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El harakiri político de Die Linke en pleno auge de la ultraderecha en Alemania

La política alemana Sahra Wagenknecht.

Tiene algo de felino el izquierdismo alemán, al menos ese que representa actualmente en el Bundestag el partido Die Linke, o “La izquierda”. Se podría decir que ha perdido ya unas cuantas vidas esta corriente política en su historia. Estos días, a Die Linke, que podría encontrar en Podemos, Izquierda Unida o Sumar su equivalente en Españale toca asumir nuevas y malas noticias existenciales. 

En concreto, le toca estar de luto por la “defunción” de su Grupo Parlamentario en el Bundestag, que es la Cámara Baja del Parlamento teutón. Hace unos días, el Grupo Parlamentario de Die Linke decidía su disolución. 

La iniciativa, una suerte de harakiri político, era la consecuencia directa de la situación que ha dejado en Die Linke la voluntad de la diputada más famosa del partido, Sahra Wagenknecht. Ella ha decidido formar un nuevo partido político. De momento, la aventura política de Wagenknecht es una asociación, de nombre “Alianza Sahra Wagenknecht – Asociación por la Razón y la Justicia”. 

Con ella se han ido un grupo de ocho diputados, lo que ha dejado a Die Linke “políticamente muerta” en el Bundestag, según los términos de Dietmar Bartsch, veterano político izquierdista que ha liderado en la Cámara Baja los esfuerzos de la formación más situada a la izquierda del Parlamento alemán.

La marcha de los diputados que se han sumado a la iniciativa de Wagenknecht ha dejado a Die Linke con menos de los 37 diputados que hacen falta para tener grupo parlamentario en la Cámara Baja. Esto deja a Die Linke, entre otras cosas, con menos dinero, menos tiempo de intervención en la tribuna del Bundestag y sin la capacidad de plantear iniciativas legislativas o solicitudes para que la Cámara Baja vote resoluciones. También habrá despidos entre sus 100 empleados para compensar la falta de ingresos. Además, sufrirá recortes su fundación, la Fundación Rosa Luxemburgo.

La marcha de los ocho diputados, más Wagenknecht y el de otro detentor de un escaño que se ha pasado al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), deja a Die Linke con 29 diputados, lamentos y protestas. Veteranos parlamentarios del partido, como Gregor Gysi, han denunciado esta fuga de diputados como “un robo” a manos de Wagenknecht. Comentaristas políticos, como Daniel Bax, del diario progresista berlinés Die Tageszeitug, ha certificado ya para el Grupo Parlamentario de Die Linke el “exitus letalis”, términos médicos para aludir a la muerte de una persona. 

Die Linke ha tenido 18 años de actividad en el Bundestag como grupo parlamentario. Anteriormente, un predecesor de Die Linke, el fallecido Partido del Socialismo Democrático que era especialmente fuerte en lo que fue la dictatorial Alemania Oriental, ya vivió en 2002 una situación así. 

Die Linke está 'por los pelos' en el Bundestag

No es la primera vez que el izquierdismo alemán encaja un golpe de estas características. Por eso, para más de uno, ahora será un argumento para llevar a buen puerto el “volver a empezar” que quieren poner en marcha los responsables de la formación, Janine Wissler y Martin Schirdewan. 

Ahora bien, para ellos ha de ser preocupante que los sondeos de intención de voto están muy lejos de ser favorables. Esas encuestas sitúan a Die Linke por debajo del 5% necesario para lograr representación en el Bundestag.

En las últimas elecciones generales, celebradas en 2021, el partido se quedó en un 4,9% de los votos. No habría tenido diputados sino fuera porque tres de sus políticos lograron ser elegidos por mandato directo. En el sistema electoral alemán, cada votante emite dos votos, uno a un candidato y otro a un partido. Si el partido queda por debajo del 5% pero alguno de sus candidatos ganan en su circunscripción en el voto directo, ese político tendrá escaño. Además, en ese caso, el partido se beneficia del sistema de compensaciones en el reparto de escaños. Por eso acabó Die Linke con 39 diputados tras los comicios de 2021.

A Wagenknecht, sin embargo, las encuestas le son muy favorables. A principios de mes, un estudio de opinión presentado por la cadena de televisión pública ARD daba cuenta de que casi uno de cada tres alemanes podría votar por un partido liderado por esta ex-figura de Die Linke. Es más, en Turingia, Land del este alemán que celebra elecciones en septiembre del año que viene, se ha visto en encuestas que un partido de Wagenknecht podría ganar en una eventual cita con las urnas. 

Su partido sería el más votado, logrando uno de cada cuatro votos. En segunda posición quedaría Alternativa para Alemania (AfD, 22%) y Die Linke (18%). Turingia es un tradicional bastión de Die Linke. Ese es, de hecho, el único estado federado con un presidente de Die Linke. Ese cargo lo ocupa allí Bodo Ramelow.

Sahra Wagenknecht, una amenaza para izquierdistas y ultraderechistas

La aparición de Wagenknecht en el panorama político alemán es algo que, de momento, cuesta a Die Linke escaños y, según los sondeos, votos. Pero esta mujer de 54 años también es una amenaza para la ultraderecha. En cuestiones sociales y económicas, Wagenknecht está a la izquierda de la izquierda. 

Pero, en materia de inmigración, por ejemplo, Wagenknecht está más cerca de AfD que de Die Linke. Ella, en cualquier caso, se sitúa políticamente al margen de tradicionales etiquetas políticas. “Etiquetas como izquierda no aparecerán [en el partido, ndlr.] porque hoy en día mucha gente las asocia con contenidos completamente diferentes”, ha dicho Wagenknecht en una entrevista con el semanario Focus.

Ella es de las que piensa que Die Linke, en particular, y los tradicionales partidos de centro-izquierda en general, han dejado de representar a los que fueron sus electorados en el pasado. Les reprocha actitudes “elitistas”, entre otras cosas. Así, los votantes que ella ve “traicionados” por la izquierda habrían formado un enorme caladero de votos para AfD. Sea como fuere, en Alemania, la ultraderecha se ha convertido desde hace ya tiempo en la segunda formación a la que más votarían los germanos, según los estudios de opinión. 

AfD, que este año acaba de cumplir una década de vida, nunca estuvo tan fuerte. En las encuestas, se le atribuyen uno de cada cinco votos. En unas elecciones generales, sólo le superaría la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU), a la que se concede un 30% del apoyo del electorado. Los partidos en el Gobierno del canciller Olaf Scholz (SPD, Los Verdes y liberales del FDP), todos juntos, representan uno de cada tres votantes. Un 14% se atribuye respectivamente a socialdemócratas y ecologistas. Los liberales están en un 5%.

Debilidad de “La Izquierda”; “viento a favor” para la ultraderecha en Alemania y Europa

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Pero es sobre todo la debilidad de Die Linke la que contrasta con la solidez electoral de su opuesto en el Bundestag. AfD acaba de celebrar, en las pasadas elecciones en el Land de Hesse, celebradas en octubre, el haber quedado en segunda posición en un estado federado del oeste alemán. Hasta ahora su feudo había sido el este germano, en lo que otrora fue, primero, la Alemania Oriental y, después, un bastión para los partidos poscomunistas.

Con todo, AfD presenta una particularidad que la convierte en un partido único respecto al resto de formaciones situadas en la extrema derecha europea. En Alemania, AfD está considerada por el la Oficina para la Protección de la Constitución – los servicios secretos del Ministerio del Interior – un a formación “sospechosa” de ser extremista. En dos Länder del este alemán, Sajonia-Anhalt y Turingia, los ministerios del Interior ya no sospechan. Tienen claro que AfD es “extremista”. Esto quiere decir que pueden emplearse contra los políticos de AfD a una amplia gama de herramientas de vigilancia, como las escuchas.

Otras formaciones de extrema derecha en Europa no están en esa situación. Es más, las hay que han llegado al poder o que apoyan a coaliciones gubernamentales sin estar en ellas. Estos escenarios son ya más que habituales en la Unión Europea. En el Mathias Corvinus Collegium (MCC) de Bruselas, un think tank de inspiración conservadora al que llaman “el think tank del primer ministro húngaro Viktor Orbán”, hablan de que las fuerzas de ultraderecha tienen “viento a favor”. Y tanto. Basta ver que, en la Unión Europea, sólo se cuentan siete gobiernos socialdemócratas de 27. A saber, Portugal, Eslovaquia, Malta, Dinamarca, Alemania y, desde hace unos días, España.

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