Más preocupados por Musk que por los aranceles: los frentes en la UE ante el cambio en la Casa Blanca

Donald Trump ya ha desembarcado en la Casa Blanca, pero la acogida en la Unión Europea será diferente a la de hace ocho años, su primer ascenso al poder. Entonces, Bruselas y los 27 eran un bloque unido contra el America First, excepto la Hungría de Viktor Orbán. Ahora, el neoyorquino cuenta con varios caballos de Troya y algunos de ellos celebrarán en Washington su vuelta al poder.
Entre la pequeña lista de políticos europeos invitados a la inauguración de Trump está Giorgia Meloni, primera ministra italiana, el ex-premier polaco Mateusz Morawiecki, jefe de los Reformistas y Conservadores Europeos en la Eurocámara, o el colíder de Alternativa por Alemania (AFD). A Washington también ha viajado un representante del grupo parlamentario de la Europa de las Naciones Soberanas, que incluye a Vox y a los partidos de Le Pen, Salvini u Orbán. Santiago Abascal, presidente de esta formación en Europa, también acudirá.
Las visitas de mandatarios extranjeros son poco habituales en la tradición estadounidense, de ahí que las invitaciones individuales hayan estado cargadas de simbolismo sobre a quién considera la nueva Administración Trump como aliados. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, o el del Consejo, Antonio Costa, no han sido invitados.
¿Más que aliados?
Tras las elecciones presidenciales de noviembre, Von der Leyen aseguró que “la UE y los Estados Unidos son más que simples aliados, unidos por una verdadera alianza entre nuestros pueblos”. Europa ya tiene experiencia en lidiar con el nuevo mandatario y en Bruselas se insiste que las instituciones comunitarias están preparadas. “Aunque ahora sea más radical y asertivo”, reconoce Antonio Costa, presidente del Consejo, quien señala dos puntos claros de fricción con el estadounidense: Ucrania y una guerra comercial.
En Bruselas desconfían de las bravuconadas de Trump sobre la finalización del conflicto militar abierto entre Kiev y Moscú sólo con un par de llamadas. “Siento mucha curiosidad en saber cómo va a conseguir acabar con la guerra en 24 horas”, reconoció el luso hace unas semanas. Ni la Comisión ni potencias como Francia, Alemania, España, Países Bajos o Polonia, además de repúblicas como las bálticas o las escandinavas, aceptarán una paz que no sea duradera, justa y que restituya la integridad territorial de Ucrania.
La UE dependerá de su unidad de acción desde ese eje de países liderados por Bruselas para no dejarse amedrentar ante la presión política de Trump y su equipo. Mark Rutte, nuevo secretario general de la OTAN, insistía esta semana en el Parlamento Europeo que el futuro del continente depende del resultado de esa guerra. “Queremos una paz duradera. Si Putin se sale con la suya, la paz no durará”, aseguró el ex primer ministro holandés. “Estamos seguros ahora pero podemos no estarlo en cinco años”.
Los 27 tendrán que aumentar su inversión en defensa hasta niveles no vistos desde la Guerra Fría porque a Trump ya no le vale con el 2% pactado en la OTAN. Rutte habla ya de un 2,5% o un 3%. Una cifra, la segunda, que además de los Estados Unidos actualmente sólo alcanzan Polonia, Estonia, Letonia y Grecia. La mayor parte de los aliados europeos ronda un 2% bajo y hay países como España en el 1,28%. En junio en La Haya los líderes europeos se verán las caras con Trump para discutir está cuestión.
De la guerra comercial a la de Internet
Donald Trump ha advertido que si la Unión Europea no reduce su superávit comercial con los Estados Unidos mediante la compra ingente de petróleo y gas de su país, “de lo contrario, habrá sin duda tarifas”. La Comisión prefiere guardar silencio sobre contactos comerciales en marcha desde hace como mínimo un mes y evita cualquier rencilla pública al respecto, pero tiene claro que la colaboración debe ser beneficiosa para ambos bloques para “fortalecer lo que es ya una fuerte relación, incluyendo nuestros intereses comunes en el sector energético”. Si Trump escoge el camino de la coerción con tarifas aduaneras, Bruselas explotando sus competencias exclusivas, al margen de los Estados Miembros, impondrá represalias como ya hizo en la era Juncker.
La presidenta Von der Leyen reconoció en noviembre un as en la manga para evitar la guerra comercial. “Por qué no reemplazarlo con gas natural licuado estadounidense, que es más barato para nosotros y reduce los precios energéticos”, señaló sobre el hidrocarburo ruso dos días después de la victoria de Trump. “Es algo que podemos discutir, ya que preocupa nuestro déficit comercial”.
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En paralelo, la nueva Comisión va a exprimir los tratados de libre comercio, como ya ha hecho con el Mercosur, para explotar los frentes abiertos por Trump. De ahí que Bruselas acabe de firmar un nuevo acuerdo con México. Así lo reconoce el eurodiputado del PP, Antonio López-Istúriz. “La importancia de este acuerdo va más allá de las meras transacciones comerciales. Tiene una importancia geopolítica sustancial, especialmente relevante ante el incierto escenario que se abre con la nueva administración estadounidense”.
Si la guerra comercial y Ucrania son dos frentes claros es lo que la UE tiene posibles salidas para contentar a Trump, Jean Pisani-Ferry, antiguo asesor de Emmanuel Macron e investigador senior de Bruegel, el principal think.tank de Bruselas, advierte de una situación potencialmente más peligrosa, “la interferencia directa en las elecciones al estilo de Rusia”. Pisani-Ferry se hace eco de los intentos de Elon Musk de “abiertamente pretender influenciar en los votantes europeos”. “El uso de las redes sociales es un nivel de interferencia cuantitativamente diferente al de la primera Administración Trump”, cree el francés.
La Comisión acaba de reforzar la investigación contra X, la antigua Twitter, por el funcionamiento de su algoritmo, como adelantó infoLibre. “Estamos comprometidos con un ecosistema online justo, seguro y democrático”, destacó la vicepresidenta Henna Virkkunen tras las nuevas medidas. Asegura Pisani-Ferry que la UE “no debería ser blanda ante la oligarquía de las Big Tech” porque está en juego nada menos que la supervivencia del proyecto comunitario.