La paradoja de las protestas en Francia: los sindicatos no logran traducir en huelgas la gran revuelta en las calles

La policía confronta contra los manifestantes en Francia.

Khedidja Zerouali (Mediapart)

Manifestaciones monstruosas y débiles piquetes no consiguieron triunfar sobre un gobierno irracional, que ha impuesto al país su reforma de las pensiones a base de 49.3 y porras, a costa de una profunda crisis social y luego política.

El jueves 13 de abril ya era el duodécimo día de movilización interprofesional antes de la decisión del Consejo Constitucional del viernes 14 de abril. Es el final de la primera fase de este movimiento social los pesimistas dirían el fin del movimiento social y el momento de hacer un primer balance de varios meses de movilización.

Si no se ha conseguido todavía, para los optimistas la retirada de la reforma, este movimiento ha dicho, en definitiva, mucho sobre el mundo del trabajo, sobre la fuerza y la debilidad de los sindicatos y su capacidad para movilizar a los trabajadores. 

Desde enero, el movimiento contra la reforma de las pensiones ha incendiado el país. Ha arrastrado a trabajadores poco acostumbrados a las movilizaciones, en ciudades grandes, medianas y pequeñas. Las manifestaciones han sido de las más multitudinarias de los últimos treinta años.

Este movimiento ha sacado a las calles las banderas de los reformistas de la CFDT o de la CFE-CGC en una unidad intersindical sin precedentes. Además, esta amplia alianza dejará probablemente su impronta en las futuras relaciones entre los sindicatos, pero también en la mente de los trabajadores sindicados, que quizás vean cambiar su relación con el "diálogo social" después de estos meses pisando las calles.

Ha habido bloqueos aquí y allá, sobre todo en las refinerías y de ciertas zonas industriales, acciones destacables de electricistas, gasistas o basureros, manifestaciones salvajes en las ciudades y toda una constelación de iniciativas alegres que han renovado la forma de actuar y que dejarán una huella duradera en el paisaje social, como detallamos aquí.

Mucha gente en las manifestaciones, poca en huelga

Pero el incendio que se apoderó del país se ha quedado en algo muy teórico, aparte de algunos contenedores. Tan teórico que Emmanuel Macron, desde China, no dudó en señalarlo: "Que no me vengan diciendo que el país está parado. Eso no es cierto".

En la RATP, la autoridad parisina de transportes, donde la CGT es la principal organización sindical, la huelga no se ha notado, para consternación de los responsables sindicales. "Muchos compañeros dicen que están cansados de hacer huelgas para todos y esperan a ver cuándo se declaran en huelga los demás sectores", explicaba a Mediapart el mes pasado Cémil Kaygisiz, secretario general de la CGT RATP-Bus. Y siguen esperando.

En este duodécimo día de movilizaciones, de las 14 líneas de metro de París, sólo dos se han visto ligeramente afectadas por la huelga, con dos trenes de cada tres circulando en la línea 8 y la línea 13. La circulación ha sido completamente normal en autobuses y tranvías.

Hay que señalar que, en la RATP, la dificultad para movilizarse se explica también por una estrategia de la dirección: se concede una prima de asistencia a todos aquellos que no cojan ningún día libre, baja por enfermedad, accidente laboral... o huelga.

Los basureros parisinos, aunque fueron los valientes líderes de la protesta contra la reforma de las pensiones, tuvieron que hacer una pausa en su movilización, por falta de participantes, a partir del 29 de marzo y tras 23 días consecutivos de huelga. "Hay que hablar otra vez con los agentes del sector de residuos y saneamiento de París para volver a la huelga con más fuerza (...), porque ya casi no tenemos huelguistas", asumió, en un comunicado, la federación CGT de este sector. Anunciaron reanudar la huelga a partir del jueves 13 de abril, para un "acto 2" de la movilización.

En el congreso de la CGT celebrado a finales de marzo, Pierre Germain-Bonne, del sindicato de colectividades locales de Échirolles, cerca de Grenoble, también hizo esta triste observación: "Los compañeros de los piquetes, necesitan apoyo y... huelguistas que les acompañen. No necesitan cheques de solidaridad para la caja de resistencia. Recibimos cheques, esta mañana todavía teníamos 6.000 euros en la caja de Isère, pero tendremos que encontrar trabajadores (huelguistas) a quien pasar ese dinero".

Tampoco prendió el fuego en el sector privado, donde muchos trabajadores movilizados hicieron dos horas de huelga, a veces media jornada antes de volver al trabajo, sin que ello tuviera un impacto importante en la producción.

Las razones del fracaso

Como ya hemos escrito, la marcha de la economía francesa no se ha visto sacudida por las huelgas que, aparte de los conjuros de los discursos militantes, no han tenido un gran seguimiento. 

“Una de las grandes dificultades de la movilización ha sido la auto-organización", explica Simon Duteil, "es decir, la capacidad de los huelguistas para organizar la huelga. Este año no había mucha gente en las asambleas generales. Los bucles de WhatsApp han sustituido a las asambleas generales, pero no es así como se construyen luchas fuertes".

Adrien Cornet, delegado de la CGT en la refinería TotalEnergies de Grandpuits (Seine-et-Marne) y militante de Révolution Permanente, cree que si los trabajadores no acudieron a la asamblea general, "es porque saben que allí no se decide nada, ya que todo lo decide la intersindical, desde arriba".

Las razones de este fracaso son numerosas, ya habíamos detallado algunas de ellas en marzo. Las carteras vacías de los trabajadores y la reticencia de los sectores "bloqueantes" a salir por su propio pie explican buena parte de esta situación.

Además, como explicaba la politóloga Sophie Béroud, "para que se produzca una acción colectiva, debe existir ya un colectivo que se considere a sí mismo como tal". Sin embargo, la atomización del mundo laboral mediante el recurso creciente a la subcontratación y la individualización de los horarios, los encuadramientos y las misiones ha roto el colectivo.

También podríamos señalar que, desde la Ley del Trabajo del quinquenio Hollande, hay menos representantes del personal y tienen menos tiempo para hablar con sus colegas sobre la marcha del mundo laboral, ya que están atrapados en las misiones demasiado diversas y numerosas del Comité Económico y Social. 

"Otra de las razones podría ser la falta de fuerza de los sindicatos en la actualidad", añade el co-secretario general de Solidaires. Lo que fue posible en 1968, "la huelga general y renovable", como sueñan los críticos de la intersindical, se hizo en un contexto que ya no es el de hoy.

En aquella época, la tasa de sindicación en Francia era del 18,3%, al año siguiente del 19% , ahora es del 10,3%, y sólo el 7,8% de los trabajadores del sector privado están sindicados, según las últimas cifras del Ministerio de Trabajo publicadas en febrero de 2023.

Aunque los sindicatos han registrado aumentos sustanciales de afiliación en los últimos meses, como en la CFDT, donde Laurent Berger anunció un aumento del 30% en enero, las tasas actuales de sindicación no se acercan ni de lejos a los niveles que hicieron posible la huelga masiva de 1968.

Para algunos sindicalistas, pero también para los trabajadores con los que nos hemos reunido estos dos últimos meses, esta falta de fuerza de la huelga se explica también por el modo de acción de la intersindical, que algunos llegan a calificar de "estrategia de la derrota": manifestaciones cada semana, a veces cada diez días, que se suceden y se parecen, con las cifras de participación como único termómetro.

Difícil equilibrio entre mantener la intersindical y radicalizarse

Como recordatorio, la intersindical lleva varios meses trabajando en una doble tarea: mantener la intersindical unida mediante jornadas masivas de movilización que saquen a millones de trabajadores a la calle y, al mismo tiempo, dejar el margen de maniobra necesario a los sindicatos para que también puedan organizar sus propias acciones, definir sus propias agendas aparte de estas jornadas intersindicales. Incluso cuando discreparon fuertemente sobre el bloqueo, por ejemplo, los sindicatos permanecieron unidos hasta entonces.

Solidaires convocó rápidamente una huelga renovable. En algunas empresas, como la SNCF, estos llamamientos a la continuación de la huelga se hicieron incluso de forma totalmente intersindical, incluida la CFDT. Por su parte, en la CGT hubo muchos debates sobre este tema y, a falta de consenso, se unieron varias grandes federaciones para llamar a la huelga renovable en sus sectores.

Desde finales de enero, las federaciones de CGT de las industrias químicas, minas y energía, ferroviarios, trabajadores del vidrio y la cerámica, y de los puertos y muelles, conocidas por ser de las más radicales de la confederación, se han reunido para ir más allá del calendario intersindical.

"A partir del 7 de marzo, los trabajadores de nuestras cinco federaciones nacionales estarán en la lucha prorrogable", anunciaron en febrero tras una serie de acciones conjuntas. Y, efectivamente, esas federaciones han estado a la cabeza del movimiento y, a veces, podían dar la impresión de llevar la protesta en solitario, en los intervalos a veces largos entre las jornadas de movilización.

Así, a pesar de la flexibilidad mostrada, algunos destacados dirigentes sindicales han salido a la palestra para criticar el modo de acción de la intersindical, basada más en manifestaciones, que algunos empezaron a apodar "paseos", que en huelgas.

A finales de enero, Sébastien Menesplier, secretario de la Federación Nacional de Minas y Energía (FNME-CGT) de la CGT, informaba de que "sobre el terreno, estas jornadas son muy criticadas. O escuchamos estas críticas o nos ponemos anteojeras".

La CGT, criticada internamente por su estrategia intersindical

Durante el 53º congreso de la CGT, celebrado a finales de marzo en pleno movimiento social, se planteó en numerosas ocasiones la cuestión de la renovación de la huelga, de la dureza de la misma y de la relación con los demás sindicatos, y se hicieron serias críticas a la dirección saliente, la más radical de las cuales consideraba que había disuelto el ADN de la confederación en la intersindical.

El miércoles 29 de marzo, Timothée Esprit, delegado sindical de la CGT en el grupo industrial Toray, resumía así su posición: "No sólo estamos a favor de retirar la reforma, como Berger, sino que estamos a favor de la jubilación a los 60 años y a los 55 para los trabajos penosos. Estamos a favor de una huelga renovable, que no es el caso de la intersindical”. Aunque también se escucharon posiciones favorables a la intersindical también durante este congreso, quedaron eclipsadas por el número y la fuerza de las que las condenaban. 

Son críticas reavivadas por la última salida de Philippe Martinez, quien, el día anterior y ante las cámaras, anunció que estaba a favor de una mediación con el Gobierno: "Como en todos los conflictos sociales que duran, intentamos encontrar una solución. Vamos a escribir al Presidente para hacerle esa propuesta por escrito". Entonces él ya no era Secretario General, y la propuesta formulada anteriormente por Laurent Berger, de la CFDT, no se había debatido.

Al final de este congreso, el secretario general fue estrepitosamente sustituido. Insólitamente, su balance incluida la estrategia de lucha contra la reforma de las pensiones no fue votado por los congresistas, y la que él había propuesto como sustituta, Marie Buisson, no fue elegida. Fue una candidata sorpresa, Sophie Binet, quien se encargó de integrar en la dirección de la confederación a los que se mostraban críticos: Laurent Brun, secretario general de la federación de ferroviarios, se convirtió en administrador y Sébastien Menesplier accedió a la junta confederal.

Y las federaciones mencionadas no han sido las únicas en empujar, internamente, hacia un endurecimiento de la relación de fuerzas con el Gobierno. En Marsella, en el dinámico sindicato departamental de Bouches-du-Rhône, además del mediático Olivier Mateu, los sindicalistas de base también juzgaron de ineficaz la estrategia de la intersindical.

"Los que estarían dispuestos a hacer una huelga renovable para tener un gran impacto están desmotivados por estas pequeñas huelgas de uno o dos días", explicó Jules, controlador de señales en la SNCF, durante una asamblea general celebrada en Marsella el 8 de febrero, a la que asistió Mediapart. "Prefiero hacer diez días de golpe que perder días de sueldo aquí y allá para dar un paseo por la ciudad y volver", prosiguió Annabelle, trabajadora de un hospital, en la misma asamblea.

A Fabien Cros, delegado sindical de la CGT en la plataforma Total de La Mède (Bouches-du-Rhône), le hubiera gustado que el movimiento fuera más duro, aunque eso supusiera dividir la intersindical: "La estrategia confederal de mantener la unidad sindical a toda costa no es la nuestra", dijo. No me importa mantener la CFDT. De acuerdo, los necesitamos para mostrarnos políticamente, pero no hasta el punto de transformar lo que somos".

En defensa de la intersindical, Simon Duteil explica que no esperaba que "la CFDT haga lo que hizo Solidaires. Lo que decimos es que si hay gente que piensa que hay que hacer más huelgas renovables, que vengan a reforzar los mecanismos que lo intentan. Nosotros, en Solidaires, hemos intentado y convocado la huelga renovable".

Empujada por sus bases y por la radicalidad de un gobierno insensible a las grandes manifestaciones, la intersindical intentó la huelga general. El 7 de marzo, Francia debía "paralizarse". Todos los sindicatos habían llamado a sus afiliados a no ir a trabajar ese día.

Algunos, en Sud y otros en la CGT, habían considerado ese día como el primero de una huelga más larga y dura, "hasta la retirada" (del proyecto de reforma de las pensiones, ndt). Esto no ocurrió, a pesar de los esfuerzos de los sindicatos. Ni el 7 de marzo ni los días posteriores, por todas las razones antes mencionadas.

Se organiza una "red por la huelga general" en oposición a la estrategia intersindical

Estos días, la crítica más virulenta a la marcha de la intersindical corre a cargo de Révolution Permanente, un movimiento de extrema izquierda más bien discreto pero que ocupó un lugar notable durante este conflicto social, en los piquetes y en los platós. En sus filas hay varios trabajadores, entre ellos Adrien Cornet, delegado sindical de la CGT en la refinería TotalEnergies de Grandpuits: "La dirección es responsable del fracaso del movimiento.”  

Uno de los errores fundamentales de la intersindical fue también haber logrado la unidad por arriba pero sin un mínimo común denominador".

Adrien Cornet, delegado sindical de la CGT en la refinería TotalEnergies de Grandpuits

No es con huelgas correcalles como vamos a ganar, sino parando la economía durante varios días, o incluso semanas seguidas", dice este trabajador para quien no han sido bien elegidas ni la estrategia ni las consignas. “Uno de los errores fundamentales de la intersindical es también haber hecho la unidad por arriba pero sin un mínimo común denominador, es decir, el rechazo de la medida que eleva la edad legal de jubilación a 64 años.”

Una consigna común considerada poco ambiciosa por este sindicalista, porque incluso sin esta medida de edad, la reforma sigue siendo profundamente brutal e injusta "para los trabajadores precarios, los inmigrantes, las mujeres que, aunque se retire esta medida, no tendrán una jubilación digna". 

También lamenta que la cuestión de los aumentos salariales no hubiera sido planteada como tema principal por la intersindical. Aunque reconoce que muchos trabajadores no pueden hacer huelga por falta de medios, reprocha a la intersindical que no se haya organizado para hacer posible la huelga en todas partes: "Tenemos soluciones, tenemos cajas de resistencia. La CFDT tiene 140 millones en su caja, podría haber puesto esos fondos a disposición de los afiliados y de los no afiliados para que todo el mundo pudiera hacer una jornada de movilización tras otra durante una semana y no hacer una cada diez días sin ningún impacto en la economía. Una semana de huelga general, en todas partes, habría cambiado la faz del movimiento.”

Sin esperar gran cosa de la intersindical, esos sindicalistas críticos se organizaron entre ellos. A raíz de una tribuna publicada en Le Journal du Dimanche promovida también por Révolution Permanente y firmada por 300 sindicalistas, intelectuales y activistas, se creó la flamante "Red por la huelga general". La Red está formada por trabajadores movilizados, artistas, pero también por militantes de diversas organizaciones políticas y sindicales de izquierda.

Hace quince días, autobuses fletados por la red salieron de París, llenos de militantes, para ir a apoyar a los trabajadores de la refinería de Gonfreville que estaban en huelga y requisados, lo que les permitió reanudar su piquete ese mismo día. “Y demostramos que era posible organizar a los trabajadores con nuestros pequeños medios", prosigue Adrien Cornet. “Con la CGT local, conseguimos recuperar el piquete del que habíamos sido expulsados por la policía.

A partir de ahora, los miembros de la Red acompañan la huelga de los basureros del Sivom (sindicato intercomunal multipropósito, ndt): una parte de los trabajadores encargados de la recogida de basuras en quince municipios limítrofes de Seine-et-Marne, Val-de-Marne y Essonne están en huelga desde hace quince días.

La primera movilización provocada por el recurso del gobierno a la uso del artículo 49.3 tampoco ha desembocado en una huelga masiva de los trabajadores. Si mañana el Consejo Constitucional ofrece el máximo apoyo al gobierno validando la ley y no permitiendo el referéndum de iniciativa compartida, que podría constituir una salida, entonces se abrirá un nuevo capítulo.

Una vez más, el Estado, en todos sus componentes, habrá mostrado su violencia institucional, una violencia a la que la calle seguramente responderá con manifestaciones. Los sectores más movilizados ya se imaginan retomando la lucha, pero está por ver si se tratará de una resistencia numantina.

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Traducción de Miguel López

 

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