Putin trata de poner nervioso al bloque aliado con una escalada nuclear un año después de la invasión

Oficialmente, Vladimir Putin se cuida de no pasar por un nuevo Dr. Strangelove.

Matthieu Suc (Mediapart)

Al final de su discurso en la televisión rusa, Vladimir Putin señalaba con el dedo a "aquellos que desde el exterior podrían tener la tentación de interferir en los acontecimientos en marcha": "Deben saber que la respuesta de Rusia será inmediata y tendrá consecuencias a las que ustedes nunca se han enfrentado en su historia".

Desde la primera hora de la guerra, eran entonces casi las 6 de la mañana del 24 de febrero de 2022, mientras su ejército seguía penetrando en Ucrania, el dictador del Kremlin establecía un marco con estas palabras: cuidado con aquellos que quieran interferir en este conflicto de vecinos. Y cuando el que habla dispone de 1.550 cabezas nucleares desplegadas y 2.000 no desplegadas, escuchamos y nos preocupamos.

Durante una reciente conferencia organizada en la Academia Militar francesa, el General Vincent Breton, director del Centro Conjunto de Conceptos, Doctrinas y Experimentos, señaló que "la retórica nuclear desempeña un papel primordial en esta guerra, que condiciona a cada uno de los actores". Y en este asunto suele ser el presidente ruso quien marca la pauta

Tres días después del inicio de las hostilidades y de su primera advertencia, Putin convocó a su ministro de Defensa y al jefe del Estado Mayor de su ejército y les ordenó "poner las fuerzas de disuasión del ejército ruso en alerta especial de combate".

“Fuerzas de disuasión" significa armas nucleares. Putin cree que tiene que activarlas porque "Occidente está tomando decisiones poco amistosas", pero también porque "los máximos dirigentes de los principales países de la OTAN también están haciendo declaraciones agresivas". Básicamente, anunciaron que prestarían una importante ayuda militar a la agredida Ucrania. La reunión, retransmitida por la televisión rusa, sobresaltó al mundo entero pero no disuadió a la Unión Europea de anunciar, pocas horas después, que financiaría la compra y entrega de armas a Ucrania.

Como ya había adelantado Mediapart, David Holloway, profesor de Historia de la Universidad de Stanford (EEUU) y autor de varios libros sobre la política nuclear soviética, señala que "Putin ha definido la situación actual como una en la que, de acuerdo con los principios de su política de disuasión, Rusia se reserva el derecho a utilizar sus armas nucleares".

Sin embargo, las declaraciones más llamativas se hacen fuera del Kremlin. Pero tampoco muy lejos. Por ejemplo, en el plató Velada con Vladimir Soloviev, el programa de un popular propagandista de la principal cadena de televisión rusa, cuando Margarita Simonian, redactora jefe de Russia Today (RT), predice "una Tercera Guerra Mundial", añadiendo que "el resultado más probable es un ataque nuclear", y Soloviev, que es objeto de sanciones occidentales, responde, sin inmutarse: "¡Iremos al cielo! Y ellos simplemente morirán.”

O cuando el comentarista político nacionalista Yegor Kholmogorov, en un post publicado en septiembre, afirma que una guerra nuclear mundial es "preferible a una victoria ucraniana". O, otro ejemplo, aún más cercano al poder, cuando el anterior presidente ruso, Dmitri Medvédev, declaró el pasado verano: "En caso de que ocurra algo (en Crimea), ocurrirá simultáneamente, para ellos (los ucranianos, ¡el día del Juicio Final!".

Cuando no es el dictador checheno, Ramzan Kadyrov, quien a principios de octubre pidió en Telegram "medidas más drásticas", incluido el uso de "armas nucleares de baja potencia", que luego sería llamado al orden por el Kremlin.

"En tiempos difíciles, hay que excluir las emociones (...). Preferimos hacer evaluaciones comedidas y objetivas", declaró el portavoz Dmitry Peskov, al tiempo que elogiaba la "heroica contribución" de Ramzan Kadyrov al esfuerzo bélico.

Un dictador preocupado por los riesgos nucleares

Oficialmente, Putin se cuida de no ser visto como un nuevo Dr. Strangelove, sino más bien como un líder preocupado por evitar un apocalipsis nuclear. Como cuando el Kremlin anunció que el presidente ruso había advertido el domingo a su homólogo francés, Emmanuel Macron, de las "consecuencias catastróficas" de los ataques del ejército ucraniano contra la central nuclear de Zaporiyia, ocupada por las fuerzas rusas.

Esta central, la mayor de Europa, situada en el sur de Ucrania, ha sido bombardeada varias veces en las últimas semanas, y Moscú y Kiev se culpan mutuamente de los ataques. Desde el comienzo de la guerra, Zaporiyia ha sido foco de atención y preocupación internacional. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha pedido la creación de una zona de protección alrededor de la central. "Es urgente adoptar medidas para prevenir un accidente nuclear de origen militar", escribió el organismo en un informe publicado a principios de septiembre. El riesgo que entraña hace temer una catástrofe de grandes proporciones similar a la de Chernóbil en 1986.

Dmitri Medvédev, en su línea, echó leña al fuego en su cuenta de Telegram: "Los cabrones de Kiev y sus mecenas occidentales parecen dispuestos a organizar un nuevo Chernóbil. (...) Qué queréis que os diga... No olvidemos que la Unión Europea también tiene centrales nucleares. Y los accidentes también son posibles allí”.

Pero, como en otras ocasiones, Medvédev sólo habla a título particular en las redes sociales. Y aunque está relegado a un segundo plano en el Kremlin, es sin embargo el vicesecretario del Consejo de Seguridad ruso... 

Nadie se dejaría engañar por un intento de utilizar esta acusación como pretexto para una escalada

Declaración conjunta de los ministros de Asuntos Exteriores de EEUU, Reino Unido y Francia

Los altos funcionarios que se ocupan de la cuestión nuclear son los responsables. Así, un domingo de octubre de 2022, el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, descolgó el teléfono y llamó sucesivamente (no se especificó el orden) a sus homólogos francés, británico, turco y americano para advertirles de que la situación en Ucrania "tendía hacia una escalada incontrolable", y que el enemigo ucraniano estaba preparando con el mayor secreto una "bomba sucia". Es decir, una bomba consistente en explosivos convencionales rodeados de materiales radiactivos destinados a ser diseminados en polvo en el momento de la explosión.

Unos días más tarde, Putin "reveló" que fue él quien dio la orden a su fiel Choigou de realizar esas llamadas telefónicas. El dictador insiste de nuevo con la "bomba sucia" y pide que el OIEA acuda a Ucrania "cuanto antes" porque "las autoridades de Kiev están haciendo todo lo posible para ocultar las huellas de estos preparativos". Según él, a Ucrania le gustaría utilizar un arma radiactiva "para poder decir después que fue Rusia quien llevó a cabo un ataque nuclear".

La aparente buena voluntad de Putin y su gobierno no funcionó como él esperaba. "Nadie se dejaría engañar" si Moscú intensificara el conflicto en Ucrania con el pretexto de que Kiev utilizara una "bomba sucia", replicaron desde París, Londres y Washington. En una declaración conjunta, los tres ministros de asuntos exteriores "rechazan las alegaciones evidentemente falsas de Rusia".

"Es absurdo: ¿por qué iba a utilizar Ucrania una bomba sucia en su territorio, que quiere liberar?", declaró Jens Stoltenberg, Secretario General de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Según él, las acusaciones de Moscú corresponden a una táctica clásica rusa: "Acusar a los demás de lo que ellos pretenden hacer".

Los ucranianos y Occidente ven en ello los preparativos de un atentado de falsa bandera, sospechando que es Rusia la que está dispuesta a detonar una "bomba sucia" para justificar una escalada militar, por ejemplo utilizando un arma nuclear táctica como represalia.

"Subidones de adrenalina" tras las derrotas

A pesar de ello, Putin no renuncia a su papel de quien no hace saltar el polvorín. "Rusia no desafía a Occidente, Rusia sólo defiende su derecho a existir", declaró a finales de octubre en el foro de debate Valdai de Moscú, presentando a su país como víctima de los americanos y de Occidente, que querrían "destruir, borrar (a Rusia) del mapa".

Incluso relativizó sus declaraciones pasadas sobre la posibilidad de utilizar armas nucleares, afirmando que sólo había respondido a las amenazas de sus adversarios. "Nunca hemos hablado de la posibilidad de utilizar armas nucleares. Sólo lo hemos hecho alusiones en respuesta a declaraciones de otros países.”

Eso no es del todo falso, pero tampoco es del todo cierto.

El dictador ruso había asegurado en un discurso televisado el 21 de septiembre que estaba dispuesto a utilizar "todos los medios" de su arsenal contra Occidente, al que había acusado de querer "destruir" Rusia (ver aquí el texto íntegro de su discurso). "No es un farol", dijo tras esa transparente referencia a la bomba atómica.

Nueve días después, con ocasión de la ceremonia que oficializaba la anexión de cuatro provincias ucranianas, repitió lo mismo, refiriéndose a los ataques atómicos americanos en Japón, dejando caer un comentario escalofriante: "Además, esto crea un precedente.”

No era para reírse. En un acto de recaudación de fondos para la campaña senatorial demócrata en Nueva York, el presidente americano dijo que Putin, "un tipo al que conozco bastante bien", "no bromea cuando habla del uso potencial de armas nucleares tácticas o de armas biológicas o químicas"...

Estas alusiones a Putin se producen en un contexto específico. En un momento en el que el ejército ucraniano está contraatacando y arrollando al ejército ruso. Del mismo modo que la aparición en televisión en la que el dictador ordenaba poner en alerta a las fuerzas de disuasión coincidía con las primeras dificultades encontradas por sus tropas tras el avance inicial.

Durante el citado coloquio en la Academia Militar, el general Pierre-Joseph Givre, director del Centro de Doctrina y Enseñanza del Mando, subrayó que "en lo que respecta a la dialéctica nuclear, aunque se mantenga por debajo del umbral, observamos subidas de adrenalina cuando aparece un desequilibrio en el campo de batalla".

El "Armagedón" de Joe Biden

Otra razón del endurecimiento regular de la retórica del Kremlin es esgrimir la amenaza de guerra nuclear para disuadir a Occidente de enviar nuevas armas a los ucranianos. Cuando la CNN reveló en diciembre que Washington estaba considerando la posibilidad de enviar misiles Patriot, la embajada rusa en Estados Unidos aludió inmediatamente a un acto que, de ser cierto, tendría "consecuencias imprevisibles".

Y durante la conmemoración de la batalla de Stalingrado, Putin reaccionó a las entregas de vehículos blindados pesados anunciadas en las últimas semanas por varios países occidentales: "No enviaremos nuestros tanques a sus fronteras, pero tenemos con qué responder, y no se limitará a tanques". Preguntado por si se trataba de una nueva referencia a las armas nucleares, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, se limitó a advertir de que Moscú utilizaría "todo su potencial".

Para atajar cualquier deseo de cometer lo irreparable, Occidente está adoptando un discurso de firmeza (salvo Macron, que declaró en octubre que Francia no respondería con armas nucleares si los rusos utilizaban las suyas en suelo ucraniano). El habitualmente comedido jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, dijo en octubre, cuando Putin hacía esas alusiones, que un ataque nuclear de Rusia a Ucrania provocaría una respuesta militar de Occidente, aunque no nuclear, pero "tan potente que el ejército ruso sería aniquilado".

"Rusia cometería un error inmensamente grave si utilizara un arma nuclear táctica", advirtió Joe Biden, que no dudó en dramatizar la situación al decir que el mundo se enfrentaba, por primera vez desde la guerra fría, al riesgo de un "Armagedón", es decir, de un "apocalipsis nuclear". El Presidente Biden reaccionaba así a un artículo de The New York Times en el que responsables americanos anónimos informaban oportunamente de que jefes militares rusos habían hablado de la posibilidad de utilizar en Ucrania un arma nuclear táctica, menos potente que una bomba nuclear convencional. 

Pero ambas partes se cuidan de no cruzar las líneas rojas. En diciembre, Vladimir Putin relativizó el uso de armas nucleares, sugiriendo que Moscú sólo las utilizaría en respuesta a un ataque de ese tipo.

La "principal prioridad" es evitar una guerra entre potencias nucleares, había insistido el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso en un comunicado unas semanas antes: "Rusia sigue guiándose por el principio de que una guerra nuclear, en la que no puede haber vencedor, es inadmisible y nunca debe estallar".

Por su parte, el secretario de Defensa americano, Lloyd Austin, se mostró tranquilizador. "No tenemos indicios en este momento de que Rusia haya cambiado su postura nuclear, pero la estamos vigilando 24 horas al día, 7 días a la semana", dijo a mediados de octubre, un análisis que repetirían durante el conflicto varios dirigentes americanos.

Y cuando la OTAN lleva a cabo un ejercicio de disuasión en Bélgica y el Reino Unido denominado Steadfast Noon, la Alianza Atlántica especifica en un comunicado que se trata de "una actividad ordinaria de entrenamiento recurrente y (que) no está vinculada en modo alguno a los acontecimientos internacionales actuales". Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, se toma incluso la molestia de señalar que "se enviaría una señal muy negativa si de repente canceláramos un ejercicio rutinario planeado desde hace tiempo debido a la guerra en Ucrania. Sería una señal absolutamente equivocada".

En este campo deben evitarse la vaguedad, la incertidumbre y, sobre todo, la falta de comunicación. En noviembre de 1983, el ejercicio Able Archer de la OTAN simuló la transición de la guerra convencional a la nuclear con tal realismo que los dirigentes soviéticos se convencieron de que el ejercicio era un subterfugio para un ataque real y ordenaron poner en alerta sus propias armas nucleares.

Todavía no hemos llegado a ese punto. 

Estamos ante una amenaza existencial a largo plazo para EEUU y nuestros aliados

El Pentágono

"Efectivamente, este es uno de los primeros grandes conflictos desde el final de la Guerra Fría en los que la sombra de la amenaza nuclear es tan oscura. Sin embargo, la disuasión nuclear no ha fracasado", asegura Héloïse Fayet, investigadora del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri) y coordinadora del programa "Disuasión y proliferación". “Hasta la fecha no ha habido ningún enfrentamiento nuclear, ni ninguna incursión terrestre rusa en un país de la OTAN, y las amenazas rusas no han impedido que Occidente entregue armas y muestre un apoyo sin fisuras a Ucrania", afirma. “Por parte rusa, mantienen una retórica nuclear pero tienen una comunicación controlada. Sobre todo, Vladimir Putin recordó las directrices de la doctrina rusa de disuasión para que lo que es una guerra local no se convierta en un conflicto regional con la participación de países miembros de la OTAN.”

¿Y mañana?

"Es difícil imaginar a rusos y americanos negociando sobre la no proliferación o el tamaño de sus propios arsenales nucleares en un futuro próximo. Habrá toda una estructura de control de armas que reinventar después de la guerra", concluye esta investigadora del Ifri. El general Vincent Breton coincide con ella. Durante el coloquio en la Academia Militar, consideró la situación "bastante preocupante" por el "riesgo de una nueva proliferación nuclear en todo el mundo en los próximos años".

A finales de octubre, el Pentágono publicó la nueva estrategia nuclear de los Estados Unidos. El tono es decididamente alarmista con respecto a Rusia. "Su moderno arsenal nuclear, que se espera que aumente, representa una amenaza existencial a largo plazo para Estados Unidos y nuestros aliados y socios", escribió el Pentágono.

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[El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha anunciado este martes la suspensión de la participación rusa del Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), el último pacto firmado con Estados Unidos para la reducción y control de armas nucleares. Putin, que ha indicado que Rusia "debe estar preparada para realizar ensayos nucleares si Estados Unidos los lleva a cabo primero", ha puntualizado que no se trata de "abandonar" por completo el tratado sino de "suspender la participación", tal y como ha aclarado durante su discurso ante la Asamblea Federal rusa a casi un año del inicio de la invasión rusa de Ucrania].

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Traducción de Miguel López

 

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