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El Cártel de Guadalajara que nunca existió (salvo en Netflix)

El santo de los narcos, Jesús Malverde, en una capilla del estado de Sinaloa, el 3 de mayo de 2019.

Carlos Pérez Ricart | Jack Pannell (Noria Research)

Todos en México hemos escuchado hablar del Cártel de Guadalajara, esa organización que, a principios de los años ochenta, en una supuesta alianza con policías y políticos de altos vuelos, dominó, por casi una década, el mercado de drogas en México. Su omnipresencia en nuestra historia contemporánea es tan grande que casi nadie se había cuestionado la posibilidad de que, en realidad, nunca haya existido. Hasta ahora.

Según la narrativa hegemónica —que primero establecieron corporaciones policiales en Estados Unidos, que después recogieron best sellers, periódicos, artículos académicos de dudosa calidad y que años más tarde difundió Netflix en todo el mundo—, el supuesto Cártel de Guadalajara fue, bajo la dirección del traficante sinaloense Miguel Ángel Félix Gallardo, la primera organización en México capaz de controlar la importación y exportación de cocaína, así como la mayoría del cultivo de marihuana en prácticamente todo el territorio nacional. Es, en más de un sentido, el arquetipo de la organización que todo lo hacía, sabía y controlaba.

El grupo de Félix Gallardo, también según esta narrativa, heredó su modelo de negocio y estructura organizativa a lo que hoy conocemos como Cártel de Sinaloa, una suerte de hijo o nieto del Cártel de Guadalajara. El problema de esta historia, que bien ha calado en la opinión pública en México y que es fácil traducir en guiones para series, películas y libros es que es esencialmente falsa.

La más reciente investigación académica en torno al supuesto Cártel de Guadalajara coincide en afirmar en que este fue, en realidad, un ente mucho menos poderoso que el imaginado por las series de televisión.

Por el contrario, fue una organización cuasi familiar que nunca logró una completa integración vertical de su proceso de producción, transporte y comercialización de drogas, que no alcanzó a implantar reglas bien definidas entre sus miembros, ni a establecer un mecanismo jerárquico de toma de decisiones consensuado.

El Cártel de Guadalajara fue, en realidad, una red familiar que funcionaba de manera variable y cambiaba sus modos de operación según las circunstancias.

De hecho, durante el tiempo en que el Cártel de Guadalajara supuestamente existió, apenas hubo quien se refiriera a esta organización con ese mote. Esto, a pesar de que, como veremos más adelante, el concepto cártel era ya utilizado por las agencias antinarcóticos para describir organizaciones similares.

Este trabajo tiene el objetivo de examinar cómo una red de traficantes de drogas a la cual nadie se refirió como Cártel durante su supuesta existencia, se convirtió en uno de los referentes más ubicuos de la historia del tráfico de drogas en México. ¿Cómo se creó el concepto? ¿Cuándo empezó a difundirse la idea de la existencia del Cártel de Guadalajara? ¿Quiénes participaron en este proceso? ¿Qué objetivos se perseguían?

Para responder a estas preguntas, este análisis, basado en trabajo de archivo realizado en México y Estados Unidos, rastrea el proceso por el cual una red criminal más bien amorfa y sin liderazgos claros fue convertida, poco a poco, en una ficción muy útil para el discurso punitivo en el que se basa la actual guerra contra las drogas.

 Esta investigación presenta así, la historia de una genealogía.

¿Qué fue el Cártel de Guadalajara?

Como el resto de sus organizaciones contemporáneas, el llamado Cártel de Guadalajara fue una red criminal compleja basada en núcleos familiares y sin liderazgos claros. Es verdad que Miguel Ángel Félix Gallardo tuvo un papel predominante (y acaso difícil de emular) en la construcción de un canal de distribución de cocaína —hasta ese momento inédito— entre Colombia, el pacífico mexicano y el oeste de los Estados Unidos. También es verdad que Félix Gallardo y su grupo más cercano lograron administrar grandes campos de cultivo de marihuana y amapola en algunos estados del norte, así como del pacifico mexicano.

Sin embargo, de ahí a afirmar que el famoso narcotraficante sinaloense lograra dominar los diferentes procesos de producción, transporte y distribución de drogas ilegales en México hay mucho tramo.

El Cártel de Guadalajara fue, en realidad, una red familiar que funcionaba de manera variable y cambiaba sus modos de operación según las circunstancias. Así, para la ejecución de una operación específica —por ejemplo, la exportación de varios kilogramos de cocaína del norte de Colombia al suroeste de Estados Unidos— podía ser necesaria la ayuda de familiares, amigos o socios en una o varias tareas: la negociación con diferentes grupos de cultivadores de hoja de coca, la renta y manejo del equipo necesario para el transporte marítimo, aéreo y terrestre de la droga, la vigilancia en las casas de seguridad y en los distintos tramos de camino, la negociación con (o cooptación de) autoridades portuarias, aduanales o de caminos, el establecimiento de los distribuidores minoristas en diferentes ciudades de los Estados Unidos, etc. Para otro tipo de operaciones —el asesinato de un competidor o el surtido de marihuana en una ciudad pequeña— el núcleo duro de los guardaespaldas de Félix Gallardo podía ser más que suficiente. Todo dependía de la complejidad de la tarea por delante, así como de los frágiles acuerdos informales (y que se actualizaban constantemente) en los que participaban un sinfín de actores estatales y no estatales.

La Drug Enforcement Administration (DEA) —la institución policial en los Estados Unidos encargada del combate a las drogas dentro y fuera de las fronteras de su país— entendía la plasticidad y volatibilidad con la que funcionaba la red de Félix Gallardo. En sus documentos internos refiere a que narcotraficantes de la época como Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, Jorge Favela Escoboso, Juan Esparragosa Moreno o Jaime Herrera Nevares eran, acaso, socios de Félix Gallardo, nunca subordinados. Todos ellos tenían su propio séquito de incondicionales y forjaban alianzas implícitas y explícitas. Algunos de ellos se reunían —casi siempre sin éxito— para distribuirse tareas, territorios y mercancías; otros se juntaban en la iglesia o el rancho para volverse padrinos de los hijos de aquel; algunos se mandaban a matar con mayor crueldad de la estrictamente necesaria; solo unos pocos lograron sobrevivir, fuera de la cárcel, el cambio de siglo.

En 1989, la DEA hizo un intento por mapear las principales organizaciones narcotraficantes en México con “operaciones significativas a lo largo de la frontera suroeste de los Estados Unidos”. El resultado final se observa en la siguiente imagen y contrasta con el mapa que imagina Netflix cuando refiere al todopoderoso Cártel de Guadalajara; en ella se reconocen 62 diferentes liderazgos en distintas regiones del país. Por su parte, a Félix Gallardo solo se le imputan operaciones significativas en cuatro estados de la República: Sonora, Jalisco, Sinaloa y Baja California; en el resto del país hay redes de producción y distribución de drogas que a veces trabajaban juntas, a veces se ignoraban y otras veces luchaban entre sí.

Imagen 1. DEA, Office of Intelligence, SEO Operation Columbus 1989. (DEA sensitive).

En nuestra investigación encontramos que los reportes internos producidos por la DEA entre 1981 y 1986 en sus oficinas en Ciudad de México, Guadalajara y Hermosillo no solamente no utilizaron el concepto Cártel para referirse a la organización de Félix Gallardo; sus descripciones tampoco refieren a la existencia de una organización capaz de funcionar de forma vertical.

Para muestra un botón: en marzo de 1984, precisamente en el supuesto apogeo de la red dirigida por Félix Gallardo, el otrora jefe de la DEA en Guadalajara, James H. Kuykendall, escribía un reporte referente al cultivo de marihuana en el norte de Zacatecas. Según Kuykendall, tan solo en el norte de ese estado operaban entre 18 y 20 “grupos más o menos entrelazados” (loosely related groups).

Algunos terrenos pertenecían a Ernesto Fonseca y al grupo que hoy vinculamos al Cártel de Guadalajara, otros no; algunos eran protegidos por un comandante de la DFS; otros por la policía local, otros por el Ejército y otros por bandoleros independientes. Había competencia, disputas y pugnas: más o menos igual que hoy.

El reporte de Kuykendall es la norma, no la excepción. Prácticamente en ninguno de los cientos de documentos relacionados con la Operación Leyenda —abocados a la investigación del asesinato del agente Camarena y que van de 1986 a 1992— es posible encontrar referencias a la existencia del Cártel de Guadalajara. Esto resulta particularmente relevante pues los documentos de Operación Leyenda incluyen testimonios de testigos protegidos, audiencias judiciales y reportes de inteligencia; esto es, no solo dejan ver el discurso dominante en la esfera policial, sino también en la esfera pública. En esos documentos, como en casi todos los de su época, los cárteles no existían; las descripciones utilizadas eran otras: redes familiares (family networks), bandas de narcotraficantes (drug rings, drug syndicates, consortium of traffickers), comerciantes ilegales (dealers), mafias y otras nomenclaturas similares.

¿Cómo y cuándo comenzó, entonces, a difundirse la idea de la existencia del Cártel de Guadalajara? ¿Qué actores participaron en este proceso de difusión? Y, sobre todo, ¿qué pretendían con ello? La siguiente sección pretende dar respuestas a estas preguntas.

En el origen, la DEA

Conviene comenzar por el principio. La primera vez que el concepto Cártel se utilizó públicamente para referir a una agrupación de tráfico de drogas y no al convenio entre varias empresas similares para evitar la mutua competencia —su acepción original— fue en 1977 en el Congreso de los Estados Unidos.

Aquel año, el entonces administrador de la DEA, Peter B. Bensinger, utilizó, en dos comparecencias distintas ante un comité de la Cámara de Senadores, la idea de worldwide drug cártel para referirse a una organización de tráfico de drogas basada en México; específicamente, la dirigida por el narcotraficante cubano Alberto Sicilia Falcón, supuesto responsable de la exportación de “toneladas de marihuana” de México a los Estados Unidos.

Sicilia Falcón acababa de ser detenido gracias a información provista por la DEA y Bensinger presumía ante el Senado de su país —en términos por demás exagerados— el esfuerzo que había supuesto para su agencia la detención del narcotráfico.

No fue hasta principios de la década de 1980 cuando el concepto de cártel comenzó a utilizarse en la esfera pública.

El contexto en que Bensinger decidió utilizar la palabra no es trivial y es preciso explicarlo para comprender mejor la economía política de la guerra contra las drogas: por aquellos meses la DEA era sumamente criticada por su incapacidad para detener el flujo de heroína dirigida a los Estados Unidos. No eran pocas las voces que pedían la reestructuración inmediata de la agencia antidrogas. Había otras, en cambio, que pugnaban directamente su desaparición. Sobresalía, en primer lugar, la voz del recién electo presidente Carter, a quien la DEA no le simpatizaba en absoluto. En segundo lugar, estaba la Oficina de Aduanas, el gran enemigo histórico de la DEA y que buscaba recuperar parte de la autoridad y recursos humanos perdidos con la creación de la DEA en 1973.

Por último, es necesario señalar que había cambiado —aunque fuese por un momento— el tema de drogas como problema prioritario en la esfera pública. Según una encuesta Gallup de la época, solo el 1% de la población consideraba que los narcóticos fueran el reto más importante de los Estados Unidos.

Aunque a partir del par de audiencias referidas el término Cártel comenzó a utilizarse con mayor frecuencia para referirse al tráfico de droga, es justo decir que el concepto no parece haber cuajado bien. Con algunas excepciones, y durante los siguientes meses, la prensa estadounidense apenas lo retomó.

Por su parte, Bensinger no parece haber vuelto a usarlo públicamente. Es solo a principios de la década de los años ochenta cuando el concepto Cártel comenzó a ser utilizado en la esfera pública. La referencia ya no era la banda de Sicilia Falcón, sino las organizaciones colombianas que se volvían relevantes por liderar los cargamentos de cocaína que aterrizaban cada día en la costa de Florida.12

El concepto comenzó a ser utilizarlo por burócratas de la DEA o del Federal Bureau of Investigation (FBI) que, sin mucha crítica o cuestionamiento periodístico, eran citados o parafraseados en revistas y periódicos de gran alcance.13

En 1982 ya William French Smith, el fiscal general de los Estados Unidos, hablaba de la existencia de Cárteles con cierta naturalidad y agregaba su carácter amenazante contra la sociedad estadounidense.

Así, poco a poco, con el paso de los años. los conceptos de drug syndicates y drug rings fueron lentamente desplazados de publicaciones oficiales, discursos, procesos judiciales y programas de televisión.

Así nació la idea del Cártel de Cali, el Cártel de Medellín, y la figura de Pablo Escobar como amo y señor de Colombia.

La creación del Cartel de Guadalajara

La primera referencia pública al Cártel de Guadalajara aparece en un artículo publicado en la revista Newsweek en 1985.16

Una de las autoras de ese artículo, la periodista Elaine Shannon, había utilizado desde 1981 el concepto de Cártel en un reportaje basado en fuentes policiacas sobre el tráfico en Miami.

Shannon es también la autora del libro Desperados (1988), obra que narra la versión oficial de la DEA sobre el asesinato del agente Camarena en México y que tendría mucha relevancia en la difusión no solo del concepto Cártel de Guadalajara, sino en la caracterización que de sus miembros y estructura se haría en el futuro.

El arresto de Miguel Ángel Félix Gallardo en Guadalajara la noche del 9 de abril de 1989 es un buen momento para revisar el lenguaje de la época. La prensa española, por ejemplo, señaló que “el supercapo” era un “intermediario del cártel de Medellín”.

En México, ni el Excélsior, ni el Siglo de Torreón, ni El Universal ni El Informador hicieron mención alguna a la existencia de Cártel a pesar de que sí retomaron el arresto de Félix Gallardo en sus primeras planas. Solamente La Jornada, en dos notas, citando como referencia el libro de Shannon, mencionó al Cártel de Guadalajara.

En una de esas notas se puede leer, por ejemplo, que “según la periodista estadounidense Elaine Shannon —en su libro Desperado (sic.)— la banda del narcotraficante número uno de México era tan poderosa como la del cártel de Medellín”. Más abajo se lee que: “Según Shannon, el Cártel de Guadalajara estaba compuesto por Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, Miguel Ángel Félix Gallardo, Juan Ramón Mata Ballesteros, Juan José Quintero Payán y José Contreras Subías, todos ellos detenidos (sic.) y por los prófugos Emilio Quintero Payán y Manuel Salcido Uzeta”.

Para terminar de complicar el asunto, en ese mismo artículo se reproducen las declaraciones del subprocurador Javier Coello Trejo para quien “el narcotraficante es integrante del cártel de Medellín (en cursivas en el original)”. Imaginamos a un lector abrumado que, al terminar de leer la nota, apenas entendió algo sobre la identidad de Félix Gallardo.

¿Qué nos dice el evento del arresto de Félix Gallardo del uso de la idea de Cártel de Guadalajara? En primer lugar, que en México el uso del concepto era, hacia el final de la década de los años ochenta, casi nulo. En segundo lugar, que las pocas veces que se utilizó, fue a manera de copia del libro de Shannon. Por último, que fue la caracterización que hace Shannon de la organización criminal la que terminó por imponerse.

La difusión de un concepto 

A partir del libro de Shannon, en 1990, la cadena NBC produjo una serie de seis horas de duración que retrataba “la verdadera” historia del caso Camarena. Se llamó Drug Wars: The Camarena Story y su productor ejecutivo era, ni más ni menos, que el mismo de Miami Vice, la serie de televisión estadounidense famosa por su adicción a los autos de lujo y al discurso punitivo. Precursora de Traffic (2000) y de decenas de películas y series similares, Drug Wars: The Camarena Story esboza una narrativa según la cual la banda de Félix Gallardo es omnipresente y todopoderosa en un país que, a juzgar por las imágenes de la serie, parece ser lo más cercano al infierno en la tierra. En la pantalla chica y en la pantalla grande, la noción del Cártel de Guadalajara había llegado para quedarse.

En México, el proceso fue más o menos claro y directo: fueron los periodistas mexicanos quienes, retomando el libro de Shannon y los artículos de los periódicos y revistas estadounidenses, comenzaron a utilizar la noción de Cártel de Guadalajara.

Faltaba algo más. En 1991, la idea de Cártel de Guadalajara entró también en el discurso académico. Lo hizo a tambor batiente con uno de los artículos académicos más citados en su momento y —todavía— frecuente referencia en el tema; se trata de Drug lords and narco-corruption: The players change but the game continues del politólogo de la Universidad de Nuevo Mexico Peter Lupsha. Se trata de un texto lleno de lugares comunes cuya primera línea marca el espíritu de este: “It is imposible to identify a beginning date for corruption in Mexico, for it is as eternal as the Aztec sun”.

A pesar de la banalización del tema de la “narco-corrupción” en México (o precisamente por ello), el texto de Lupsha se volvió referencia obligada para interesados en el tema. La última parte del artículo trata de los vínculos entre la policía mexicana y el grupo de Miguel Ángel Félix Gallardo. Lejos de ofrecer una puntillosa investigación basada en fuentes primarias, la caracterización que hace de esta relación es la misma que ofrece Shannon cuyo libro Desperados cita seis veces. Gracias a la aportación de Lupsha, la noción de Cártel de Guadalajara obtuvo la legitimidad necesaria que le permitió ser difundida con tranquilidad en foros académicos y revistas especializadas.

En México el proceso fue más o menos claro y directo: fueron periodistas mexicanos los que, retomando el libro de Shannon y notas en periódicos o revistas estadounidenses, comenzaron a utilizar la noción de Cártel de Guadalajara. Es apenas hacia 1992 cuando comenzó a usarse con más frecuencia a partir del seguimiento que hicieron algunos medios mexicanos de las audiencias del juicio que se celebraba en California contra los acusados del asesinato de Camarena. Para 1993, ya en la cobertura periodística del asesinato del cardenal de México y obispo de Guadalajara, Juan Posadas Ocampo, al menos cinco periódicos distintos comenzaron a utilizar los términos Cártel de Guadalajara, Cártel de Sinaloa y Cártel de Juárez.

Por su parte, en el discurso oficial del Estado mexicano, es decir, en las declaraciones de funcionarios del gobierno, no hay apenas alusión a la existencia del Cártel de Guadalajara. No nos sorprende: su uso habría supuesto, aunque fuera de manera indirecta, una aceptación del discurso estadounidense. No es sino hasta 1994 cuando los reportes anuales de la PGR comienzan a hablar de Cárteles.

De forma contraintuitiva, nuestra investigación encontró que la primera mención a la idea de un cártel de la droga operando en México no fue hecha con relación al Cartel de Guadalajara sino al supuesto Cártel de Juárez; data de 1992 y fue en una sentencia judicial cuyo autor fue un juez de distrito en Hermosillo.

El descubrimiento no nos parece menor: a diferencia de lo que sucedió con la noción de Cártel de Guadalajara que nace claramente en Estados Unidos, la del Cártel de Juárez parece tener origen mexicano.

El examen y análisis de este evento y de cómo el término aterrizó a la justicia mexicana es, sin embargo, motivo de otro texto.

Conclusiones

No es este un trabajo que busque trivializar el mercado de las drogas en México: todo lo contrario. Tampoco objeta que en momentos puntuales de la historia contemporánea del país el tráfico de drogas no se haya sostenido en estructuras con un importante grado de jerarquización y centralización.

Dicho eso, el artículo sí presenta la tesis de que el uso del concepto Cártel, al menos en referencia a la organización supuestamente liderada por Miguel Ángel Félix Gallardo en la década de los años ochenta es, cuando menos, inexacta. Además, presenta al menos otros dos hallazgos. Por un lado, que Cártel de Guadalajara es un concepto originado en los Estados Unidos, difundido por una periodista cercana a la DEA y que tardó mucho en afianzarse en México. Para su difusión fue fundamental que un académico estadounidense lo retomara y que la periodista publicara un libro muy leído en México. Por otro lado, que la noción de Cártel de Guadalajara poco o nada se utilizó durante la presunta existencia de la organización. Esto, a pesar de que el concepto ya existía —al menos desde 1977— con relación al tráfico de drogas en México y, más adelante, para describir a organizaciones colombianas.

Nuestro trabajo pretende abrir una nueva veta de investigación sobre el papel del lenguaje en el desarrollo de la política antinarcóticos en México y Estados Unidos. El concepto Cártel es solo uno e los tantos que han servido para apuntillar la securitización de la guerra contra las drogas en América Latina. Son muchos más los conceptos cuyo origen, uso, difusión y abuso pueden y necesitan ser rastreados para comprender quién gana y quién pierde en la guerra contra las drogas.

Texto original en francés:

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