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Elecciones a la Casa Blanca

La batalla crucial del Senado que se libra en Washington

Aunque la batalla sea más discreta que la que enfrenta a Hillary Clinton y a Donald Trump, no es menos implacable y está muy reñida. ¿Qué partido, el Demócrata o Republicano, obtendrá mayoría en el Senado el 8 de noviembre, día en que se elige al presidente del Gobierno y en que también se renueva el Congreso estadounidense?

Las dos Cámaras –la Cámara de los Representantes y el Senado– están en manos de una mayoría republicana. Además, están dominadas por una derecha radicalizada por influencia del Tea Party y con tendencia a rechazar el compromiso. Eso explica los bloqueos institucionales habituales en Washington. Para los demócratas –a quien prácticamente todos los sondeos dan por ganadores en la carrera a la Casa Blanca, pese al último episodio de los e-mails de Hillary Clinton–, el reto del Congreso es importante. Así que, aunque es poco probable que se impongan en la Cámara de los Representantes, no resultan descabelladas las aspiraciones que tienene en el Senado.

Recapitulemos: de los 435 miembros que integran la Cámara, 247 son republicanos. El 8 de noviembre se renuevan todos los escaños (como cada dos años), pero la mayoría republicana es demasiado sólida como para permitir un avance demócrata real. ¿Por qué? Porque el sistema de distritos electorales beneficia a los republicanos y porque los electores quieren mantener el equilibrio de poderes entre los dos partidos. Aunque la campaña ha estado trufada de imprevistos, en vísperas de las elecciones, los expertos siguen creyendo que los demócratas pueden ganar entre 10 y 20 representantes más, un número insuficiente para controlar la Cámara.

En cambio, sí que es factible la victoria en el Senado. La Cámara alta tiene 100 escaños, de ellos 54 son ahora republicanos. En el Senado, un tercio de cuyos escaños se renueva dos años, hay en juego 34 representantes (actualmente, 24 republicanos y 10 demócratas). Los demócratas necesitan obtener 5 escaños más para lograr la mayoría, algo que resulta posible. Y lo es, sobre todo, por que la candidatura de Trump, que divide a la derecha y repugna a los electores republicanos moderados, facilita las cosas.

Aunque, como es lógico, para un presidente es más cómodo disponer de la mayoría en las dos Cámaras (mejor aún si la mayoría es cualificada), contar con el apoyo del Senado puede ayudar a cambiar la dinámica en Washington.

En el eventual caso de que Clinton sea elegida presidenta, la mayoría en el Senado le permitiría, por ejemplo, designar sin contratiempos a un juez de sensibilidad demócrata en la Corte Suprema, un órgano cada vez más decisivo en la vida política de EEUU. En tiempos de polarización extrema, el Alto Tribunal es el encargado de dirimir cuestiones políticas y sociales de gran trascendencia, del matrimonio homosexual al modo en que se financian las campañas electorales. La muerte de Antonin Scalia, en febrero de 2016, dejó una vacante en la Corte, debido a que el Senado –de mayoría republicana– se negó a aceptar al candidato de Barack Obama…

Un Senado de mayoría demócrata también ayudaría a una posible Administración Clinton a afirmar sus orientaciones políticas, por ejemplo, a intentar reformar las leyes migratorias o a modificar el código fiscal, haciendo presión en una Cámara de los Representantes de mayoría republicana para que ésta acepte el compromiso.

Pero, obviamente, los republicanos lo ven de otro modo. En octubre, a raíz de una serie de escándalos que pusieron a Trump en aprietos, el partido reaccionaba centrando sus esfuerzos en el Congreso para salvar su mayoría. ¿Se acuerdan de Paul Ryan, jefe de filas de la mayoría republicana en la Cámara, que a mediados de octubre anunció que no haría más campaña por el candidato, sino sólo por aquellos de sus colegas que optaban a la reelección? Según Politico, el 8 de noviembre, los republicanos habrán gastado en la batalla por hacerse con el Senado 394 millones de dólares, frente a los 348 de los demócratas (sumas que sirven sobre todo a financiar costosos y numerosos anuncios electorales difundidos en bucle en las cadenas locales).

La victoria, en estos momentos, se juega en diez Estados. Dejando a un lado a Florida y Ohio, bien posicionados para permanecer en manos de los republicanos, así como Illinois y Wisconsin, que pueden pasar a manos demócratas, la lucha por el Senado se libra en seis Estados: Indiana, Misuri, Carolina del Norte, Nevada, Pensilvania y New Hampshire. En dichos territorios, los sondeos hablan de empate técnico entre republicanos y demócratas, con una ligera ventaja para los demócratas en tres Estados (aquí se puede seguir la evolución diaria de esas estimaciones). 

En dichos Estados, New Hampshire ilustra a la perfección los problemas que la candidatura de Trump ha causado a los representantes locales. La senadora saliente, la republicana Kelly Ayotte, apoyó inicialmente al hombre de negocios, presentándolo incluso como “perfecto ejemplo” para los niños. Palabras pronunciadas apenas unos días antes de que viese la luz un vídeo en el que Donald Trump se mostraba más misógino que nunca, con resultados terribles para su campaña. Kelly Ayotte optó entonces por retirarle su apoyo y trató de distinguir los desafíos de su campaña de la carrera a las presidenciales. Labor delicada. Sobre todo porque, al otro lado, para respaldar a su candidata Maggie Hassan, actual gobernadora del Estado, los demócratas ponían en marcha una campaña negativa consistente en asociar a Kelly Ayotte con Donald Trump. Esperan convencer a los electores que apoyan al candidato (haciéndoles ver que ella les ha traicionado) y a los republicanos moderados que ya no distinguen entre los dos…

Sin embargo, el último capítulo conocido en el caso de los e-mails de Hillary Clinton da un nuevo impulso a Kelly Ayotte, que ahora insta a su rival a distanciarse de la candidata a la Presidencia. “A diferencia de nuestra gobernadora Maggie Hassan, no dudaré en oponerme a quien sea, sea del partido que sea, ya que hago lo que es mejor para New Hampshire”, declaraba el pasado fin de semana.

Esta dura pugna va camino de durar hasta el día de las elecciones… ¡O incluso después! Porque en 2018, en las elecciones de mediados de mandato, estarán en juego los asientos de 25 senadores demócratas, frente a ocho de los republicanos. Vuelta a la casilla de salida.

Traducción: Mariola Moreno

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