Los gigantes de los combustibles fósiles se lanzan a la producción masiva de petróleo

Instalación de Chevron.

Martine Orange (Mediapart)

Por supuesto, no brillarán tanto como en 2022, pero en este entorno sombrío, en el que la actividad económica mundial afloja, tienen motivos de sobra para estar satisfechos con sus resultados. En el conjunto de 2023, las cinco mayores petroleras occidentales (Exxon, Chevron, Shell, BP y TotalEnergies) obtuvieron unos beneficios de 113.300 millones de dólares (105.200 millones de euros). 

En comparación con los 180.500 millones de dólares registrados el año anterior, esa cifra palidece bastante, pero la crisis energética ha remitido. Los precios del petróleo, que se habían disparado a más de 120 dólares el barril, volvieron a caer a los 70-80 dólares a lo largo de 2023. Los precios del gas se han dividido por cuatro, tras las tensiones extremas de 2021-2022, amplificadas por la guerra de Ucrania. De un año para otro, todas ellas han visto caer sus beneficios entre un 40% y un 50%

TotalEnergies no es una excepción. Oficialmente, el grupo petrolero es el único que ve aumentar sus beneficios este año, de 19.000 a 21.400 millones de dólares entre 2022 y 2023. Sin embargo, los beneficios del año pasado se vieron muy mermados: eran más de 36.000 millones de dólares antes de que el grupo registrara una serie de provisiones y amortizaciones de activos, en particular tras el abandono de sus actividades en Rusia. 

Esta caída simultánea de los beneficios de las grandes petroleras respalda el argumento de quienes abogaban por un impuesto sobre los superbeneficios de las petroleras el año pasado: efectivamente, se beneficiaron de unas ganancias inesperadas ligadas a circunstancias extraordinarias que nada tenían que ver con sus resultados intrínsecos. Este año no tienen nada que temer en términos de fiscalidad suplementaria: ha quedado enterrada desde hace tiempo la cuestión de una tasa sobre los superbeneficio

Nuevo récord de recompra de acciones

Lejos de verse afectadas por estos recortes, las grandes petroleras lo ven como una señal de aliento, pues sus beneficios en 2023 han sido un 40% superiores a los de 2021. Para TotalEnergies, es el mejor resultado de su historia; para Exxon, el segundo mejor. 

Todas ellos ven en ello la confirmación de que los cambios de estrategia que han adoptado en los dos últimos años están bien fundamentados. Aunque estos cambios han pasado un tanto desapercibidos, se reflejan de la misma manera para todas: refuerzo de las actividades de petróleo y gas, abandono de los compromisos en la lucha contra el cambio climático, reducción de las inversiones muy avariciosas en capital e inmovilizado y aumento de los beneficios. En definitiva, todo lo que les piden sus accionistas. 

"Las grandes petroleras están demostrando que pueden cumplir sus promesas, incluso cuando los precios bajan", escribe todo ufano el columnista de energía de Bloomberg. Las grandes petroleras no podrían estar más animadas. 

Acostumbradas a dominar Wall Street, Exxon y Chevron lo están pasando mal al verse relegadas detrás de los gigantes digitales y de la alta tecnología. Para revalorizar sus acciones, recurren al arma preferida actualmente por los grandes grupos: la recompra de acciones. A sus rivales europeos no les ha costado nada seguir su ejemplo. Año tras año, las sumas destinadas a remunerar a los accionistas alcanzan nuevas cotas. 

Pero 2023 marca un récord histórico: las cinco grandes han pagado a sus accionistas más de 90.000 millones de dólares, de los cuales más de 60.000 millones en forma de recompra de acciones. Todas se han comprometido a hacerlo aún mejor este año

Esta política está resultando de lo más satisfactoria. Las grandes petroleras, que temían en 2018-2019 quedar excluidas de los mercados de capitales con la introducción de las normas medioambientales, sociales y de gobernanza que están adoptando las instituciones internacionales y financieras, ya no tienen nada que temer: atraídos por el maná del petróleo, los inversores están volviendo en masa. Incluso las finanzas verdes, que debían dar ejemplo en la lucha contra el cambio climático, han dado marcha atrás. Los gestores de esos fondos "verdes" están comprando en masa acciones petroleras porque ofrecen rendimientos imbatibles. 

Marcha atrás en energías renovables

Este apoyo explícito de los mercados financieros incita a los grupos petroleros a abandonar su retórica anterior: ya no es cuestión de ser campeones de las energías renovables, de contribuir por todos los medios posibles a la instauración de una economía baja en carbono y de renunciar al petróleo y al gas. 

BP, en vanguardia de la promoción de una estrategia baja en carbono, dio un espectacular giro de 180 grados en 2023. En el momento de la presentación de sus resultados, su presidente, Bernard Looney, anunció una revisión drástica de las ambiciones del grupo en ese ámbito. En lugar de una reducción del 40% de las emisiones de aquí a 2030, preveía una reducción de sólo el 25% para esa fecha, aplazando el objetivo inicial hasta 2050. 

El cambio de rumbo fue aún más brutal de lo esperado. Bernard Looney, que había sido criticado por sus mediocres resultados, se vio obligado a dimitir el pasado mes de septiembre por no haber revelado todas sus relaciones "personales" dentro de la empresa. Su sucesor, Murray Auchincloss, no fue confirmado hasta finales de enero. Mientras tanto, el grupo petrolero británico ha decidido subir la apuesta por el petróleo y el gas y olvidarse de varios proyectos de energías renovables. 

Esa medida es generalizada. Creyendo que las tarifas de recompra garantizadas por los gobiernos no son lo suficientemente altas para los proyectos de parques eólicos o de huertas solares, las grandes petroleras han abandonado varias licitaciones e incluso se han retirado de proyectos ya lanzados. Para ellas no es suficientemente rentable. 

En un intento por mejorar los resultados de Shell, su director ejecutivo, Wael Sawan, que lleva un año en el cargo, ha anunciado su intención de vender activos y reducir su inversión –que ya es bastante baja– en soluciones bajas en carbono. Tiene previsto suprimir cientos de puestos de trabajo en esas actividades. 

La dirección de Exxon, que nunca ha estado a favor de la transición energética, ya ni siquiera intenta ocultar sus posiciones. Salvo la captura de CO2 y el hidrógeno, últimos caprichos de los financieros, no tiene ningún proyecto importante en este ámbito. Como no se siente ya limitado por la retórica imperante, el grupo petrolero ha decidido incluso enseñar los dientes ante cualquier protesta ecologista: acaba de emprender acciones legales contra dos fondos activistas que cuestionaban su falta de política medioambiental, aunque éstos hayan retirado su petición. 

El petróleo, su "razón de ser”

A estas alturas, sólo TotalEnergies sigue afirmando su voluntad de continuar con las energías renovables. La ambición del grupo sigue siendo alcanzar los 100 gigavatios (GW) de potencia instalada en generación eléctrica renovable de aquí a 2030. Aunque la petrolera francesa parece ir por libre en este tema, se encuentra sin embargo en perfecto acuerdo con sus competidores en lo esencial: el petróleo y el gas son más que nunca los fundamentos de su negocio, su "razón de ser". Ahí es donde unos y otros ganan todo su dinero. 

Los grupos se hunden en la más cortoplacista de las políticas: producir todo el petróleo posible, ganando todo el dinero posible, sin preocuparse del futuro

Las cinco grandes petroleras también han cambiado su enfoque del tema: estas actividades deben consumir mucho menos capital que antes y ser rentables más rápidamente. Estas nuevas exigencias les están llevando a reconsiderar sus compromisos, sanear sus carteras y vender activos de riesgo

En enero, Shell anunció la venta por 1.300 millones de dólares de sus actividades de extracción de petróleo en Nigeria, país en el que el grupo trabaja desde hace muchos años. Shell planea conservar únicamente sus actividades de exploración en alta mar, consideradas menos arriesgadas y menos contestadas por la población. Del mismo modo, Chevron dice estar dispuesta a vender los activos de Alberta (Canadá) que no sean suficientemente rentables. 

Gran fusión entre el petróleo tradicional y el de esquisto

Para los grupos petroleros americanos, esta revisión de sus actividades petroleras se inscribe en lo que podría parecer un cierto aislacionismo. En efecto, 2023 marcó un gran cambio en la industria petrolera estadounidense: la fusión de las actividades petroleras tradicionales con las derivadas del petróleo y el gas de esquisto. 

Durante casi quince años, las grandes petroleras han mirado con cierta condescendencia el desarrollo de estas pequeñas unidades de petróleo y gas que funcionan por fracturación de la roca en todo Estados Unidos. La aceleración de esta producción –que ha permitido a Estados Unidos recuperar su posición de primer productor mundial de petróleo y garantizar la independencia energética del país, con la crisis energética como telón de fondo– ha convencido a las grandes petroleras de que ya no había que seguir ignorándola

En octubre, Exxon compró Pioneer Natural Resources, con sede en Texas, por 59.500 millones de dólares. Fue la primera gran OPA en el sector del petróleo de esquisto. La fusión de ambos grupos debería permitir la producción de dos millones de barriles diarios de petróleo de esquisto de aquí a 2027. Chevron, que aspira a producir cerca de 1 millón de barriles diarios de petróleo de esquisto en Texas, es el próximo candidato a comprar otros productores de petróleo de esquisto, según algunos operadores. 

Indiferentes al contexto internacional, los grupos petroleros americanos podrían producir más de 11 millones de barriles diarios este año, según las previsiones. Esta política de producción intensiva choca frontalmente con la de Arabia Saudí y la OPEP, que buscan mantener los precios altos recortando la producción en este momento de menor demanda. 

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Mientras las grandes petroleras consigan generar copiosos márgenes incluso a precios medios, podrán seguir haciéndolo. Pero si su rentabilidad se deteriora, todo se paralizará. Porque lo que importa no es el clima ni la preservación del planeta, sino la satisfacción de los accionistas.

 

Traducción de Miguel López

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