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Una consultora trabajó gratis para Macron tras convertirse en ministro de Economía

El presidente francés, Emmanuel Macron.

Sarah Brethes | Antton Rouget (Mediapart)

Interés por trabajar gratis para reforzar la proximidad a un líder político. La consultora McKinsey, cuyas prácticas han sido cuestionadas por la comisión de investigación del Senado francés, apostó por Emmanuel Macron, incluso antes de que fuese candidato a las elecciones presidenciales de 2017, con el objetivo de desarrollar luego sus actividades con la Administración, según documentos y testimonios recogidos por Mediapart, socio editorial de infoLibre.

Esta estrategia se desplegó especialmente ofreciendo servicios pro bono, sin contrato ni remuneración, a Emmanuel Macron cuando éste era ministro de Economía (2014-2016). Al mismo tiempo, varios miembros del departamento “sector público” de McKinsey participaron, también por amor al arte, en el lanzamiento de En Marche!

Un contrato en particular selló la relación entre Emmanuel Macron y los representantes del departamento “sector público” de McKinsey. A finales de 2015, el joven ministro de Economía recurría a la firma estadounidense para que trabajara en las líneas maestras de su proyecto de ley Noé, de “nuevas oportunidades económicas”, destinadas a “liberar” el crecimiento de las empresas.

Esta ley Macron 2, que finalmente fue enterrada en 2016 por la ley El Khomri, la elaboró un grupo de trabajo constituido por un equipo de cuatro trabajadores de la consultora.

Pero, aunque se habían iniciado conversaciones sobre la remuneración de esta misión, McKinsey decidió finalmente trabajar gratis, según nuestras informaciones. “La misión de apoyo se llevó a cabo de forma gratuita, sin formalizar un contrato”, confirma a Mediapart la Dirección General de Empresas (DGE), uno de los departamentos del Ministerio. La DGE precisa que no “intervino en la gestión” de esta prestación.

En cuanto al fondo, los consultores de McKinsey evaluaron el potencial económico de la liberalización de varios sectores de actividad. Pero los datos finales presentados por el Ministerio, basados en el trabajo de la consultora, carecían en algunos casos de fuentes, o incluso eran erróneos, como informó Rue89 en su momento.

Es el caso de la presentación de un “grado de disrupción” que supuestamente demuestra la “madurez digital” de varios sectores de la economía francesa (agricultura, sanidad, distribución, banca minorista, turismo, etc.). Sin embargo, este indicador se elaboró de forma arbitraria, y los resultados se presentan en un gráfico poco legible, sin medidas ni en abcisas ni en ordenadas.

La misión Noé llegó a McKinsey de la mano de su director asociado Karim Tadjeddine, cuyo ascenso al frente del “sector público” de la filial francesa de la empresa estadounidense coincidió con el ascenso de Emmanuel Macron.

Ambos hombres se conocen desde hace muchos años: trabajaron juntos en la Comisión Attali, constituida en 2007, para la que McKinsey ya había trabajado gratuitamente, como ya informaron varios periódicos, entre ellos L'Obs.

Licenciado en la Escuela Politécnica, Karim Tadjeddine ascendió en McKinsey tras la derrota de la derecha en las elecciones presidenciales de 2012. “Con Nicolas Sarkozy, ascendieron ejecutivos muy vinculados al poder, pero tras la elección de François Hollande, McKinsey impulsó a figuras como Karim, que es más bien de izquierdas, sea lo que sea que eso signifique cuando estás en McKinsey”, recuerda un antiguo trabajador de la empresa. “El equipo se adapta en función de las personas que tiene enfrente”, añade. El resultado: “La institución nunca pierde, se reinventa en función de los cambios políticos”.

Karim Tadjeddine fue, en particular, miembro del think thank “En temps réel”, un club financiado por las empresas del CAC 40 que reunía a personalidades socialdemócratas, como relata Laurent Mauduit en su libro Main basse sur l'information. Emmanuel Macron también fue miembro de la junta directiva de la asociación antes de apartarse cuando entró en campaña en 2016.

A pesar del ascenso de Tadjeddine dentro de la empresa, los primeros años tras la elección de François Hollande no fueron prósperos para McKinsey. “El sector público estaba a media asta”, confirma una antigua empleada. “No había encargos del sector público, y Karim Tadjeddine tuvo que reubicarse”, añade otro colega. Hasta que la llegada de Emmanuel Macron a la escena, a partir de 2014, le dio un nuevo impulso.

Estos vínculos no se debilitaron después, todo lo contrario. Dos miembros del equipo desplegado para el proyecto Noé, Karim Tadjeddine y Mathieu Maucort, también participaron en más reuniones no oficiales en Bercy, según nuestras informaciones.

Estas reuniones se celebraron a partir de septiembre de 2015, en un momento en que Emmanuel Macron y su equipo cercano preparaban el lanzamiento de En Marche!, que se hizo oficial unos meses después. Preguntados al respecto, ni el actual presidente de la República ni McKinsey, a quienes dimos las fechas exactas de las reuniones, quisieron responder sobre el objeto de las mismas.

Tras el lanzamiento público de En Marche! y la salida de Emmanuel Macron del Ministerio de Economía, varios miembros de McKinsey trabajaron entonces en la campaña oficial, como demuestran los correos electrónicos de los MacronLeaks que fueron revelados por Le Monde.

Estos documentos muestran sobre todo el papel desempeñado por los ejecutivos de McKinsey, entre ellos Karim Tadjeddine, en la “Grande Marche” organizada por Emmanuel Macron para lanzar su campaña. El 2 de septiembre de 2016, Ismaël Emelien, asesor especial de Emmanuel Macron, les envió, por ejemplo, los “primeros elementos de análisis cuantitativo” sobre las encuestas puerta a puerta realizadas por los militantes.

Ante la comisión de investigación del Senado, Karim Tadjeddine explicó que se trataba de una misión voluntaria y lamentó haber utilizado su dirección de correo electrónico profesional de McKinsey. ¿No era más bien una nueva misión pro bono para Emmanuel Macron, prohibida por las normas de financiación de la vida pública? La empresa tampoco ha respondido a esta pregunta.

Otros consultores de McKinsey también participaron en otros actos relacionados con la organización de la campaña, como reuniones de brainstorming o la redacción de artículos, según ha revelado también la publicación especializada Consultor en 2019.

“Todo el mundo es libre de implicarse, de participar, personal y voluntariamente. Es una elección personal que sólo compromete a la persona que lo hace. Esto se aplica a todos los voluntarios que han podido acompañar la campaña o la aventura de En Marche!”, responde el entorno de Emmanuel Macron a Mediapart.

Finalmente, empleados de McKinsey se unieron a En Marche! durante la campaña, como Mathieu Maucort, que posteriormente sería nombrado jefe de gabinete de Mounir Mahjoubi, secretario de Estado para Asuntos Digitales. “Existía una gran cercanía con Macron, era toda una comunidad en McKinsey”, confirma un antiguo consultor.

Entre los tránsfugas de la primavera de 2017 se encuentra también Ariane Komorn, que llegó a ser jefa del “área de compromiso” del partido de Emmanuel Macron, que dejó a principios de 2021 para fundar su empresa. Étienne Lacourt, que también se marchó en 2017, volvió a trabajar en la consultora después de haber sido jefe del “área de proyectos” de En Marche! durante un año.

Otro antiguo miembro de la consultora explica que, más allá de los vínculos ideológicos y de que la visión liberal de Emmanuel Macron se corresponde con la de McKinsey, la llegada de En Marche!, un partido sin militantes ni cargos electos, representaba también una atractiva salida política.

Miembros de la consultora ya habían “intentado ser elegidos, pero nunca lo consiguieron”, recuerda nuestra fuente. Es el caso, por ejemplo, de Paul Midy, un egresado de la Politécnica que trabajó para McKinsey de 2007 a 2014: candidato perdedor de la UMP en las elecciones municipales de Fontainebleau en 2014, es ahora el director general de En Marche!

Otra ex-McKinsey que se ha pasado al macronismo es Marguerite Cazeneuve, la segunda jefa de la Caja Nacional del Seguro de Enfermedad (CNAM), que se encarga del área sanitaria del proyecto del presidente-candidato. Su salida de la consultora en 2014 se percibió internamente como un relevo entre el mundo de Macron y McKinsey y continuó visitando a su antiguo empleador, en el despacho de Karim Tadjeddine, situado en una planta normalmente cerrada al personal externo.

Preguntada al respecto, Marguerite Cazeneuve declaró a Mediapart que “se pasó por las nuevas oficinas de McKinsey poco después de [su] salida”, en 2015, “para visitar a antiguos compañeros, como es práctica habitual”. Insiste en que se incorporó al gabinete de Edouard Philippe seis años después de dejar McKinsey y que desde entonces “ninguna de mis anteriores funciones en el servicio público” ha estado relacionada con decisiones de recurrir a consultorías.

Dentro de la consultora, pocos testigos están dispuestos a hablar de estas vinculaciones políticas. La empresa mantiene la discreción sobre sus prácticas y se preocupa de mantener el contacto con sus antiguos empleados. “La inmensa mayoría de la gente se incorpora a McKinsey queriendo sacar provecho de la red, por lo que se cuidan mucho de no ser condenados al ostracismo por la red una vez que se han ido”, insiste también un antiguo socio.

“En McKinsey hay una norma interna clara: no hacemos política pública. Pero, en realidad, es muy complicado. Porque tener un enfoque gerencial de los problemas ya es político”, dice un asesor que se fue en 2016. Otros exempleados son aún más categóricos y se congratulan del escándalo creado por la publicación del informe de la comisión de investigación del Senado.

“Me alegro mucho de que salgan estos casos, estábamos vendiendo muchísimas cosas terriblemente inútiles”, denuncia un antiguo asesor. “Diferencio entre el asesoramiento técnico y el estratégico, que compromete las políticas públicas para los próximos años. Sin embargo, en mi experiencia en McKinsey, era todo lo que hacíamos, y es muy problemático que una consultora privada sustituya las prerrogativas del Estado o el debate democrático sobre la dirección política”, añade la extrabajadora.

El antiguo socio antes citado también dice estar “muy sorprendido de que los proyectos lleguen al nivel de la elaboración de políticas”. “No creo que sean competentes para hacerlo”, dice de sus excolegas.

Ambos también cuestionan el rigor del trabajo facturado posteriormente al Estado como parte del asesoramiento político. “Los métodos utilizados para recopilar información de fondo son a veces alucinantes, basándose en simples búsquedas en Google, por ejemplo”, dice la exempleada, que cuenta la importancia que se da en los servicios de McKinsey a la forma de los “documentos”, esas famosas presentaciones en PowerPoint que se realizan al final del encargo.

“El producto final número uno de McKinsey es la diapositiva”, dice. “Se realizan en la India, mientras que en Francia es de noche. Por la noche, enviamos los elementos y a la mañana siguiente se entregan”, lo que confiere a la empresa una gran capacidad de respuesta. 

En todo el mundo, McKinsey ha desarrollado una cultura corporativa común que le permite desarrollar sinergias muy eficaces. “En todas las oficinas del planeta hay gente de muy alto nivel, con métodos de trabajo idénticos, lo que es realmente impresionante”, añade un antiguo consultor. “Se pueden llevar a cabo misiones de benchmarking [análisis comparativo entre países, por ejemplo] en un periodo de tiempo muy corto, a veces en horas, es una capacidad que el Estado no tiene”, añade. Esta cultura corporativa da lugar a la idea, según el antiguo empleado, de que “todo lo que tocamos lo convertimos en oro”. “Se piensa que se puede traer a un consultor suizo y hacer que trabaje en la contabilidad pública en Francia sin ningún problema”, critica.

“¿Cómo se puede ir rápido? Prefigurando las respuestas a las preguntas que te hacen”, añade el exsocio ya citado, también crítico con la metodología desarrollada en el bufete. “Uno de los principios fundamentales de nuestro trabajo es que el a priori es más importante que la búsqueda de una solución”, afirma. “Estamos acostumbrados a pensar en términos de tesis-antítesis-síntesis. En McKinsey, se trata de hipótesis-verificación-comunicación. Una buena presentación es muy importante. El objetivo es que nadie pueda decirte que no. Si la presentación está bien elaborada, es muy difícil que el cliente diga que no está de acuerdo con las conclusiones”.

Numerosos escándalos en el extranjero

Entre los antiguos consultores entrevistados por Mediapart, varios hablan también de problemas éticos, y citan los numerosos escándalos que han empañado a su antiguo empleador en el extranjero. “La firma”, fundada en Estados Unidos en 1926, está establecida en 65 países.

“En todo lo que sale actualmente en los medios de comunicación franceses, falta algo, la parte internacional”. Sin embargo, “es la misma empresa, la misma ética: tomamos lo que viene y no prestamos atención a lo que hacemos. Se coge el dinero, sin hacer preguntas”, denuncia el exsocio. En su opinión, esta tendencia se ve reforzada por la estructura organizativa de la empresa –el partnership (los directivos son socios)–, su cultura de recursos humanos –“up oro ut” (un empleado progresa en la empresa o se va)– y la ausencia de controles internos.

El año pasado, McKinsey pagó 573 millones de dólares para dar carpetazo a los procedimientos iniciados por 49 estados norteamericanos que señalaban su responsabilidad en el escándalo de los opioides, responsables de la muerte de varios cientos de miles de personas.

Las autoridades acusaban a McKinsey de prestar asesoramiento en materia de marketing a los fabricantes de medicamentos, entre ellos Purdue Pharma LP y Johnson & Johnson, con el fin de mejorar las técnicas de venta de sus productos. Sin embargo, según el acuerdo, McKinsey no admitió ninguna responsabilidad o infracción.

En 2018, la prestigiosa consultora también se vio implicada en un escándalo de corrupción en Sudáfrica. Una comisión parlamentaria de investigación determinó que la asociación con la empresa Trillian, acusada de malversar fondos de la productora estatal de electricidad, constituía un comportamiento delictivo. McKinsey tuvo que devolver decenas de millones de dólares.

Ese mismo año, la consultora también estuvo en el disparadero por trabajar para varios gobiernos autoritarios, entre ellos China. Se desató una polémica después de que The New York Times revelara que se había organizado un seminario festivo a pocos kilómetros de un campo donde Pekín interna arbitrariamente a varios miles de personas de la minoría musulmana uigur.

Otra zona gris son los servicios pro bono ofrecidos por la empresa, y los juegos de influencia que ello implica. En su informe, la comisión de investigación del Senado estudió el fenómeno, que se ha desviado de su intención inicial (el mecenazgo por el bien público), destacando en primer lugar que la ausencia de contrato “constituye una dificultad importante, sobre todo porque no permite a la Administración imponer obligaciones éticas a sus prestadores de servicios”.

En segundo lugar, el Senado considera que estas misiones gratuitas pueden “recuperarse para las necesidades de la estrategia comercial de las consultoras”. Los investigadores utilizan el término “pie en la puerta” para describir esta estrategia de entrismo. El sociólogo Frédéric Pierru, entrevistado por la comisión, dijo que el trabajo pro bono forma parte de un “deseo de preservar una imagen de marca [de las consultorías], para continuar con el negocio”.

En su informe, el Senado toma como ejemplo la cumbre Tech for Good organizada por el Elíseo en 2018, para la que McKinsey trabajó gratuitamente. La consultora utilizó entonces esta participación, en su oferta presentada el 3 de octubre de 2018 para el acuerdo marco de la UGAP (central de compras del Estado), al indicar que tenía la posibilidad de invitar “a la dirección general de la UGAP a los principales eventos en los que [es socio]”, citando en particular el “seminario Tech for Good organizado con la presidencia”. “El bucle se ha cerrado”, concluyó la comisión de investigación en su informe.

Por último, el Senado considera que el pro bono puede ir acompañado de un riesgo de compensación costosa, citando los temores expresados por Martin Hirsch. “Existe el riesgo de que el compromiso pro bono sea una forma [para la consultora] de hacerse indispensable”, dijo el director general de la AP-HP.

Ante estos “importantes” riesgos deontológicos, la comisión de investigación recomendó la prohibición pura y dura de los servicios pro bono.

Esta propuesta fue recogida por el Gobierno en una rueda de prensa organizada el miércoles 30 de marzo por los ministros de la Función Pública, Amélie de Montchalin, y de Cuentas Públicas, Olivier Dussopt. En un intento de aclarar las cosas, los ministros anunciaron que los servicios pro bono se limitarían en adelante a “situaciones excepcionales”.

En cuanto a la relación entre McKinsey y la campaña de 2017, Amélie de Montchalin señaló que “en todo momento, en todo lugar, un equipo de campaña está integrado por voluntarios, consultores, pero también por estudiantes o jubilados. Se involucran porque tienen convicciones personales”. Según la ministra de la Función Pública, esto no justifica las “acusaciones de amiguismo”.

“Si el Gobierno dice que no tiene nada que ocultar, habrá tardado cinco años en reaccionar, mientras que los gastos de consultoría del Estado se han duplicado con creces entre 2018 y 2021”, respondieron inmediatamente Arnaud Bazin, presidente de Los Republicanos de la comisión de investigación, y la ponente comunista Éliane Assassi.

En su comunicado, el Senado también afirma que “toma nota” de la organización de esta “acción de comunicación”, desde las “dependencias del Ministerio de Economía y Hacienda”, “diez días antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales”.

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Traducción: Mariola Moreno

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