Groenlandia se derrite y ya ha perdido un 20% más de hielo del previsto

Bloques de hielo en Groenlandia.

Yves Sciama (Mediapart)

Un grupo de investigadores de la NASA ha llevado a cabo un exhaustivo trabajo climático, publicando el pasado miércoles 17 de enero el resultado de sus esfuerzos en la prestigiosa revista Nature. Han recopilado nada menos que 236.328 imágenes del gigantesco casquete polar de Groenlandia, recopiladas por varios satélites a lo largo de 40 años, y han revelado que su deshielo se ha subestimado en un 20%. Según sus cálculos, han llegado al mar 1.000 billones de toneladas de hielo entre el año 2000 y la actualidad, estimaciones que no han sido tenidas en cuenta por los climatólogos. 

¿Cómo se explica este fallo, en una de las zonas del planeta donde los climatólogos son más activos? Sencillamente, por la dificultad de seguir con precisión las lenguas fluctuantes de unos 250 glaciares periféricos con las que fluye hacia el mar esta inmensa capa de hielo, tres veces mayor que Francia.  

Hasta ahora, los investigadores se han centrado bien en el espesor de este monstruo de hielo (1,7 km de media), cuya reducción puede medirse mediante las técnicas llamadas de altimetría; o bien en su peso total, estimado mediante otra tecnología llamada gravimetría.  

El equipo de la Nasa, por su parte, ha estudiado un aspecto hasta ahora poco tenido en cuenta, a saber, la extensión exacta, es decir, la longitud precisa de estos glaciares, definida por la posición de la línea que los separa del mar, donde al final de su recorrido flotan y luego se funden, revelando que en los últimos veinte años han desaparecido 5.000 km² de hielo.  

"Hemos recopilado unas 65.000 trazas manuales de estas líneas, basadas en fotos de satélite. Suele ser difícil, porque la superficie del mar a veces se congela, total o parcialmente, porque pasan icebergs y porque puede estar saturada de pequeños trozos de hielo. Al final lo que se ve sobre todo es blanco sobre blanco. Hace falta pues bastante pericia para interpretar correctamente las imágenes", explica a Mediapart Chad Greene, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA. 

El equipo utilizó esas imágenes procesadas para entrenar un sistema de inteligencia artificial que revisó otras 173.000 imágenes disponibles. ¿El resultado? “Estamos viendo un claro acortamiento de estos glaciares, cuyos frentes llevan retrocediendo unos veinte años, algo que no se había medido antes, en parte debido a la fuerte variabilidad estacional", explica Chad Greene. Los glaciares fluctúan constantemente, acortándose en verano y alargándose en invierno. 

Los investigadores se esfuerzan en explicar los detalles de estas fluctuaciones, que varían mucho de un glaciar a otro: no parecen estar directamente determinadas por el grosor o la forma del glaciar, ni por la temperatura del mar o del aire... “Serán necesarios más estudios para comprender con precisión los factores locales de ese deshielo, lo que nos ayudará a entender los puntos de fragilidad del casquete glaciar", afirma Chad Greene.  

"Por el momento, nuestros resultados sugieren en todo caso que los glaciares que más fluctúan con las estaciones son también los más vulnerables al calentamiento global", añade. Una constatación que no es precisamente tranquilizadora, ya que los mayores glaciares de la isla, en particular el famoso Jakobshavn, un monstruo de más de 65 km de largo que produce el 10% de los icebergs de Groenlandia, son los que más fluctúan... 

Aurélien Quiquet, especialista en el casquete polar de Groenlandia del Laboratorio de Ciencias del Clima y del Medio Ambiente (LSCE) de la Universidad de París-Saclay, elogia este trabajo, aunque no ha participado en él. "Estos colegas han hecho un gran esfuerzo para recopilar datos que no se habían hecho hasta ahora, utilizando una metodología que parece sólida y aprovechando métodos de inteligencia artificial que han alcanzado la madurez", afirma.  

Interrupciones en la circulación oceánica

Este investigador francés señala que el estudio es interesante sobre todo porque afecta a una zona estratégica para el clima mundial. La región de Groenlandia es uno de los motores más potentes de la circulación oceánica, un conjunto de corrientes a menudo calificado de "cinta transportadora oceánica", que lleva el exceso de calor acumulado entre los trópicos hacia los mares fríos, cumpliendo así una valiosa tarea de reequilibrio térmico del planeta

En el Atlántico, esta circulación se denomina "Amoc", siglas de "Atlantic meridional overturning circulation" (circulación atlántica meridional de retorno), e incluye la famosa corriente del Golfo, conocida por transportar hacia el norte el agua caliente acumulada en el Caribe. 

La Amoc está impulsada por un fenómeno fascinante que se produce cada invierno en las aguas heladas groenlandesas. Cuando llega la oscuridad y se forma la banquisa, la sal contenida en las aguas superficiales es expulsada, ya que el hielo siempre está formado por agua dulce. 

“Es un proceso físico que se pone en marcha", describe Chad Greene. “El agua que hay bajo el hielo, que ya está muy fría, se enriquece de repente con sal: entonces se hunde en las profundidades marinas, porque el frío y la sal la hacen más densa y, por tanto, más pesada. Esos millones de metros cúbicos de agua que se hunden crean una especie de "succión" que "tira" de las aguas del Atlántico hacia el norte.  

El futuro de este Amoc es uno de los mayores motivos de preocupación y controversia en la comunidad climática. En teoría, el calentamiento global, especialmente rápido en las regiones polares, podría detenerlo por completo: si la congelación es cada vez menor, el agua superficial será menos salada y menos fría, y a partir de cierto umbral dejará de fluir, deteniendo la "cinta transportadora". El resultado sería un calentamiento aún más rápido en las regiones más cálidas del globo, y un posible enfriamiento en las más frías: un escenario verdaderamente catastrófico. 

Por desgracia, nadie sabe dónde se encuentra ese umbral, pero ya parece observarse una ralentización de este descenso al fondo de las aguas, con un estudio en Nature fechado en 2021 que indica que en ese momento se encontraba en su punto más bajo desde hace un milenio. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) considera improbable que el Amoc se detenga durante el siglo XXI, mientras que, al contrario, varios especialistas creen que el riesgo es real e inminente, y un artículo de Nature más reciente, de julio de 2023, lo predice incluso para mediados de siglo, con la actual trayectoria de emisiones. 

“Este debate sobre el posible fin del Amoc es muy complejo, y no quiero tomar partido", resume Chad Greene. “Pero lo que es seguro es que si llegan a los océanos miles de millones de toneladas más de agua dulce procedentes del deshielo de los glaciares, esto podría alterar un equilibrio ya de por sí frágil, puesto que el agua dulce, al diluir la sal, frena el descenso del agua".  

En otras palabras, que los investigadores van a seguir observando de cerca los hielos de Groenlandia y que las temperaturas récord marcadas por el planeta en 2023 no contribuyen mucho a tranquilizarlos.

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Traducción de Miguel López

 

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