Colombia

Claves del rechazo del acuerdo con las FARC en una crisis sin precedentes

El máximo líder de las FARC, Timoleón Jiménez, 'Timochenko'.

Nadie lo había previsto, ni siquiera los partidarios del no, léase, los contrarios al acuerdo de paz alcanzado entre las FARC y el Gobierno. Sin embargo, el no se impuso en las urnas el pasado domingo 2 de octubre al sumar el 50,2% de los votos emitidos. No obstante, la consulta estuvo marcada por una abstención del 63%, la mayor registrada en Colombia desde 1994. De modo que, el plebiscito que tenía que unir a los colombianos en torno a una paz conquistada, no sin dificultades tras 52 años de conflicto, ha desencadenado una importante crisis política. El día después de la victoria del no, el país está dividido en dos, sumido en la incertidumbre.

Entre los partidarios del sí, la frustración es enorme. Muchos eran incapaces de contener las lágrimas, tras conocerse el resultado del referéndum. Algunos llegaron a hablar de Brexit colombiano, a la hora de analizar un resultado incomprensible e inesperado. Es como si les hubiesen arrebatado la anhelada paz. “Quizás han sido víctimas de la ignorancia, de la manipulación o de la mentira, pero todos los que han votado no en el referéndum tiene la responsabilidad histórica de haber llevado a Colombia al borde del abismo”, afirma Antonio Morales, periodista y favorable al acuerdo de paz.

Mientras, en Bogotá, el Gobierno de Juan Manuel Santos ha encajado la derrota y trata de dar con la salida a este impasse político e institucional. Desde la Habana, Timochenko, el comandante de las FARC, ha reiterado la disposición de la guerrilla de seguir trabajando por la paz y de luchar “sólo con las palabras”. Pero en la selvas del país, la euforia que acompañó al fin oficial de la guerra ha dado paso a una gran incertidumbre.

“Tenemos que esperar”, dice un comandante de las FARC contactado por internet. “Por lo menos, el alto el fuego sigue en vigor”, se consuela. Los movimientos de tropas para entregar las armas ya habían dado comienzo. Las FARC acababan de ratificar, en su décima conferencia celebrada el mes pasado en el sur del país, su transformación en movimiento político, así como el final de la lucha armada. Se ha suspendido el desarme de 6.000 guerrilleros, que debían reagruparse en los próximos días en una treintena de zonas consideradas de “concentración”. Y la misión de Naciones Unidos, que se disponía a desplegar a cientos de observadores en el regreso a la vida civil de los combatientes, también está en punto muerto.

“Cuando la paz era un hecho, el presidente Santos se puso a jugar a la ruleta rusa y ha perdido”, observa el periodista Gonzalo Guillén. Efectivamente, Juan Manuel Santos no estaba obligado a someter a un referéndum los términos del acuerdo, fruto de cuatro años de intensas conversaciones en La Habana. El texto de casi 300 páginas se había llegado a presentar como un modelo de resolución de conflicto. El acuerdo de paz, firmado con gran boato el 26 de septiembre en Cartagena de Indias, fue aplaudido por representantes de Gobiernos del mundo entero, de John Kerry a Raúl Castro. Y recibió la bendición de numerosos juristas y especialistas en resolución de conflictos.

Uno de los principales logros de este acuerdo es el de “otorgar un lugar central a las víctimas y a sus legítimas aspiraciones de que se haga justicia”, se felicitaba en septiembre Fatou Bensouda, fiscal general de la Corte Penal Internacional. Preveía la puesta en marcha un sistema de justicia transicional y la creación de una comisión de la verdad para todos los actores del conflicto, incluidos los agentes del Estado.

Pese a todo, los partidarios del no han hecho campaña basándose en la impunidad. El expresidente Álvaro Uribe, principal opositor al acuerdo de paz, y su partido político, el Centro Democrático, hicieron del rechazo al pacto su principal caballo de batalla particular. Para ellos, los jefes de las FARC –responsables de delitos como secuestros, asesinatos o secuestros de menores– merecen ser condenados a penas de prisión firme y no deberían ser poder presentarse a las elecciones. Hete aquí que la condena a penas alternativas y los actos de reparación, en el caso de los delitos confesados, así como la participación de las FARC en política, constituyen las piedras angulares del acuerdo de La Habana. Si estos puntos cruciales se “renegocian”, como piden los partidarios de Uribe, se derrumba todo el edificio de la paz.

Desde el comienzo las negociaciones, a Álvaro Uribe, que en sus años al frente de la Presidencia destacó por declararle la guerra total a las FARC, se le ha acusado de querer sabotear el proceso de paz. ¿Ha conseguido convencer a una mayoría de los votantes? El expresidente es el hombre político más controvertido del país. Álvaro Uribe, mandatario colombiano entre 2002 y 2010, muy popular mientras permaneció en el cargo, tiene cierto tirón entre los colombianos. Al ahora senador se le acusa de haber hecho acercamientos a los paramilitares de ultraderecha y a la mafia de Medellín.

Iglesia evangelista, contra el acuerdo

También consiguió Álvaro Uribe, a costa de incurrir en graves violaciones de los derechos humanos, someter a la guerrilla a las derrotas más duras de su historia. Todavía en la actualidad, el expresidente logra sacar partido al inmenso rechazo que la sociedad colombiana profesa a las FARC, durante mucho tiempo financiadas por el narcotráfico y responsables de miles de secuestros y de asesinatos.

“He votado no en el referéndum por todo el mal que las FARC han hecho al país”, explica un taxista de Bogotá, sin más argumentos. Numerosos colombianos han visto en este referéndum un voto de opinión sobre las FARC y no la validación de un acuerdo de paz. La victoria del no parece el resultado de miedos y de rencores acumulados, a los que hábilmente han sacado provecho Uribe y los integrantes de su partido. La abstención ha hecho el resto. “Muchos colombianos muy resentidos, dirigidos por otros movidos por la ambición, han votadono, cerrando la puerta a las víctimas que han dicho a la paz”, lamentaba en Twitter la senadora Claudia López, del Los Verdes.

Medellín y su región, generalmente favorables a Álvaro Uribe, se decantaban por el no. Por su parte, los departamentos más afectados por el conflicto daban su visto bueno al referéndum. En algunos puntos emblemáticos, el apoyo al acuerdo de paz ha sido masivo. En Toribio, la localidad de las montañas del Cáuca que ha visto como su puesto de control policial ha sufrido en 20 años casi 600 ataques de las FARC, el se imponía con el 84% de los votos. En Bojaya, donde 79 personas fueron asesinadas en 2002, después de que un obús lanzado por las FARC estallase en la iglesia, el 96% decía . Las ceremonias en las que los jefes rebeldes pedían perdón en público estos últimos días parece que han llegado más a las víctimas directas, no así al resto de los colombianos. La promesa de la guerrilla, en vísperas del referéndum, de publicar un inventario con sus bienes, tampoco ha convencido.

Hay otro hecho decisivo en la victoria del no: algunas iglesias evangelistas han conseguido que sus fieles se muestren contrarios al acuerdo de paz. En El Tiempo TV, una de las principales cadenas de información del país, un predicador explicaba que la firma de la paz era en realidad “un pacto con Satán”. Los proUribe también amenazaron con la posibilidad de que se instaurase en Colombia “una dictadura castrochavista”. Y el exfiscal de la nación Alejandro Ordóñez, próximo a Uribe, condenó “la ideología de la igualdad de géneros”, que supuestamente puede leerse entre líneas en el acuerdo de paz. Ahora, se felicita por que el “voto creyente” no haya permitido que se imponga esta “amenaza para la familia y las tradiciones”. El miedo, el fanatismo religioso y una concepción arcaica de la sociedad parecen haber guiado la elección de algunos ciudadanos.

El final de la crisis depende ahora en gran medida de las intenciones del senador Álbaro Uribe. El presidente Juan Manuel Santos, el gran perdedor en esta historia, insta al diálogo y a la unión nacional, pero su margen de maniobra es estrecho. “Tenemos voluntad de dialogar”, aseveró el lunes Álvaro Uribe ante un Parlamento todavía conmocionado por el resultado del referéndum. “Pero ¿existe predisposición para escucharnos e introducir cambios en el acuerdo?”, preguntó, desafiando así a las FARC y al Gobierno colombiano.

El expresidente y sus partidario hablan de renegociar el acuerdo de paz. Pero su propia victoria les ha sorprendido. Los discursos triunfalistas no van acompañados de ninguna proposición concreta. El lunes, no asistía ningún miembro del Centro Democrático, el partido de Uribe, al gabinete de crisis reunido por el presidente Santos, quien invitó a todos los líderes políticos. La negociación con Álvaro Uribe se anuncia tan ardua como con la guerrilla de las FARC.

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Traducción: Mariola Moreno

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