y adolescentes, según su testimonio. Evolución en España (2019-2023), publicado este martes por la Fundación Anar.

El estudio está construido a partir de las vivencias de 4.522 niños, niñas y adolescentes víctimas de agresión sexual que llegaron a la organización buscando ayuda entre enero de 2019 y junio de 2023. La inmensa mayoría de las víctimas, el 78,7%, son niñas y adolescentes mujeres. Los agresores son hombres, sin apenas excepciones –el 94,3%–. El 78,6% es mayor de edad y el 21,4% son menores.

Estos últimos son protagonistas de dos tipos de violencia muy específica: la pornografía –es decir, la participación obligada en contenido pornográfico y la posesión o difusión de material pornográfico de la víctima–, perpetrada en el 39,4% de los casos por menores. Y el sexting no consentido, protagonizado en un 48,9% de los casos analizados por menores de edad.

Precisamente, en los últimos años los profesionales han ido advirtiendo de la pronta edad con la que se están empezando a cometer delitos de agresiones sexuales por parte de chicos. "Como más emergentes entre iguales, las agresiones sexuales grupales, pero a unas edades terribles, es que hemos tenido casuística, este año, con niños de siete y ocho años que agredían sexualmente a niñas de cuatro y cinco", dice uno de los profesionales entrevistados. En la última década, la atención de casos de agresiones grupales ha pasado del 2,1% al 10,5%.

El padre, el padrastro y la pareja de la madre

Casi ocho de cada diez agresores (79,5%) son personas conocidas, más de la mitad (50,3%) forma parte del núcleo familiar. En el 28,5% de los casos analizados, la violencia sexual es ejercida por el padre, el padrastro o la pareja de la madre. En ocasiones, los profesionales detectan la violencia sexual contra los hijos como una forma de hacer extensiva la violencia de género hacia las madres. La violencia vicaria tiene en este punto un peso importante. "Su padre ha encontrado una manera de hacerme daño a través de mi hija", asiente una de las madres entrevistadas. 

Pero existen algunas particularidades vinculadas a la edad de las víctimas. "A medida que aumenta la edad de la niña o adolescente, se incrementa el porcentaje de agresores desconocidos", dicen los autores del informe. Las víctimas más pequeñas tienen a su agresor en casa –literalmente: en el 44% de los casos, la violencia tiene lugar en la propia casa del menor y en el 19,1% en casas de su entorno–, pero conforme crecen, los agresores sexuales se encuentran en otros planos. En la franja de edad que va de los trece a los diecisiete años, las agresiones cometidas por desconocidos se disparan hasta el 25,5%.

Existe otro detalle clave: en el 10,1% de los casos de violencia sexual, los agresores son reincidentes

Ansiedad, miedo, vergüenza y culpa

Las consecuencias en la salud mental de las víctimas están sobradamente documentadas por los expertos. Por un lado, el 23,5% experimenta cambios bruscos de conducta y ánimo. Por otro, el 20,8% tiene otros problemas psicológicos. Pero además, el 9,1% sufre algún tipo de conducta suicida. Las lesiones físicas representan el 5,2% de las consecuencias.

Entre las secuelas a nivel psicológico destaca la ansiedad (28,7%), el miedo (18,8%), la vergüenza (13,9%) y la culpa (11,9%). "Durante meses me culpé, sé que no fue culpa mía, pero no puedo evitar pensar que si lo hubiese dicho no habría pasado", confiesa una de las víctimas entrevistadas por la Fundación Anar.

En el cómo será el después de la agresión, entra en juego también la reacción del entorno. "Muchos de los progenitores no saben" cómo hacerlo, normalmente "por falta de formación", asienten los autores. En seis de cada diez casos (63,4%) se han apreciado fallos en el entorno social de la víctima. Entre los motivos que se encuentran alrededor de estos fallos, está el miedo a la revictimización pueda sufrir la víctima durante el proceso (21,8%), una suerte de parapeto para intentar protegerla. Pero además, entre el entorno se asienta también la negación (17,9%), la culpabilización a la víctima (9,8%) y la justificación de la violencia (9%), un tipo de conductas que no sólo apuntalan las secuelas psicológicas, sino que conllevan la disuasión a la hora de denunciar. 

A ese miedo a la hora de interponer una denuncia, se suma que dos de cada diez víctimas de violencia sexual han experimentado algún tipo de sufrimiento en su experiencia con profesionales. En el 35,5% de los casos contemplados, ningún profesional tomó las medidas necesarias para dar respuesta a la situación de violencia. En el 21%, la víctima lamentó la falta de recursos y en el 16,1% reportó el archivo o demora judicial.

"El padre negó los abusos ("dijo que era mentira, que él no la tocaba") y la jueza determinó que yo tenía que entregar a la menor al padre cuando correspondiera. Pero la niña no quiere irse nunca con el padre, tiene miedo y presenta ansiedad", lamenta una de las madres que han participado en el estudio. La consecuencia es que en el 28,3% de los casos atendidos por la organización no existe intención de denunciar

Educación sexual

En el análisis del discurso de los adolescentes efectuado por la Fundación Anar, se encuentran algunas claves que apuntan hacia la necesidad de una educación sexual de calidad entre los chicos y chicas. Los adolescentes perciben que la sexualidad sigue profundamente vinculada al tabú. Las entrevistadoras detectan además diferencias de género a la hora de concebir la sexualidad: las chicas están "más cohibidas y tienen un concepto de sexualidad más abierto, reflexivo". Ellos, en cambio, hablan con "más facilidad y libertad", siempre en torno al "sexo, los genitales y el placer". 

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Por lo general, los menores no encuentran información en la conversación con sus padres, pero tampoco en las aulas. En los talleres, asienten especialmente las chicas, el contenido está centrado en riesgos y miedo. La amenaza por encima de la sexualidad positiva, lamentan. Así que son las propias chicas las que demandan "formación y naturalidad" en torno a la sexualidad.

Porque de lo contrario, la única fuente de conocimiento la encontrarán en internet. "Pornografía, series, redes sociales, videojuegos", cita el estudio. Ellas, por lo general, perciben estas representaciones culturales como "violentas e irreales, marcadas por roles de género y desigualdades". Y pese a ello, un 52,1% de los menores que consumen frecuentemente pornografía considera que le influye mucho o bastante en sus relaciones sexuales.

El consentimiento "se ve influenciado en esta etapa por la presión social y la naturalización" de prácticas violentas, advierte el informe, por lo que su límite "es aún más difuso o complejo en la infancia y adolescencia". En cierto modo, las adolescentes naturalizan "aceptar o realizar conductas" no deseadas, movidas por la "presión o intimidación" ejercida por sus compañeros. "No sé si es una violación porque él fue mi pareja", expresa una de las chicas.

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