Argentina y Brasil, dos miradas antagónicas del acuerdo de la Unión Europea con Mercosur

Romaric Godin (Mediapart)

Mientras se prepara para presentarse a un cuarto mandato en octubre de 2026, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, espera dar un gran golpe organizando una ceremonia por todo lo alto en Brasilia, el 20 de diciembre, con motivo de la firma definitiva del acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea (UE).

A priori, no faltará nadie en la foto, siempre y cuando los Veintisiete den el mandato a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, para firmar. Todos los presidentes de los países “latinos” del Mercosur estarán presentes para celebrar el final oficial, pero sin duda no definitivo, de más de veinte años de negociaciones.

Sin embargo, tras las sonrisas de fachada esperadas, el grupo que firmará este acuerdo con Bruselas está dividido y debilitado. Prueba de ello es que algunos han afirmado que no quieren ir a Brasilia. A mediados de noviembre, la prensa argentina aseguraba que el presidente Javier Milei no asistiría, ya que las relaciones entre Brasil y Argentina están, desde hace meses, bajo mínimos. Paralelamente, el presidente paraguayo alegó que su agenda no le permitiría estar presente. Lula modificó la fecha de la ceremonia, aplazándola del 2 al 20 de diciembre, para adaptarse al calendario institucional de la UE.

Finalmente, ambos estarán presentes. Pero estas reticencias ilustran el nivel de tensiones internas en el Mercosur. Lula ha aprovechado el hecho de que su país ostenta la presidencia rotatoria de este mercado común compuesto por cinco miembros (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y, desde 2024, Bolivia). Pero tanto en Asunción como en Buenos Aires, el triunfalismo del presidente brasileño de izquierdas no ha sido bien recibido.

Su oposición poco tiene que ver con el contenido del acuerdo comercial. Desde el punto de vista de las élites políticas del Mercosur, el interés del acuerdo con la UE es uno de los pocos temas en los que la derecha y la izquierda pueden ponerse de acuerdo. El acuerdo fue impulsado por las izquierdas argentina y brasileña, pero las negociaciones no se vieron interrumpidas por los cambios políticos.

Los perdedores y los ganadores

Ni siquiera Milei, que no oculta sus críticas a la Unión Europea, a la que considera demasiado reguladora, se opuso a la firma del tratado hace un año en Montevideo. Su presencia en Brasilia, según el comunicado oficial de la Casa Rosada, vendrá a “demostrar el compromiso del Gobierno mundial con la inserción de Argentina en el mercado mundial”. En cuanto al presidente paraguayo, sus críticas se dirigían más a la lentitud de las negociaciones que a su contenido.

No es que el acuerdo no vaya a tener ningún impacto en las economías locales. Abre las puertas de los mercados de los cinco países a los productos industriales europeos, frente a los cuales las industrias locales suelen ser impotentes, al carecer de un desarrollo tecnológico y una capacidad de producción suficientes.

Todo acuerdo de libre comercio provoca un efecto de especialización y, por lo tanto, hay ganadores y perdedores. Las industrias locales sin duda formarán parte de los primeros, pero en beneficio de los sectores agroindustriales centrados en la exportación. Sin embargo, en esos países, tanto la derecha como la izquierda se apoyan fuertemente en la agroindustria para generar crecimiento.

En otras palabras: las élites locales están dispuestas a sacrificar sus industrias para poder vender carne de vacuno, aves de corral o soja en el mercado europeo. La aceptación transpartidista del acuerdo comercial refleja así la incapacidad del continente para cambiar de modelo económico y su persistente dependencia de la agroindustria.

Para Javier Milei, el Mercosur representa un yugo debido a las normas que impone

Sin embargo, este acuerdo en cuanto al fondo esconde enfoques muy diferentes. Para Brasil, el acuerdo con la UE es una forma de responder a la política arancelaria de Donald Trump, ofreciendo mercados sustitutivos en Europa para las exportaciones locales.

En Argentina, donde se acaba de firmar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, se muestra mucho menos entusiasmo. El acuerdo con la UE es sin duda positivo, pero, ante las reticencias de Francia e Italia, Milei ha mostrado en varias ocasiones su escepticismo. Está claro que Europa no es la prioridad del Gobierno argentino.

Detrás de esta diferencia de enfoque, existe una divergencia ideológica entre Brasil y Argentina sobre lo que representa el Mercosur. Desde la llegada de Milei a la presidencia de Argentina, las tensiones no han dejado de aumentar. En un discurso pronunciado el 3 de julio con motivo de la clausura de la presidencia de turno argentina, el presidente libertario advirtió que quería que el Mercosur “adoptara reformas en favor de la libertad comercial”, es decir, que “flexibilizara las condiciones que los une”.

Para Milei, el Mercosur representa un yugo, debido a las normas que impone, no solo en términos de estándares, sino también en términos de restricciones comerciales hacia el resto del mundo. Al ser el Mercosur un bloque comercial, en teoría impide a los países miembros disponer de una política comercial autónoma. “La barrera que hemos erigido para protegernos acaba excluyéndonos”, resume. Porque Milei es un extremista del mercado. Para él, la verdad solo surge de la confrontación competitiva. Por eso se opone a cualquier organización multilateral que pueda “congelar” o “reducir” esa confrontación.

Dos capitalismos competidores

En este sentido, el Mercosur no es, para el presidente argentino, más que un “cinturón de hierro” que genera una “inercia destructiva”. Por eso, en julio, advirtió: “Argentina tomará el camino de la libertad, y lo haremos solos o acompañados.” Una amenaza poco disimulada de abandonar el bloque si este no sigue el camino argentino. En otras palabras, Buenos Aires no reclama nada menos que la hegemonía ideológica sobre el Mercosur.

Por su parte, Lula tiene un enfoque muy diferente. Con una visión clásicamente neoliberal, ve en el Mercosur un medio de integración regional y de desarrollo del crecimiento, un “lugar en el que nos sentimos seguros”, declaró en julio. Evidentemente, la división no es solo ideológica. La posición dominante de Brasil en la región —su PIB representa el 73 % del bloque— hace que tenga todo el interés en dicha integración.

En este sentido, la lucha ideológico-económica entre las dos potencias del Mercosur es también una lucha entre dos capitalismos rivales. Si la izquierda peronista argentina podía defender la idea de una integración en la que parte del capital local accediera al inmenso mercado brasileño, la extrema derecha libertaria defiende la autonomía del capital argentino frente al Mercosur y la integración en el mercado estadounidense.

La Argentina de Milei pretende convertirse en la punta de lanza del poder estadounidense en la región

Desde su elección, Milei exige la posibilidad de negociar acuerdos comerciales bilaterales. En una entrevista concedida a Le Point en febrero, afirmó: “No permitiré que el Mercosur ni nadie impida a Argentina comerciar con el resto del mundo. Evidentemente, quiero firmar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Tengo buenas esperanzas de que el Mercosur no sea un obstáculo para lograrlo”.

Porque Argentina acaba de anunciar precisamente la puesta en marcha de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Un acuerdo que no solo somete la economía argentina a los intereses de Washington, sino que entra en conflicto directo con el marco del Mercosur. Javier Milei tendrá que pasar de las palabras a los hechos: si quiere imponer un acuerdo de este tipo, sin duda tendrá que salir del Mercosur o hacer cambiar las reglas del Mercosur.

La rivalidad entre ambos países es, por tanto, también un reflejo de oposiciones geopolíticas más amplias. Frente a la Argentina de Milei, que pretende convertirse en la punta de lanza del poder yanqui en la región, el Brasil de Lula juega la carta del “Sur global” y reivindica su integración, junto con China y Rusia, en los BRICS, una organización “antiamericana” para Donald Trump. Brasilia fue castigada con aranceles prohibitivos tras la última reunión de los BRICS, al igual que India y Sudáfrica.

Las relaciones con Washington se han calmado un poco desde entonces, sobre todo despues de una reunión considerada “amistosa” por videoconferencia entre Donald Trump y Lula en octubre. Sin duda, esta es también la razón por la que Javier Milei finalmente ha aceptado ir a Brasilia el 20 de diciembre. Pero, en general, la situación sigue siendo la misma: Buenos Aires apuesta por una relación privilegiada con Estados Unidos, y Brasilia por el multilateralismo. Dos direcciones opuestas que dividen al Mercosur.

Dos visiones regionales

En este contexto, Milei cuenta con una ventaja importante: la derecha y la extrema derecha están en auge en la región. Aunque el año pasado perdió a su aliado uruguayo, el presidente de derechas Luis Alberto Lacalle Pou, sustituido por un presidente de centroizquierda, Yamandú Orsi, cercano a Lula, ahora puede contar con el nuevo presidente boliviano, Rodrigo Paz Pereira, quien durante la campaña citó a Milei como fuente de inspiración. De hecho, asistió a su toma de posesión el 8 de noviembre.

Con el muy conservador Paraguay, el bando de Milei puede ahora contar con el apoyo de tres países miembros para proponer sus reformas; a los que se suman, fuera del Mercosur, Ecuador y Perú, ya en manos de la derecha, y Chile, que también podría dar un giro el 14 de diciembre. En caso de crisis interna en el Mercosur, Argentina podría promover una alternativa regional libertaria y pro-americana con gran parte del continente.

Porque se trata de dos visiones opuestas: por un lado, la de un gran mercado regional bajo la supervisión de Estados Unidos, del que Milei sería una especie de procónsul; por otro, una integración regional centrada en Brasil, pero abierta a asociaciones con otros bloques regionales. Gran parte de los debates internos de los países de la región giran en torno a esta elección. Las elecciones presidenciales colombianas de marzo serán otro momento clave de esta competencia regional.

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Si bien Lula se encuentra en una posición de fuerza en la política interna, su posición en la región es menos satisfactoria. Por supuesto, Brasil tiene un gran peso en la economía regional, pero Milei le puede tentar con la posibilidad de una integración en la economía estadounidense. El Mercosur aún no está en peligro, pero es extremadamente frágil. El acuerdo con la Unión Europea podría ser su canto del cisne.

 

Traducción de Miguel López

Mientras se prepara para presentarse a un cuarto mandato en octubre de 2026, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, espera dar un gran golpe organizando una ceremonia por todo lo alto en Brasilia, el 20 de diciembre, con motivo de la firma definitiva del acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea (UE).

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