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Una ola feminista recorre los Balcanes en contra de la violencia machista

Una manifestante en una marcha contra la violencia machista

Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin (Mediapart)

El pasado agosto, miles de personas salieron a las calles de Sarajevo, Mostar y Zenica para decir "no a la violencia" y recordar que "el silencio es aprobación". La movilización se extendió a Banja Luka, capital de la República Srpska, la "entidad serbia" de una Bosnia-Herzegovina aún dividida. La indignación ha sido unánime y obligó incluso a las distintas autoridades bosnias a ponerse de acuerdo, por una vez, y decretar un día de luto para todo el país. 

Es cierto que el crimen que tuvo lugar en la pequeña localidad de Gradačac fue especialmente estremecedor: el 11 de agosto, Nizama Hećimović fue asesinada a tiros por su ex pareja, que retransmitió el asesinato en directo a través de su cuenta de Instagram, que cuenta con miles de seguidores. 

Pocos días antes de la tragedia, la mujer de 37 años, con la cara aún hinchada, había presentado una denuncia por violencia de género en una comisaría de la ciudad de Tuzla, pero no se había tomado ninguna medida para garantizar su seguridad. Finalmente buscó refugio en casa de su tía con su bebé de nueve meses, y de allí fue secuestrada por su asesino que, en su huida, también mató a dos personas e hirió a otras dos para luego suicidarse. 

Según las estadísticas de la OCDE, más del 48% de las mujeres bosnias mayores de 15 años han sufrido algún tipo de violencia a manos de un hombre a lo largo de su vida y, según la Agencia para la Igualdad de Género, desde 2015 han sido asesinadas en el país más de 60 mujeres. Durante mucho tiempo, esos crímenes machistas permanecieron ocultos o ignorados, pero desde la llegada de la ola #MeToo a los Balcanes en 2021, han ido en aumento la indignación y la movilización, denunciando la impunidad de la que gozan los asesinos y la pasividad de las instituciones. 

En Serbia, lo que movilizó a todo el país fue el asesinato de una adolescente transexual de 18 años, cuyo cuerpo apareció descuartizado el 6 de julio en un piso de Belgrado. Veintinueve organizaciones de la sociedad civil adoptaron inmediatamente una declaración conjunta en la que exigían "la pena más severa prevista en el Código Penal" para el autor del crimen, señalando que se trataba ya del vigésimo segundo feminicidio en el país desde principios de año. 

Sin embargo, ha sido en Bulgaria, que había permanecido relativamente tranquila durante el surgimiento del movimiento #MeToo, donde se han registrado las mayores protestas. El 31 de julio, más de 10.000 personas se manifestaron ante el Palacio de Justicia de Sofía. En este caso, fue un crimen cometido el 26 de junio en Stara Zagora, en el centro del país, lo que sirvió de detonante: una joven de 18 años fue agredida en su casa por su expareja, de 26 años. Desfigurada, recibió una veintena de puñaladas y fue sometida a múltiples operaciones quirúrgicas. Sin embargo, el informe forense sólo constató "lesiones corporales leves", y el agresor, que estaba en libertad condicional en el momento de los hechos, fue puesto en libertad 72 horas después de su detención.  

El reto de la justicia

En Kosovo, donde los últimos años ha habido potentes campañas contra los feminicidios, el ambiente era de satisfacción tras la "histórica" sentencia dictada el 4 de agosto por el tribunal de Ferizaj, que condenaba a cadena perpetua a Dardan Krivaqa por el asesinato a golpes de Marigona Osmani, una joven de 18 años con la que compartía su vida. 

"Esa decisión es difícilmente modificable con un recurso, dado que el asesinato fue filmado por las cámaras de vigilancia del piso", afirma Besarta Breznica, responsable del programa de lucha contra la violencia de género de la Red de Mujeres de Kosovo, en una entrevista a la KTV. Por su parte, el Colectivo Kosovar para el Pensamiento y la Acción Feminista recuerda que es difícil olvidar que "Marigona podría seguir viva hoy si el Estado la hubiera protegido a tiempo". 

De hecho, la escasa reacción de las autoridades policiales y judiciales se señala en todas partes como una de las principales causas de la "epidemia" de feminicidios que afecta a los Balcanes. En Bosnia-Herzegovina, los manifestantes exigen que se reconozcan los asesinatos machistas como delito en el Código Penal y que se proteja eficazmente a las mujeres que tienen el valor de denunciar. 

Lo mismo ocurre en Bulgaria, donde, según la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, una de cada cuatro mujeres es víctima de violencia doméstica a lo largo de su vida. Según la abogada Elena Krasteva, coordinadora de la Alianza para la Protección contra la Violencia, que ofrece asistencia jurídica y psicológica a las víctimas, esta lacra es "muy poco tratada por la justicia". En 2022, el Ministerio de Trabajo y Política Social registró "sólo" 188 casos de violencia de género. Y, continúa Elena Krasteva, aunque el Código Penal castiga este tipo de violencia contra las mujeres, "no hay previstas penas más severas para los delitos sexuales cometidos en el contexto de la violencia machista". 

Es más, "no se ofrece ninguna protección a las personas que mantienen una relación íntima pero que no viven juntas". Mientras Bulgaria, vaciada por un éxodo masivo y continuo de su población, vive desde hace varios años una interminable crisis política, el Partido Socialista Búlgaro (PSB) ha luchado en el Parlamento para excluir a los homosexuales de la ley sobre violencia de género, que pasaría a afectar solo a un hombre y una mujer.

Por su parte, el Centro de Periodismo de Investigación de Serbia (CINS) ha podido analizar 117 feminicidios juzgados en este país entre 2014 y 2022. Más de la mitad de los casos no fueron calificados como "asesinato con agravantes", sino simplemente como "violencia machista con resultado de muerte", un delito castigado con un máximo de quince años de prisión. De hecho, el 70% de las sentencias dictadas fueron condenas a penas inferiores a quince años, y algunos jueces no dudaron en aplicar circunstancias atenuantes o incluso en hacer recaer parte de la culpa en las mujeres asesinadas. 

La banalización de una "cultura de la violencia”

"En mi país, la gente es como es: les gusta meterse en los asuntos de los demás. Fisgan en los patios, vigilan los árboles frutales, las viñas y las carteras. Quieren saber quién tiene cuánto, quién se ha peleado con quién, por cuánto has vendido un cacharro o un campo, cuánto has ganado en Alemania... Pero hay una cosa en la que no se meten: si pegas a tu mujer", escribe la escritora croata Jurica Pavičić en una de sus novelas cortas (Le Collectionneur de serpents, Agullo Éditions, 2023). 

Sigue unida a los Balcanes una imagen de sociedades patriarcales y violentas , aunque haya que tener cuidado con los tópicos, ya que las estadísticas sobre la violencia, aunque imperfectas, no son más elevadas que en el oeste del continente. Muchas feministas señalan también que los avances en los derechos de la mujer conseguidos bajo el socialismo yugoslavo se han visto socavados en los últimos treinta años, sobre todo como consecuencia de la banalización de una "cultura de la violencia". Los asesinatos masivos que enlutaron Serbia a principios de mayo son un fenómeno nuevo en ese país, pero indicativo de esta deriva. 

Mientras los dirigentes de los países de la región candidatos a la integración europea se afanan en mostrar, al menos formalmente, su "modernidad" en materia de derechos LGTBI, la cuestión de la violencia doméstica representa un verdadero punto ciego, ni siquiera abordado como tal en las reformas de la justicia exigidas en el marco del proceso de integración. 

Frente a este fracaso de las autoridades, se están creando sinergias entre organizaciones de distintos países de la región. Algunas de ellas se reunieron a finales de junio en Pristina (Kosovo). "Nuestro papel es registrar los casos de violencia y feminicidio, pero también dar voz a las personas marginadas", explicó Liri Kuçi, directora de la revista feminista albanesa Shota. 

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Aunque en los últimos años ha surgido cierta conciencia sobre esta violencia, la periodista serbia Jovana Gligorijević, que coordina un grupo de "mujeres periodistas contra la violencia de género", reconoce que "queda mucho trabajo por hacer y hay que tender puentes entre los países y entre todos los que quieran mejorar los derechos a pesar de la falta de respuesta de las autoridades". Las movilizaciones que se están produciendo en los países de la región son también la prueba de un despertar ciudadano que desafía fronteras y filiaciones políticas.

 

Traducción de Miguel López

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