Laurent Wauquiez lo ha conseguido. El presidente del grupo Derecha Republicana (DR) de la Asamblea Nacional logró el 18 de junio la apertura de una comisión de investigación encargada de descubrir los “vínculos” entre organizaciones islamistas y La Francia Insumisa (LFI). “Los franceses tienen derecho a saber”, señaló el diputado antes de que su colega Vincent Jeanbrun, que seguramente será el ponente, prometiera “desenmascarar a los enemigos de la República”.
Esta comisión de investigación, prevista para otoño, ofrecerá a la derecha y a la extrema derecha una ventana mediática de primer orden. El objetivo es poner de relieve la necesidad de un “cordón sanitario” alrededor de LFI, a la que Laurent Wauquiez acusa de “jugar a dividir la República” al “atacar sus fundamentos”, “amenazar a nuestro país” y representar una “vergüenza para Francia”. El nuevo presidente del partido Los Republicanos (LR), Bruno Retailleau, no se queda atrás, y clasifica regularmente al movimiento “fuera del arco republicano”.
La iniciativa del grupo DR, aunque ha escandalizado a los insumisos y también a la gran mayoría del resto de la izquierda parlamentaria, no hace más que confirmar una tendencia observada desde la reelección de Emmanuel Macron: desde el punto de vista de la extrema derecha, la derecha, el centro y una parte de la izquierda, LFI ya no es un adversario político como cualquier otro. “Es un peligro para Francia”, resume el diputado de Juntos por la República (EPR) Karl Olive, en sintonía con muchos de sus colegas.
Sin haber llegado nunca al poder, el movimiento creado por Jean-Luc Mélenchon se ha convertido en el elefante en medio del debate público francés. No hay entrevista política, almuerzo “extraoficial” o discusión de pasillo en el que no se le mencione. Una ministra suspira, visiblemente preocupada: “Para mí, se han vuelto demasiado peligrosos en la vida política. Ya no puedo respaldar eso”.
Mediapart ha preguntado al también diputado del EPR Jean-René Cazeneuve, en el verano de 2023, si le parece normal que el Journal du Dimanche esté en manos de la extrema derecha, quien responde: “Sí, lo sé, ¡pero Mélenchon es de extrema izquierda!”. Son también los políticos como el senador de LR Stéphane Le Rudulier o el alcalde de Horizons de Niza (Alpes Marítimos) Christian Estrosi, quienes piden la “disolución” de LFI. Y dos ministros, Patrick Mignola y François-Noël Buffet, quienes sugieren “plantearse” la privación de la nacionalidad de la eurodiputada insumisa Rima Hassan.
El punto de inflexión de 2022
“Hay una parte de sinceridad, una parte de estrategia, pero también una parte de facilidad”, reconoce una diputada del EPR, que no escatima en declaraciones polémicas hacia sus colegas insumisos. “Atacar a LFI, a Mélenchon o a Rima Hassan agrada a nuestro electorado, no requiere mucho esfuerzo y funciona siempre. A diferencia de la Agrupación Nacional (RN), sabemos que nuestro electorado es prácticamente impermeable, casi no hay movimiento entre los dos bloques. Por lo tanto, no cuesta nada.”
Qué lejos quedan los tiempos en que toda la representación nacional se levantaba para aplaudir el homenaje de Jean-Luc Mélenchon a Arnaud Beltrame, asesinado por un terrorista en Trèbes (Aude) en la primavera de 2018. Dos años más tarde, L'Express contaba el “romance republicano” que unía al líder insumiso con Édouard Philippe, entonces primer ministro. ¿Quién recuerda aún el periodo entre las dos vueltas de las elecciones presidenciales de 2022, cuando Emmanuel Macron retomó las palabras y los eslóganes de su rival de izquierdas y desveló que intercambiaba “mensajes de texto” con él?
En tres años, decir que el ambiente ha cambiado es quedarse corto. Entre la mayor parte del espectro político y LFI, ya no es el momento de SMS, sino de acaloradas discusiones en los platós de televisión, las redes sociales o el hemiciclo de la Asamblea. “Incluso en los pasillos o en la cafetería, hay con ellos una tensión que no hay con ningún otro grupo”, señala una diputada de la mayoría presidencial.
Muchos sitúan el punto de inflexión en el verano de 2022, cuando el grupo insumiso salió considerablemente reforzado de las elecciones legislativas: de diecisiete a setenta y cinco escaños, LFI se estructura y, según sus oponentes, se endurece. “Nos sorprendió mucho ver cómo se comportaban”, señala la citada diputada. “¡Ni siquiera nos saludaban! Todo ello acabó generando resentimientos personales negativos que trascienden el ámbito político.”
Los motivos de la marginación de LFI son ante todo estratégicos
En el ala dedicada a los vicepresidentes de la Asamblea, las insumisas Clémence Guetté y Nadège Abomangoli se mantienen alejadas de sus colegas, acostumbrados a que “se discutan las cosas, independientemente de las divisiones políticas”, según uno de ellos. El comportamiento de Mathilde Panot, presidenta del grupo LFI en la Asamblea, también es objeto de críticas. “Las conferencias de presidentes son mucho más tensas debido a su actitud”, acusa un participante, mientras que una diputada exclama: “¡Ni siquiera te mira ni te saluda cuando te cruzas con ella en el pasillo!”.
Pero las consideraciones personales son insignificantes frente a los profundos motivos de la marginación de LFI. Estos son, en primer lugar, estratégicos. Cuando la unión de la izquierda de mayo de 2022 hizo perder a los macronistas la mayoría absoluta en la Asamblea, los análisis y los cálculos fueron los mismos, inspirados por el Elíseo: es absolutamente necesario “desenganchar” a los socialistas de LFI para reconstruir una mayoría estable y, como mínimo, una viabilidad, explicaba entonces un importante ministro.
El mensaje cala sin dificultad en las filas de la antigua mayoría. Hay que meter cuña y golpear fuerte. Cuando, en otoño, la extrema derecha de RN causa estupor al decidir apoyar la moción de censura propuesta por los insumisos, los macronistas gritan en el hemiciclo: “¡Los extremos se unen!”. Algunas voces se alzan entonces para expresar su preocupación por la equiparación entre “la extrema izquierda” y el RN: “No debemos permitir que esto acabe banalizando a la extrema derecha”, afirma, por ejemplo, la exdiputada Nadia Hai. Pero la maquinaria ya está en marcha.
Sin embargo, la maniobra de división tendrá dificultades para calar, incluso durante la reforma de las pensiones, en la que LFI hace saltar chispas bajo la mirada desilusionada de sus aliados socialistas. En una especie de paso a dos bien ejecutado, el movimiento melenchonista hace estallar los contadores de la conflictividad; los macronistas y la extrema derecha redoblan la criminalización. Cuando Thomas Portes aparece con el pie sobre un balón de fútbol con la cara de Olivier Dussopt, la polémica se convierte en una pelea en el hemiciclo. Éric Woerth dice que ve en ello nada menos que una “incitación al asesinato”.
¿Un nuevo anticomunismo?
Después del 7 de octubre se eleva el tono y las acusaciones de irresponsabilidad adoptan una nueva forma y una virulencia sin precedentes. Aunque no es nuevo, el juicio por antisemitismo, llevado hasta ahora por una pequeña franja de responsables políticos notoriamente cercanos al Printemps républicain (Primavera republicana, movimiento político que promueve la laicidad, ndt) se amplía, se intensifica y se banaliza. El ataque de Hamás en Israel y la negativa inicial de Los Insumisos —a costa de incómodas contorsiones— a calificarlo de “terrorista” abren de a tope la válvula de los insultos. Comienzan a volar por el hemiciclo gritos de “¡Hamás! ¡Antisemitas!”, sobre todo cuando la insumisa Caroline Fiat ocupa la tribuna.
El 10 de octubre, el presidente EPR del grupo de amistad Francia-Israel en la Asamblea, Mathieu Lefèvre, pide la dimisión de Aymeric Caron de la vicepresidencia del grupo por su “discurso antisionista”. Que nosotros sepamos, las dos vicepresidencias del RN, las de Sébastien Chenu y Julien Odoul, nunca serán cuestionadas.
Mientras algunos miembros de La Francia Insumisa, con Jean-Luc Mélenchon a la cabeza, multiplicaban las declaraciones en terreno resbaladizo hasta llegar a veces a derrapar, la campaña para las elecciones europeas de 2024, que el movimiento decidió centrar en la causa palestina, volvió a dar argumentos a sus detractores.
El 28 de mayo, Sébastien Delogu desplegó una bandera palestina en pleno hemiciclo bajo los gritos indignados de los macronistas y del RN. Recibió la sanción más severa, la misma que se le había impuesto al RN Grégoire de Fournas tras proferir comentarios racistas en el hemiciclo. En cambio, no hubo ninguna reprimenda contra el diputado LR Meyer Habib, que cargó en plena sesión contra “el antisemita Mélenchon” o contra los diputados de LFI acusados de “apoyar a los islamistas”.
El día que ya no tengamos ese trapo rojo que agitar, será más difícil movilizar a nuestro electorado
Tampoco hubo ninguna reacción contra su sucesora en la circunscripción de los franceses en Israel, Caroline Yadan, acostumbrada a gritar “¡Colaboradores!” a sus colegas de izquierdas. El 29 de enero, fue ella quien acusó a LFI, esta vez ante los micrófonos, de “odio a los judíos”, entre la lluvia de aplausos del RN y la bendición de la ministra Aurore Bergé, que elogió la “claridad” de sus palabras. Esta misma semana, después de que Israel declarara la guerra a Irán, la misma diputada calificó en el hemiciclo al grupo melenchonista de “secta antisemita disfrazada de partido político, que lame las botas de los mulás”. Una vez más, sin ninguna condena por parte de los macronistas.
Estas salidas de tono recuerdan el anticomunismo que estaba de moda el siglo pasado, sobre todo en el periodo de entreguerras y durante la Guerra Fría. “¡El comunismo es el enemigo!”, proclamaba en 1927 Albert Sarraut, ministro del Interior de Raymond Poincaré, que veía en la corriente de izquierdas una “empresa universal de desintegración nacional y social”.
El historiador Gilles Candar, especialista en la izquierda francesa, también encuentra puntos de comparación entre ambas épocas. “Desde que la derecha se apropió de la idea de nación en el siglo XIX, es una constante que los líderes más de izquierdas sean sospechosos de ser agentes extranjeros”, subraya. “Clemenceau fue acusado de trabajar para Inglaterra, Jaurès para Alemania, los comunistas para los soviéticos... A veces hay algo de realidad, pero siempre se exagera a propósito.”
A finales del siglo XX, la fuerza del discurso anticomunista, al que acabó cediendo parte de la izquierda, contribuyó a extinguir el arraigo electoral del Partido Comunista Francés (PCF). ¿Y hoy? Los insumisos, empezando por Jean-Luc Mélenchon, han dado la vuelta al estigma, convirtiendo el “todo menos LFI” en un argumento político, un motor de compromiso con el que llaman a sus simpatizantes.
La prueba de montaña de las presidenciales
El margen en el que se encuentra el movimiento insumiso se ha convertido así en un avispero y en una fortaleza al mismo tiempo. “¿Les perjudica tanto?”, se pregunta un dirigente de la coalición presidencial. “Les aleja de una parte del electorado de izquierdas, un poco más moderado, pero también fideliza a otra parte del electorado, una base que hoy parece totalmente inamovible”.
Otras voces del centro y la derecha aplauden el éxito de la iniciativa lanzada en 2022: el Partido Socialista (PS), asediado por las críticas a su alianza con LFI, acabó distanciándose de ella. El último congreso se mostró alineado —sin duda temporalmente— en lo esencial: la voluntad de dar la espalda a las alianzas selladas con el partido melenchonista en 2022 y 2024. En cualquier caso, la guerra de las izquierdas, reavivada con más fuerza tras el 7 de octubre, ha permitido a François Bayrou arrancar un acuerdo de no censura al partido de Olivier Faure (PS) en el momento de su llegada al poder este invierno, y superar la etapa de los seis meses en Matignon con una estabilidad precaria.
¿Misión cumplida, pues, para los ideológos de la demonización? El escenario de las elecciones municipales de Villeneuve-Saint-Georges (Val-de-Marne) contribuyó a tranquilizar a los mandos parisinos: a pesar de la candidatura de una figura mediática como Louis Boyard, LFI no logró reunir los logotipos y los votos de otras formaciones de izquierdas. Prueba, dicen unos y otros, de que la estrategia de marginación ha calado a nivel local y ha alejado al movimiento insumiso de la perspectiva de victorias municipales.
Queda la prueba de montaña de las presidenciales. Desde el punto de vista de LFI, la omnipresencia de las salidas ofensivas en su contra puede ser una oportunidad para hacer una llave de judo. Al fin y al cabo, ¿no constituyen esas invectivas una forma de publicidad permanente, capaz de movilizar a un electorado popular alejado de la vida política y favorable a las ideas de la izquierda radical? En un gabinete ministerial, un asesor sospecha que el movimiento melenchonista se aprovecha de esta demonización: “Son sus excesos los que los marginan, pero su marginación los mantiene en el candelero.”
Aunque no suscita mucho debate en la clase política, la relación con LFI alimenta algunas dudas tácticas entre sus competidores. “No nos interesa que bajen demasiado en las encuestas”, confiesa un diputado del bando presidencial. “El día que ya no tengamos ese trapo rojo que agitar, será más difícil movilizar a nuestros votantes”. Un diputado de derechas hace, off the record, la misma confesión: “Nada asusta más a nuestro electorado, a los ejecutivos y a los jubilados de mi circunscripción, que una segunda vuelta entre el RN y Jean-Luc Mélenchon. Esa perspectiva nos ayudará, evidentemente, a unirnos y a hacer emerger un voto útil en la primera vuelta”.
Ver másLa Francia Insumisa de Mélenchon se desgarra y teme una hemorragia de militantes
Traducción de Miguel López
Laurent Wauquiez lo ha conseguido. El presidente del grupo Derecha Republicana (DR) de la Asamblea Nacional logró el 18 de junio la apertura de una comisión de investigación encargada de descubrir los “vínculos” entre organizaciones islamistas y La Francia Insumisa (LFI). “Los franceses tienen derecho a saber”, señaló el diputado antes de que su colega Vincent Jeanbrun, que seguramente será el ponente, prometiera “desenmascarar a los enemigos de la República”.