Por qué los sindicatos no han logrado paralizar Francia tras varias jornadas de huelga por las pensiones

Un hombre en el suelo durante las cargas policiales en una manifestación contra la reforma del sistema de pensiones, en París.

Cécile Hautefeuille, Dan Israel y Khedidja Zerouali (Mediapart)

Este miércoles 15 de marzo, con motivo de la octava jornada de movilización en dos meses contra la reforma de las pensiones, un montón de contenedores de basura sin vaciar se convirtió en el inesperado símbolo del movimiento de protesta. Una imagen que muestra la combatividad de los basureros y que ha desencadenado apasionados debates políticos y mediáticos desde principios de semana, pero que permanece bastante aislada. Malas noticias para los ocho sindicatos de trabajadores.

Estos siguen pidiendo al unísono al Gobierno y a Emmanuel Macron que retiren la reforma, cuyo proceso legislativo finalizaba el 16 de marzo [Este jueves el Gobierno ha recurrido a un instrumento constitucional que evita someter a votación en la Asamblea Nacional la reforma de las pensiones, después de constatar que carece de la mayoría suficiente para sacarla adelante, ndt]. Pero detrás de la resistencia de los servicios de limpieza de unas cuantas grandes ciudades (en París, leer aquí, pero también en Rennes, Ruán o Le Havre), y más allá del activismo de varios sectores profesionales, como el ferroviario y el eléctrico, la conclusión es clara: no, la intersindical no ha conseguido "paralizar Francia", como esperaba en la madrugada del 7 de marzo.

El movimiento social actual es fuerte en la calle, con una asistencia a las manifestaciones que a veces no se veía desde la posguerra. Pero es débil en los piquetes. Se producen paros y bloqueos de empresas, pero a un nivel que dista mucho de ser excepcional, como ha podido comprobar Mediapart esta semana en Le Havre (Seine-Maritime) o en Clermont-Ferrand (Puy-de-Dôme). Para los activistas más motivados, cuantos más días pasan, más descontento

"No ocultamos que, para nosotros, el nivel de movilización no es suficiente. Pensamos que debería haber muchos más huelguistas y una mayor visibilidad de los sectores en huelga", admite Simon Duteil, codelegado general del sindicato Solidaires, que acaba de participar en la acción espontánea del 14 de marzo, en la que sindicalistas arrojaron cubos de basura frente a la sede del Renaissance, el partido de Macron, a unos cientos de metros de la estación de Saint-Lazare, donde estaban reunidos en asamblea general.

Solidaires es el único sindicato que ha convocado oficialmente una huelga prorrogable en todos los sectores profesionales. Y Simon Duteil cree que, en los medios y en los debates políticos, "todo se centra en el jueves y en la votación de la reforma en la Asamblea Nacional". “Es un poco como el árbol que oculta el bosque de las huelgas", afirma. “Pero no nos vamos a engañar, es un bosquecillo de huelgas prorrogables, no un gran bosque".

Benoît Teste, secretario general del FSU, principal sindicato de la enseñanza y, en general, bien implantado en el sector público, está de acuerdo. "En términos de movimiento visible y fuerte, que impida al país funcionar con normalidad, no hemos llegado al nivel que esperábamos alcanzar el 7 de marzo", reconocía el 13 de marzo en nuestro plató.

Este primer balance, elaborado unas horas antes de la aprobación definitiva de la reforma de las pensiones en el Parlamento, no se lo vamos a atribuir a los basureros y barrenderos de París. En huelga ininterrumpida desde el 6 de marzo, han prorrogado el movimiento "al menos hasta el 20 de marzo", y hay unas 7.000 toneladas de residuos amontonadas en las calles de la capital.

El martes, el ministro del Interior, Gérald Darmanin, pidió al ayuntamiento que requisara trabajadores para limpiar las aceras. El entorno de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, replicó que "no tiene la competencia" y que "no piensa pedir" al Estado que lo haga. Sin embargo, entre el lunes por la noche y el miércoles por la mañana, los basureros del sector privado, que ya se encargan de la recogida de basuras en diez distritos parisinos, intervinieron discretamente para recoger algunas de las principales arterias de la ciudad.

El Ayuntamiento de París, que se declaró "solidario" con el movimiento social, no ha respondido a Mediapart sobre este punto. Pero ha declarado a Politis que había "reasignado agentes de los sectores privado y público a los casos urgentes para evitar cualquier crisis sanitaria", con el fin de "responder a las tres cuestiones que todos tenemos que afrontar: la insalubridad, la limpieza de los mercados de abastos y la seguridad en los desplazamientos de peatones".

La SNCF, electricistas y trabajadores del gas se sienten solos

El 15 de marzo, seguía la movilización de los ferroviarios (SNCF), donde el tráfico sigue perturbado, con sólo 3 TGV de cada 5, 1 Intercité de cada 3 y 2 TER de cada 5 en circulación de media. En esta empresa, la intersindical, que agrupa a la CGT, la Unsa, Sud y la CFDT, mantiene su orden de paro desde el 7 de marzo.

"Esta huelga, que puede prolongarse en el tiempo, no es insignificante, lo mismo que el hecho de que esté apoyada por una intersindical completa", dice Thomas Cavel, secretario general de los ferroviarios de la CFDT. Tampoco oculta las dificultades: "Debemos llevar ya once o doce días de huelga. E inevitablemente, cuando estamos ante tal duración, es un poco difícil aguantar. Los ferroviarios necesitan que este movimiento sea llevado a cabo por una movilización interprofesional muy grande. Pero vemos que no todos los sectores se han podido acoplar de la misma manera".

En cuanto a los electricistas y gasistas, están decididos a salvar su régimen especial y ya no esperan hipotéticos apoyos. "Desde el 7 de marzo, hemos pasado a un modo mucho más transgresor, con la puesta en sobriedad energética, como se dice modestamente, de algunas instalaciones", declaraba el lunes en nuestro plató Sylvain Chevalier, una de las principales figuras de la CGT EDF, delegado sindical en la central nuclear de Paluel (Seine-Maritime). 

Además de la caída continua de la producción eléctrica desde el 6 de marzo, los agentes de EDF y Enedis siguen con los cortes de electricidad

Sobre las manifestaciones masivas, dijo no estar "seguro de que sea la mejor arma para hacer doblegar a Macron", contrariamente a los intentos "de golpear la economía": "Creemos que pesando sobre la economía y haciendo la situación insoportable para el Medef (la CEOE francesa, ndt) y los poderes financieros es como esa gente puede parar a Macron".

Además de las continuas caídas de la producción eléctrica desde el 6 de marzo (el déficit diario de la red eléctrica equivale a la producción de varios reactores nucleares), los agentes de EDF y Enedis siguen con los cortes de electricidad. El 15 de marzo cortaron entre otros la electricidad en los depósitos de petróleo y en Fort de Brégançon, residencia oficial del Jefe del Estado. También se vieron afectados los despachos o domicilios de varios parlamentarios, entre ellos el de Bruno Retailleau, jefe del partido Les Républicains en el Senado, quien anunció que presentaría una denuncia.

El día anterior, los electricistas de la CGT habían levantado el puente de la central mareomotriz de Rance, cortando la carretera entre Saint-Malo y Dinard (Ille-et-Vilaine), y dejando sin suministro eléctrico a la prefectura de los Alpes Marítimos. En Marsella, cortaron la electricidad a la emblemática iglesia de Notre-Dame-de-la-Garde, a la estación de autobuses de Marsella, a la prefectura de Bouches-du-Rhône, así como al diario La Provence (quizás porque había publicado un reportaje en profundidad sobre los vínculos entre la CGT local y la FSM, la federación que agrupa a los sindicatos de varios países comunistas, favorable a Rusia en la guerra de Ucrania).  

Y en Limoges, los agentes de Enedis estacionaron unos treinta vehículos de intervención, con sus góndolas desplegadas, delante de la sede regional de su empresa, bloqueando la entrada. Las llaves se enviaron por correo al Elíseo...

Agotamiento, pese a las cajas de resistencia

Hasta aquí las acciones destacadas. Pero igual de destacada es la ausencia de movilizaciones fuertes en empresas acostumbradas a la protesta social. En primer lugar, en la RATP (Administración Autónoma de Transportes de París, ndt). Si en 2019 fueron la punta de lanza de la movilización contra la reforma de las pensiones, con 52 días de huelga, los agentes de la RATP no les han seguido esta vez. Este miércoles, la circulación de metros, autobuses y tranvías fue prácticamente normal. Solo el RER (cercanías) experimentó interrupciones, con un único tren de los dos que circulaban por las líneas B y D, gestionadas conjuntamente con la SNCF (la RENFE francesa, ndt).

Por parte de los conductores de autobús, la movilización empezó a decaer incluso antes del comienzo de las movilizaciones, el 7 de marzo. Cémil Kaygisiz, secretario general de la CGT RATP-Bus, lo constata con cierta vergüenza: "En nuestro caso no funciona. O al menos, no tanto como los ataques que estamos recibiendo. Muchos compañeros dicen estar cansados de hacer huelgas para los demás, y están esperando a ver cuándo se declaran en huelga los otros sectores.” Un argumento que surge una y otra vez cuando preguntamos a los empleados de los sectores llamados "de bloqueo".

Luego viene la cuestión central del coste de la huelga, sobre todo para los conductores con salarios bajos: "Sufrimos la inflación como los demás. Y luego, la dirección introdujo una prima específica a finales de año para todos los conductores que no hayan hecho huelga, que no hayan estado de baja por enfermedad y no hayan tenido un accidente laboral... Se ha renovado hasta finales de marzo y evita que muchos empleados se movilicen.” Como informamos en noviembre, este plus es de 100 euros brutos por un mes sin ausencia, luego 250 euros y 450 euros por dos y tres meses consecutivos de presencia plena.

La debilidad de la movilización en transportes se puede constatar a simple vista en el caso de los trabajadores de mantenimiento, que reciben los salarios más bajos de la empresa y que llevaban meses movilizándose para cobrar su salario a final de año.

 

Hay que tomar nota de esto: este movimiento es muy diverso, no sólo está compuesto por personas que llegan a comprometerse masivamente en la acción

Benoît Teste — Secretario general de la FSU

 Ahora, contra la reforma de las pensiones, difícilmente responden a la convocatoria. "Venimos de un gran movimiento de huelga, en diciembre y enero, los trabajadores han perdido hasta 700 u 800 euros con unos salarios ya de por sí muy bajos, es difícil que continúen", señala Bertrand Dumont, cosecretario de Solidaires RATP y trabajador de mantenimiento del taller de Saint-Ouen.

"Hay que tomar nota: este movimiento es muy diverso, no sólo está compuesto por personas que llegan a comprometerse masivamente en la acción", describe Benoît Teste, de la FSU. "También hay mucha gente que cobra entre 1.200 y 1.300 euros y que no tiene medios para ponerse en huelga, y que tarda una hora, dos horas, en ir a la manifestación...", insiste. 

Sin embargo, esta cuestión ha sido ampliamente asumida en toda Francia, con numerosas iniciativas de creación de cajas de resistencia en multitud de sectores. "Estos fondos tienen como objetivo construir la huelga y dar a los huelguistas una inyección de moral", comenta Romain Altmann, secretario general de Info'Com-CGT y coordinador de la "primera caja de resistencia en Francia". Nacido en 2016 durante el movimiento contra la ley "laboral", este fondo ha recaudado cerca de cinco millones de euros desde su creación, incluido más de un millón para la "campaña 2023" contra la reforma de las pensiones.

“El récord de 2019-2020 (movilización contra la anterior reforma de las pensiones) no ha sido batido: recaudamos 3,2 millones de euros entre diciembre y marzo", subraya Romain Altmann. “Pero esta vez, la solidaridad empezó mucho antes de la convocatoria de huelgas prorrogables, algo totalmente nuevo.” Se recaudaron 700.000 euros antes del 7 de marzo. El secretario general de Info'Com-CGT constata también una afluencia sin precedentes de donativos de franceses en el extranjero.

El 49.3, una paradójica esperanza para el movimiento 

Otra desventaja para el movimiento la describen todos los movilizados. "Seguimos en la intersindical porque no sería constructivo irnos, pero sobre el terreno, en la huelga, también estamos un poco solos", murmura Bertrand Dumont, en la RATP. Como otros, en Sud o en la CGT, le cuesta percibir la implicación de los delegados sindicales de la CFDT, la Unsa o la CFE-CGC en las huelgas desde el 7 de marzo.

"Los trabajadores se miran con cara de pocos amigos, preguntándose si no van a estar solos. Es complicado", lamenta también Eric Sellini, coordinador de la CGT para todos los centros franceses de TotalEnergies, que también cree que los trabajadores están lejos de haber lanzado una movilización excepcional. El martes y el miércoles, la mayoría de las refinerías francesas seguían en huelga. Pero los huelguistas se resisten a paralizar completamente los centros, lo que exigiría casi una semana de trabajo.

“De momento, no negociamos con la dirección, sino más bien con los trabajadores", admite Eric Sellini. “Dudan por dos razones: porque no quieren llevar ellos solos el movimiento, pero también porque una vez parada una refinería, es muy difícil volver a ponerla en marcha.”

En la región de Marsella, no lejos de la refinería de TotalEnergies en La Mède, la CGT se ocupa sin embargo de toda la cadena de abastecimiento de carburantes. Los trabajadores de Fluxel, operador de las terminales petroleras de Fos y Lavera, están en huelga hasta el lunes. Y eso podría tener un fuerte impacto, ya que se encargan de la conexión entre sus clientes y los buques en el puerto.

Esta huelga se suma a la de los agentes portuarios y estibadores de Marsella, que lanzaron el martes una jornada de "puerto muerto". "Si tuviéramos que dar un consejo a los compañeros que se levantan por la mañana para ir a trabajar, sería que repostaran", advirtió Olivier Mateu, el mediático dirigente de la CGT de Bouches-du-Rhône. Un activismo local que no impide a Éric Sellini confesar su decepción: "El movimiento se extinguirá lentamente si no pasamos a la siguiente etapa...".

“Tenemos un problema de auto-organización: no hay suficientes personas que acudan a las asambleas generales y se reenganchen a la huelga", afirma Simon Duteil, de Solidaires. ¿Es individualismo, es que no creemos en él, o es que hemos perdido ese concepto y tenemos que volver a aprenderlo? No tengo una respuesta, es una evaluación que haremos más adelante". 

Seguiremos adelante aunque se apruebe la ley. Veremos cómo perciben los trabajadores esa votación, quizás les motive más para ir a la huelga.

Cémil Kaygisiz, CGT RATP

Paradójicamente, es en la utilización del art. 49.3 en lo que los sindicalistas entrevistados ponen sus esperanzas... El recurso, todavía hipotético, a este artículo de la Constitución que permite aprobar un texto sin votación, podría volver a movilizar, por una enésima violencia institucional, una huelga que agoniza lentamente.

¿Y si finalmente el texto se aprueba por votación de los diputados, aunque sea por los pelos? “Continuaremos aunque se apruebe la ley. Veremos cómo perciben los trabajadores esta votación, quizá les motive para hacer aún más huelga", anticipa Cémil Kaygisiz, de la RATP de la CGT.

Pero en esta última hipótesis, es probable que una parte de la intersindical no quiera llevar a cabo acciones demasiado enérgicas. "Estamos esperando al jueves para ver cuál será el resultado de todo este asunto, y entonces hablaremos de lo que vamos a hacer en la intersindical ferroviaria", dice por ejemplo Thomas Cavel, de los ferroviarios de la CFDT.

La CFDT y la CFE-CGC no han ocultado sus reticencias a mostrar posturas demasiado contradictorias con la voluntad del Parlamento. Esto podría precipitar el fin de la excepcional unión sagrada entre sindicatos.

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Traducción de Miguel López

 

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