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La rendición de Europa frente a las potencias liberticidas

Pedro Sánchez y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, caminan frente al príncipe heredero saudí, en la Cumbre del G20.

A simple vista, la última cumbre del G20 no fue muy diferente de las otras. Como de costumbre, hubo bonitas declaraciones de intenciones, un pseudoacuerdo sobre el cambio climático y la necesidad de mantener relaciones pacíficas entre los 20 países más poderosos del mundo, fotos de grupo en las que todo el mundo se felicitaba y mensajes tranquilizadores.

A decir de los observadores, incluso se produjo un avance notable: como el mundo de las finanzas esperaba, Donald Trump puso fin a sus ataques contra China. Los dos presidentes se han comprometido a reanudar las negociaciones para enterrar su guerra comercial. Hasta que Donald Trump lo mande todo a paseo con un par de tuits...

Sin embargo, más allá de esta impostura diplomática, algo nuevo sucedía en Osaka; ha sido ésta la cumbre en la que se ha apostado por la posglobalización, donde se ha abandonado la defensa de los valores democráticos, donde se ha aceptado la afirmación del iliberalismo como idea dominante para gobernar el mundo. En esta reunión del G20, el mundo exhibió un gesto torcido, que rehabilita y que vuelve a admitir como interlocutores aceptables a Gobiernos autoritarios y liberticidas, que los líderes democráticos habían tratado hasta la fecha de mantener un poco a raya.

Antes incluso de la celebración de la cumbre, Vladimir Putin marcó el orden del día de las negociaciones de Osaka. "El liberalismo está obsoleto", declaraba el presidente ruso en una larga entrevista en The Financial Times publicada el 27 de junio. Sólo dos líderes se pronunciaron en contra de esta declaración: la primera ministra británica Theresa May, a la salida, y el polaco Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, a la salida también.

"La primera ministra recuerda que el Reino Unido seguirá defendiendo irrevocablemente la democracia liberal y protegiendo los derechos humanos y la igualdad de todas las personas, incluido el colectivo LGBT”, dijo Theresa May. “Debo decir que estoy totalmente en desacuerdo con el argumento principal de que el liberalismo está obsoleto. Estamos aquí como europeos también para defender y promover la democracia liberal de forma firme e irrevocable [...] Para nosotros, éstos son y seguirán siendo valores esenciales y vivos. Lo que me parece realmente obsoleto es el autoritarismo, el culto a la personalidad, la ley de los oligarcas. Incluso si a veces parece ser eficaz”, continuó Donald Tusk, ante el silencio clamoroso de sus compañeros.

Ningún otro líder europeo le secundó en esta defensa de los valores liberales europeos, empezando por Francia y Alemania. En un encuentro personal con Vladimir Putin, Donald Trump se limitó a bromear, invitando irónicamente a Rusia a mantenerse al margen de las próximas elecciones estadounidenses. Una forma de demostrar lo mucho que está de acuerdo en todo o en casi todo con el presidente ruso.

Durante su rueda de prensa, Donald Trump apoyó plenamente el análisis ruso, llegando incluso a criticar y amenazar a los defensores de los valores liberales estadounidenses. "El señor Putin ve lo que está pasando. Si uno mira a Los Ángeles y San Francisco y a otras ciudades dirigidas por grupos sorprendentes de liberales, no sé lo que ellos piensan, pero él [Putin] ve perfectamente lo que está ocurriendo en Estados Unidos y que probablemente le impide decir que es maravilloso. Yo mismo estoy muy avergonzado por lo que veo”, señalaba Donald Trump. Antes de amenazar: “En algún momento, creo que el Gobierno federal tendrá que intervenir. No podemos dejar que lo que está pasando continúe” (las declaraciones sobre el liberalismo se pueden ver a partir del minuto 1 h 12' 30").

“MBS está haciendo un trabajo espectacular”

Este deseo de enterrar los valores democráticos ha sido la tónica de esta cumbre. Sin demora, Donald Trump se apresuró a rehabilitar al príncipe heredero saudí, Mohamed ben Salmán (MBS), aislado del mundo desde el caso Jashogi en octubre pasado. Mientras que Agnes Callamard, relatora especial de las Naciones Unidas sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, publicaba el 19 de junio un informe demoledor sobre el asesinato del periodista saudí, denunciando un “crimen de Estado”, el presidente norteamericano no decía ni una palabra sobre el asesinato. Ni una palabra sobre las miles de muertes en Yemen, sobre el encarcelamiento de los opositores políticos, la represión contra las mujeres y los defensores de las libertades individuales. MBS “hace un trabajo espectacular”, dijo Donald Trump, reabriéndole la puerta al primer círculo de líderes del mundo.

Todos los demás le siguieron. Todos se callaron. Con la excepción, una vez más, de Theresa May, que consideraba que Riad “debía rendir cuentas” en el caso Jashogi. Para justificar su falta de reacción, destacaron el papel esencial de Arabia Saudí en la región, pensando sobre todo en los miles de millones de encargos de armas u otros equipos que podrían obtener a cambio.

Todo parece ir sobre ruedas de nuevo con Riad, a juzgar por su actitud. MBS se fue de Osaka con la seguridad de que la próxima cumbre del G20, en el verano de 2020, se celebraría en Arabia Saudí. Después de la rehabilitación ordenada por Donald Trump, ni un solo país presentó ninguna objeción a que se mantuviera esta cumbre en Riad, aunque todo estuviera previsto desde hace mucho tiempo.

Paralelamente a lo de MBS, Osaka se caracterizaba por el reposicionamiento al más alto nivel de todos los gobiernos antiliberales, su reintegración incondicional al "concierto de las naciones". El presidente turco Recep Erdogan obtuvo sin mayores dificultades un encuentro privado con Donald Trump –que ningún líder europeo pudo lograr– para resolver las disputas entre los dos países, en particular tras la decisión de Turquía de comprar misiles rusos. Los dos dirigentes aseguran que se han resuelto todas las dificultades, algo que Erdogan, muy debilitado políticamente, no va a dudar a la hora de esgrimir a su regreso.

El primer ministro indio, Narendra Modi, que mantiene una política cada vez más autoritaria y corrupta, recibía una calurosa bienvenida por parte de todos. En un aparte, Emmanuel Macron se felicitó incluso por haber encontrado a "su hermano". El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se unió sin contratiempos al círculo de los grandes del mundo, a pesar de los numerosos casos y la violencia que marcaron el comienzo de su mandato.

En la cumbre de Osaka, la Unión Europea incluso le ofreció su primera gran victoria diplomática; olvidaba todos sus compromisos, incluidos los relativos al cambio climático (el Gobierno brasileño ha puesto en marcha una política, ya sea minera o agrícola, totalmente destructiva para el medio ambiente) y firmó el acuerdo de libre comercio entre la UE y Mercosur, en negociaciones desde hace 20 años. La UE también firmaba un acuerdo de libre comercio con Vietnam.

Osaka ha ilustrado con claridad todas las renuncias, de todas las equivocaciones europeas. Mientras se negociaba por lo bajo los puestos en la futura Comisión Europea –eso es lo que ocupó el grueso de las negociaciones–, los líderes europeos abandonaron sin pelear la defensa de los valores democráticos que constituyen el cimiento fundacional del continente. Aceptaban sin rechistar rehabilitar a todas las potencias autoritarias y liberticidas. Pensando que eran fieles a sí mismos, prefirieron firmar acuerdos de libre comercio, que supuestamente debían encarnar la extensión de una globalización de la producción y el comercio, un multilateralismo socavado por la diplomacia de Trump, y así dar una respuesta a la guerra comercial entre China y los Estados Unidos.

Pero son acuerdos de libre comercio, devastadores tanto para las personas como para el planeta, que los europeos ya no quieren. Los líderes europeos han decidido ignorarlo, dando una definición de lo que entienden por liberalismo: no la de las libertades individuales, colectivas y públicas, sino su versión más limitada y destructiva. Un capitalismo desenfrenado, un neoliberalismo que adora sólo el poder del dinero, aunque signifique dar paso al autoritarismos para defenderlo. El éxito de China ha impresionado a muchos, a aquéllos que asumen que capitalismo y democracia ya no van de la mano, como defendieron durante la Guerra Fría.

Al proclamar que “el liberalismo está obsoleto”, Vladimir Putin ha puesto a Europa frente a sus errores. El silencio de los responsables europeos evidencia la asunción del análisis ruso. En Osaka, firmaron su rendición, sin siquiera intentar luchar. Al menos por el honor. __________Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

El G20 respalda sin EEUU el Acuerdo de París contra el cambio climático

El G20 respalda sin EEUU el Acuerdo de París

   

 

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