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Pekín y Moscú extienden por el planeta su 'poder de persuasión' gracias a las vacunas

Vladimir Putin gesticula participando en una videoconferencia con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

François Bougon (Mediapart)

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En materia de inmunización, Chile es, junto con Israel y Estados Unidos, uno de los países que más vacunan. Este éxito se debe al suministro por parte de China de una de sus vacunas, producida por Sinovac. Como muestra el gráfico de Our World in Data (bajo estas líneas), el país andino había vacunado a casi seis millones de sus 19 millones de habitantes hasta el 10 de marzo. Se anticipó negociando con antelación y consiguiendo contratos con la empresa germano-estadounidense Pfizer/BioNTech –cuya vacuna es actualmente la más utilizada en el mundo–, la británico-sueca AstraZeneca y Sinovac. Esta última ha sido la más rápida.

En lo que respecta al acceso a las vacunas, los discursos grandilocuentes del “bien público mundial” han dado paso a una rivalidad entre todos, nutrida tanto por intereses comerciales como por rivalidades geopolíticas. A finales de enero, en un discurso difundido en vídeo en el Foro de Davos, el presidente sudafricano instó a los países occidentales a no “almacenar” vacunas, al tiempo que mostraba su temor por un “nacionalismo de las vacunas”.

Por su parte, el director general de la OMS (Organización Mundial de la Salud), Tedros Adhanom Ghebreyesus, lamentó a principios de febrero que “los países ricos, que sólo representan el 16% de la población mundial, hayan comprado el 60% de las vacunas disponibles en el mundo”. “El nacionalismo en las vacunas no sólo es moralmente indefendible, sino que también es contraproducente desde el punto de vista epidemiológico y clínico”, subrayó.

Pero a esto es a lo que asistimos, aunque la iniciativa Covax, promovida por la OMS para que los países con recursos limitados tengan acceso a las dosis, intenta ponerle remedio.

Aprovechando este nacionalismo occidental, China y Rusia están reforzando su capacidad de persuasión en América Latina, Asia, Oriente Medio y África. Pero también en Europa, donde algunos países del Este no han esperado la luz verde de las autoridades sanitarias europeas para empezar a administrarlo a sus habitantes.

China, que probó con la diplomacia de las máscaras para hacer olvidar su retraso en comenzar la gestión de la pandemia, parece apostar ahora por el de las vacunas, algo que Pekín niega con vehemencia.

Y según la agencia de noticias AP, Pekín ha prometido a 45 países 500 millones de dosis, producidas por dos gigantes chinos del sector, uno público (Sinopharm) y otro privado (Sinovac). AP cita a Krishna Udayakumar, director fundador del Duke Global Health Innovation Center de la Universidad de Duke: “Ciertamente vemos que la diplomacia de las vacunas en tiempo real comienza a ponerse en marcha, con China a la cabeza en cuanto a la posibilidad de fabricar vacunas en China y ponerlas a disposición de otros. Algunas se donan, otras se venden y otras se venden con financiación mediante un crédito asociado”.

Rusia también se ha posicionado con su vacuna llamada Sputnik V, en referencia al primer aparato puesto en órbita alrededor de la Tierra en 1957, en plena Guerra Fría. A pesar de las críticas iniciales sobre su seguridad, la vacuna ha demostrado su eficacia y podría incluso autorizarse en Europa y producirse en ItaliaEuropa.

India también está promoviendo su propia vacuna, Covishield, desarrollada por la empresa británica AstraZeneca y la Universidad de Oxford, pero producida de forma masiva en India por el Serum Institute of India. La potencia asiática ha proporcionado dosis gratuitas a Afganistán, Bangladesh, Birmania, Maldivas, Nepal, Sri Lanka y las Seychelles.

Por último, la pequeña isla comunista de Cuba tiene previsto producir 100 millones de dosis de su vacuna Soberana y exportarla a Vietnam, Irán, Venezuela y la Unión Africana (más información sobre esta vacuna aquí).

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Traducción: Mariola Moreno

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